Capítulo 9

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Al punto de la mañana estábamos llegando al claro en el que estaba acordado que nos reuniríamos. Seis hombres iban por detrás de nosotros y dos más portaban estandartes de los Bolton. Ramsay y yo íbamos los primeros, a lomos de dos pura sangre negros. Mi caballo tenía una pequeña marca distintiva blanca en la frente. El suyo era brillante y negro como el carbón.

Jon Snow y sus seguidores ya nos estaban esperando. Mientras que Ramsay sonrió al verle, él se mantuvo serio, como yo. Nuestras miradas a penas se cruzaron unos instantes; Jon sabía que no era conveniente quitarle los ojos de encima a Ramsay.

- Vamos a acabar con esto rápido. Bájate y arrodíllate ante mí. – masculló Ramsay con soberbia. – Entrega a tu ejército y proclámame el auténtico Lord de Invernalia y Guardián del Norte. A cambio, te perdonaré por desertar de la Guardia de la Noche y a los lores que te acompañan por traicionar mi casa.

Lyanna Mormont era, sin lugar a duda, la más joven de los allí presentes. Era una niña a la que le había tocado ocupar un puesto demasiado importante desde pequeña, pero nadie dudaba de su dureza a la hora de tomar decisiones. Por su mueca de repulsión, juraría que sería capaz de apuñalar a Ramsay ahora mismo si pudiese acercarse más de la cuenta.

- Vamos, bastardo. – apremió Ramsay. Su tono de voz se volvía más serio y oscuro. – No tienes los hombres. No tienes los caballos. Y no tienes Invernalia. ¿Por qué llevar a esas pobres almas a una muerte segura? No hay necesidad de una batalla.

Los Bolton serían capaces de acribillar ahora mismo a todos los guerreros de Jon Snow. Sin embargo, estaba claro que a Ramsay no le valía con eso. Quería humillarles y quería el respeto de todos esos vasallos. Era el Rey de Invernalia y anhelaba sentirse como tal.

- Baja del caballo y arrodíllate. Soy un hombre piadoso.

- Tienes razón. No hay necesidad de una batalla. – respondió Jon, alzando la voz por primera vez. – Solo una persona tiene que morir. Uno de nosotros dos. Acabemos esto a la antigua. Tú contra mí.

Tragué saliva y, por un momento, temí que la escena tornara hacia una que no esperaba ver. La carcajada de Ramsay me sacó de dudas. Poco después, volvió a ponerse serio.

- He escuchado formidables historias sobre ti y tu gran talento como espadachín. Quizás seas tan bueno. O quizás no. No sé si te ganaría. Pero sé que mi ejército ganará al tuyo. – presumió. – Tengo seis mil hombres. ¿Qué tienes tú? ¿La mitad? ¿Menos, incluso?

- ¿Tus hombres van a querer pelear por ti cuando sepan que tú no lo harías por ellos? – cuestionó Jon.

La pregunta logró descolocar a Ramsay por unos instantes, pero no tardó demasiado en recuperarse.

- ¿Vas a dejar morir a tu hermanito por ser demasiado orgulloso como para rendirte?

- ¿Cómo sé que lo tienes?

Vi a uno de los lores tras de mí rebuscar algo en la bolsa de su caballo. El olor a sangre seca entró brevemente por mi nariz cuando lanzó la cabeza de un lobo huargo a los pies de Jon y sus acompañantes. Era conocido que todos los hijos de Nedd Stark tenían o tuvieron uno. No sabía que Ramsay había decapitado al de Rickon. Me había prometido que no me ocultaría la verdad, pero no habíamos hablado de no mencionar detalles como estos.

Ramsay sonrió ante la cara de luto de Jon. Mientras que Ramsay tuviese a Rickon, siempre tendría un as en la manga.

- No voy a arrodillarme. No delante de ti. – concluyó Jon por fin. Lejos de molestarle, Ramsay sonrió ampliamente.

- Voy a matarte, Jon Snow. Pero el dolor que vas a sentir no va a ser comparable al que sintió tu hermana en mi cama. Ni al que sintió antes de que mis perros la devorasen.

Una obsesión letal | Ramsay BoltonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora