|CAPÍTULO TRES|
Perspectiva; géminis: Gemma Pagani (multimedia)
Mi madre me sonrió una vez más para luego salir de casa.
Mantuve mi agarre fuerte en la bata hasta que la ví desaparecer en el elevador del pasillo. Cerré la puerta soltando un suspiro aliviada.
Caminé hacia el sofá tirandome libremente sobre este, tomé mi celular y revisé las notificaciones.
Como si la hubiese atraído con el pensamiento una llamada entró a mi bandeja; sin dudar un segundo la contesté.
—Mi madre ya se fue—dije sin permitir que la contraria hablara primero. Escuché su acentuosa risa del otro lado de la línea.
—Yo ya estoy abajo; intenté lo posible para que tu madre no me viese y si lo hizo no creo que me haya reconocido.
— Esther no se porqué te escondes de mi madre, sabes que ella no es como las demás personas. No te juzgará—la escuché soltar un bufido.
—Ahora soy una jodida pobre Gemma. Tú situación y la mía son diferentes, casi todos los de clase alta saben del fraude de mi padre y como mi familia y yo vivimos en la miseria ahora, incluyendo tu madre.—mordí mi labio inferior intentado no decir lo que realmente pensaba, Esther se preocupaba por muchas cosas que para mí no eran relevantes, a pesar de ahora ser de clases distintas ella seguiría siendo mi amiga—Ahora no dejemos que eso nos arruine la noche; dile al recepcionista que me deje pasar.
—Patrick sabe de tu llegada, de la misma forma le estoy pagando para que no abra la boca. Ni él ni nadie en el edificio puede enterarse sobre lo que hacemos.
—Esta bien. No tardo—y ahí finalizó la llamada.
Me levanté del sofá y caminé hacia mi habitación.
Como cada noche miré por el gran ventanal de mi habitación, los edificios, la iluminación, sentí mis ojos dilatarse ante tanta elegancia y belleza. Aunque aveces desearía poder ver un cielo estrellado, sin tanta contaminación lumínica, no podía negar que me gustaba mi posición económica. Mi hogar era un lujoso apartamento en el centro de la ciudad.Mi madre me había criado por si sola desde que cumplí diez y mi padre se largó con su barata secretaria; cada mes manda una cuota de dos mil dólares para suplir todos mis caprichos, no me hacía falta el cariño paternal, con el que me brindaba mi madre tenía suficiente.
Aunque mi madre era demasiado sobreprotectora con respecto a mí por ser su única hija, ella me tenía una enorme confianza y me agradaba aquello ya que hacía cosas indebidas sin que ella lo supiera o siquiera lo sospechara. Solo bastaba con ser una buena alumna para que pensara que soy un ángel.Aunque ahora estoy yendo demasiado lejos.
No. Lo hago por mi amiga; ella lo necesita.
Conocí a Esther cuando ambas teníamos catorce, en aquel entonces la situación económica de sus padres no era tan grave, pero hace unos años se dió a conocer que su padre el cual era conocido como un gran inversionista de la ciudad, había estafado a todos sus socios y gozado de dinero indebido por cinco años. Ahora estaba en la cárcel, por ello Esther y su madre se vieron obligadas a mudarse a un pueblo muy apartado de la ciudad.
Este año volvimos a retomar nuestra amistad.
Y también empezamos con esto.