|CAPÍTULO SIETE|
Perspectiva; libra: Lina Rizzo (multimedia)
Miraba el espectáculo desde una de las esquinas del local. Sinceramente estaba fascinada con los movimientos ágiles de las chicas, las miradas estaban en ellas y sus hipnotizantes movimientos; aunque algunos hombres perversos solo veían lujuria en aquel baile, para mí era arte.
Y no era para más catalogarlo así, los movimientos y la precisión que implicaba la danza en el aire era algo sencillamente hermoso.
Pia era una una de las mejores bailarinas del local, ella acaparaba todas las miradas y lograba opacar significativamente a sus compañeras de baile, aunque el único objetivo de las bailarinas en el bar era excitar hombres, ella no permitía que ninguno la tocara; se lo dejó en claro a mi padre cuando empezó a trabajar aquí, para ella el baile era algo artístico.
Y claro que la primera vez que vine al bar de mi padre cuando apenas tenía dieziseis y ví a las bailarinas practicar quedé encantada con su trabajo. En aquel entonces Pía tenía diesisiete, la pelinegra es un año mayor que yo y se encargó de enseñarme a escondidas de mi padre.
Fue algo sencillamente fantástico.
Por mi parte estas eran unas de las pocas veces que pisaba el local de mi padre ya que lo tenía estrictamente prohibido. Por alguna irónica razón a mi padre no le gustaba que me viese involucrada en los negocios familiares, y para más ironía: yo amaba los negocios familiares.
Así que a escondidas y con ayuda de uno de mis guardaespaldas personales solía venir aquí a deleitarme con la danza aunque sea como mínima espectadora. Esperaba que algún día mi padre dejase sus estúpidos prejuicios y me dejara bailar sobre el escenario, aunque sea solo una vez me haría feliz. Tener todas las miradas de admiración sobre mí, mientras hago los ágiles movimientos que con el tiempo he aprendido sería el éxtasis que deseo.
El show terminó y la música pasó a otro género completamente diferente.
Aunque en parte el espectáculo era una de las pocas cosas que me gustaban del bar de mi padre, no negaría que el ambiente era simplemente tentador.
Gracias a mi sobreprotector padre no me acostumbraba del todo al lugar pero hay algunas cosas que papá no puede evitar.Sin que mi padre supiera había terminado involucrada en los negocios de la familia. El hermano menor de mi padre era un fiel creyente de que todos los Rizzo deben estar al tanto de su "herencia" como le gustaba llamar al número significativo de negocios lícitos de mi familia, por ello me había inculcado aquel pensamiento con mi padre un poco más renegado sobre esa idea.
Si tan solo mi padre pensara igual a mi tío.
Yo quería conocer este mundo, no quería ser la oveja blanca de familia solo por los pensamientos sobreprotectores de mi padre
Era un Rizzo. Debía honrar mi apellido.
No entendía el afán de mi padre por mantenerme constantemente en una jaula la cual habilitaba con todos mis caprichos, sin embargo, ni eso lograba mantenerme dentro.
Al fin y al cabo el llamado al peligro corría por las sangre en mis venas.—¡Lina!—voltee encontrándome con una alta pelinegra. Ella no demoró en acercarse a mí y abrazarme.
— Lo hiciste genial, Pia.—le halagué siendo totalmente sincera.
—Gracias pequeña zanahoria. Hace mucho no venías por aquí—dijo codeandome.
— Sabes como es mi padre. Hoy volví a escaparme con la ayuda de Froy.
Pia me dirigió una mirada pícara, rápidamente negué.
—Oh no, él solo es mi guardaespaldas—aclaré.
—Tranquila Lin, no he dicho nada—se burló. Mis mejillas no tardaron en sonrojarse—Y cuéntame, ¿cuando tendré el placer de compartir escenario contigo?
Ella se giró quedando de frente a la barra, no demoré en imitar su acción sentándome en una de las sillas.
—No creo que se pueda. Al menos no mientras mi padre siga siendo el propietario de este bar.
Pia me miró con compasión. Ella sabía cuánto deseaba bailar aquí.
—Pero me dijiste que habías bailado en otro local durante unas semanas, ¿qué sucedió?—mientras hablaba hizo una seña al bartender el cual dejó dos bebidas sobre la barra. El recordar aquel episodio de mi vida me hizo tomar aquella copa y beberla de un solo trago.
—Papá se enteró. Me prohibió salir de casa como por dos meses...—fijé mi mirada en la nada—a veces solo quisiera irme, renunciar a mi apellido, a todo. Mi padre está desquiciado y solo espero que supere aquel trauma o si no me terminará perdiendo al igual que a mi madre.
Sentí la mano de mi amiga sobre la mía reconfortandome, le sonreí en agradecimiento.
—Tienes que entenderlo. Tu padre te ama demasiado, no soportaría si te perdiera, eres lo único que le queda.
Cerré mis ojos intentando no llorar.
—Lo estoy entendiendo desde hace diez putos años. De pequeña no lo notaba pero ahora es más sobreprotector que antes, está alerta siempre.—solté un suspiro—Todo se siente tan vacío y monótono.
Ninguna de las dos volvió a hablar hasta que una de las chicas del local llamó a Pia la cual se tuvo que retirar a ayudar a las chicas principiantes. Ahora volvía a estar sola sentada frente a la barra.
Miré a dos chicas bailar sobre una mesa en claro estado de ebriedad, estaba a punto de negar con decepción al verlas así pero mi expresión cambió al ver el cintillo en sus muñecas. Eran chicas que trabajaban de... prostitutas.
Eso era lo que diferenciaba a aquellas chicas en el bar, un pequeño cintillo color blanco en sus muñecas, ellas simplemente entraban al bar y los hombres se acercaban a ellas al notar aquel distintivo, no tenían ningún uniforme en concreto o algo por el estilo, simplemente lucían como clientes normales pero eran chicas que brindaban esa clase de servicio.Aquellas dos parecían chicas de mi edad, nunca las había visto.
—Joven, me encargaron entregarle está bebida—una de las meseras me sacó de mi trance, me giré confundida hacia ella, sostenía en una bandeja una bebida claramente alcohólica.
—¿Quién?
La mesera dejó la bebida sobre la barra.
—El tipo de allá—su mirada se dirigió discretamente hacia una de las mesas, intentado no ser obvia miré a aquella dirección.
—Oh, gracias—la chica se retiró.
Intenté ubicar bien a aquel desconocido pero las luces cambiantes del bar no me permitían ver con claridad.
Y hubiera querido no identificarlo porque cuando lo logré casi me ahogo con mi propia saliva.Era uno de los socios de mi padre. Era aquel idiota.
Al notar mi mirada, él alzó su copa y sonrió con altanería en mi dirección.
Estoy en problemas.
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Pia es piscis.
De este capítulo en adelante los nombres de los personajes principales que aparezcan en los capítulos los pondré en negrita para que se les haga más fácil identificarlas.