Cap. 13 | Uno, dos, tres.

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Creo que estoy ahogando a Kakyoin.

No miento cuando digo que he estado encima de él estas últimas tres semanas... Claro que no literalmente pero se entiende el mensaje. Disfruto mucho su compañía, su sola presencia me hace sentir querido, algo raro en mí, estoy viviendo una realidad que jamás pensé llegar a conocer por voluntad propia y es que fue así, casi sin querer me terminé enamorando de sus ojos púrpuras, de su cabello pelirrojo y de su hermosa personalidad, sin mencionar su brillante sonrisa. Yo, Jotaro, he cambiado gracias a él.

—¿De nuevo vas con Kakyoin? –preguntó Polnareff mientras cocinaba el desayuno y yo me sentaba en una silla del comedor ya estando bañado y arreglado.

En efecto, iba a ir con Kakyoin, quedamos desde hace unos días ir a comer al restaurante de Tonio hoy.

—Si, ¿Por qué? ¿Me extrañas aquí en la casa? –respondí bromeando mientras jugaba con una servilleta.

—No, desde que el vecino viene de vez en cuando a tomar café en las tardes, me siento bien, acompañado –Y hablando de café, trajo el mío a la mesa y lo dejó justo al costado de mi mano. Yo lo tomé, soplándole con cuidado antes de darle un sorbo e inmediatamente lo noté muy amargo, olvidé prepararlo. Hice una mueca de disgusto, dejando el café de lado con Polnareff viendo mis acciones. —Estúpido.

—Si, como sea –renegué recostándome en la silla. —¿Quién es ese vecino?

—Se llama Bruno... Bruno Bucciarati. Vive a dos casas de nosotros con el oficial Abbacchio, el mismo que patrulla las calles cercanas al parque y que casi me mete a prisión. Conocí a Bruno hace una semana en el supermercado. Cuando nos estábamos "acompañando" de regreso a casa nos dimos cuenta que vivimos relativamente cerca. –Por primera vez en siglos escuché con atención la plática de Polnareff, también sonreí cuando él sonrió. No cabe duda que soy un hombre nuevo.

—Me alegra que te diviertas con Bruno. Lo reconozco, ¿Sabes? Se dice que es un gangster Italiano pero de cualquier forma deberías presentarnos un día. –Mi francés compañero se mostró desconcertado ante mi comentario a lo que yo sonreí ingenuamente.

—¿Que te lo presente? –Asentí con pequeños movimientos de cabeza. —Debería ir a darle las gracias a Kakyoin, te está volviendo una persona menos amargada.

Yo sólo reí discretamente ocultando mis labios con la taza de café amargo el cual jamás preparé, me lo tomé así. Me levanté de la mesa al haber acabado y fui a dejar la taza en el lavatrastes, posteriormente me retiré de la casa no sin antes haberle hecho una seña a Pol con la palma de mi mano, despidiéndome.

Caminé con cautela por las calles, Kakyoin solía irse sobre mí cuando me encontraba en la calle, justo como un león o qué sé yo.
Mencionando que me fijé en la casa que había señalado Polnareff, donde vivía su amigo vecino Bruno. Tuve que revisar por el lado izquierdo ya que en el derecho había una línea de tres casas abandonadas, obviamente no podía ser por allá.

Al pasar por afuera de la casa sólo logré ver a una mujer con traje blanco que tenía adornos negros en él, con el cabello corto hasta su mandíbula más o menos, estaba de espaldas. Tal vez sea la esposa o hermana de alguno de ellos porque, hasta dónde sé, Bucciarati es un hombre muy masculino. Sé de él por Okuyasu y Josuke, ellos rumorean que pertenece a la mafia italiana y que está en Japón para vigilar a la pandilla del país enemigo pero son puras patrañas, estupideces de chiquillos desquehacerados.

Al parecer había perdido la noción del tiempo, cuando reaccioné ya estaba casi llegando al restaurante.
A lo lejos podía observar la delgada figura de Kakyoin esperándome en la otra esquina manteniendo una de sus manos sobre su cadera, una pose muy de él cuando está de pie.

Como no me había visto decidí irme por la parte trasera del restaurante aprovechando el estrecho callejón que había entre el local y una casa cualquiera, quería asustar a Kakyoin por la espalda. Sonreí estando cerca de él y cautelosamente me fui acercando incluso más... Pero me detuve.

En sus manos tenía una especie de sobre color rosa en donde se podían apreciar un par de corazones pequeños en una esquina, además de una letra en cursiva muy bonita. No alcancé a leer lo que decía pero añoraba que esa carta fuera para mí.

—¡JoJo! –exclamó Kakyoin al momento de voltearse notando mi presencia. —¿Por qué no saludaste? Llevo aquí esperando unos quince minutos.

La carta que tenía en la mano la guardó con discreción en sus pantalones. Por primera vez estaba viendo a Kakyoin con ropa puesta diferente al uniforme aunque de color era lo mismo. Tenía un pantalón verdoso y una camisa de vestir blanca con manga larga, sólo eso y se veía guapo.

—No quería hacerte esperar tanto, ¿Vamos ya al restaurante? –pregunté ofreciéndole mi mano para que la tomara, acción que hizo sin dudarlo. Yo aproveché y entrelacé mis dedos con los de él siendo correspondido casi de inmediato.

—Casi lo olvido, JoJo, ten... –sacó el sobre de dónde lo había guardado y me lo entregó en la otra mano. —Sólo que no la leas frente a mí, por favor... Quiero que estés solo, ¿Bien?

—Bien, no te preocupes por eso. –le sonreí sin dejar ver mi dentadura y guardé la carta en el interior de mi gabardina. Posteriormente comencé a caminar a la par de Kakyoin en dirección al restaurante de Tonio.

Esta carta y la forma en la que ambos caminamos demuestra que estoy avanzando con él, ¿No? Tal vez en un futuro ambos podamos estar juntos sentimentalmente hablando, ser una... Pareja... Demonios, es difícil de aceptarlo todavía pero sé que quiero estar con él de esa forma, me gustaría ser el «novio» del chico al que robé en algún momento y golpeé días después.

Esto es tan cliché, desearía que jamás hubiéramos tenido ese inicio pero culpo a Kakyoin, él fue quien quiso investigar mi situación económica por su cuenta e incluso inventó todas esas cosas con Josuke, Okuyasu, Koichi y Jolyne, llevándome a ganar varios golpes y miradas amenazadoras por parte de la última... Jamás logró perdonarme, tampoco hoy.

Ansío leer esta carta al llegar a casa.

No Dignity [JotaKak]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora