Capítulo 12

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El regazo de Ramsay se había convertido en uno de mis lugares favoritos del mundo. Así, junto con mi rostro hundido en su cuello, era como habíamos pasado las últimas horas. El viaje desde las Islas del Hierro hasta el Norte era costoso, pero un salvaje pelirrojo se había encargado de avisarnos de que los hombres de Yara ya rozaban territorio de los Stark, remarcando ese apellido.

Mi mente había trabajado con rapidez, tratando de encontrar un momento que nos diera ventaja; una oportunidad por la que pudiésemos salir beneficiados. Ramsay, por su parte, parecía haberse rendido. Su mente no elaboraba nuevas maquinaciones, ni planes, ni estrategias. Lo único que mantenía eran sus palabras afiladas y su humor negro.

- Ramsay. – le llamé, ganándome su atención. Cogí su mano y la introduje bajo mi vestido, subiéndola por mi pierna. Por su mueca escéptica debía estar imaginado lo que no era, pero todo cambió en cuanto rozó el mango de un puñal. – Mi padre decía que siempre tienes que salir preparada antes de una batalla.

La mañana en la que se desarrolló el enfrentamiento me había colocado el puñal en una funda rodeando mi muslo. No pensé que acabaría en una situación en la que sí que sería útil.

- Un pequeño cuchillo afilado. – susurró. – Eres mortal, Vhaera.

- Podemos utilizarlo para salir de aquí.

- ¿En qué piensas? ¿En apuñalar a Jon Snow con él?

- Sí.

- ¿Y luego qué? ¿Apuñalar a cada uno de sus hombres? ¿A los hijos del hierro que nos esperan afuera? – cuestionó, burlesco. – Nos rodearían y acabaríamos muertos.

- Destrozaste a Theon Greyjoy. Los hijos del hierro son violadores y asesinos por naturaleza. No te dejarán morir con facilidad. – espeté. – Te torturarán igual que tú torturaste al hermano de la heredera de su casa. Te harán pasar un infierno y prolongarán tu vida de sufrimiento lo más que puedan.

Mis palabras no causaron ningún impacto en él. Ramsay ya suponía lo que le ocurriría al salir de esta celda.

- En ese caso, no es a Jon a quien tienes que apuñalar.

Aparté su mano con rapidez de mi muslo y le observé como si acabase de soltar la mayor locura del mundo.

- ¿Qué pretendes?

- Ya me has entendido. – acotó. – Soy el último de los Bolton. He perdido a mis hombres, mi castillo y mi poder. No queda nada para mí en este mundo.

- Quedo yo.

Ramsay acarició mi rostro con cautela y me pegué a su caricia como un cachorro necesitado de cariño.

- Si me quedase contigo, te arrastraría a mi mismo destino, mi amor. – concluyó. – Estoy acabado. Tú no. Esa es la gran diferencia. Quiero que seas tú quien lo haga, por mí. Y quiero que sigas viviendo, también por mí.

- No puedo hacer lo que me pides.

- No voy a forzarte a nada, Vhaera. Tan solo piénsalo.

*

A penas era capaz de pegar ojo. Las pesadillas me acosaban tanto despierta como dormida y la desazón que crecía en mi interior me oprimía los pulmones constantemente. Ese día, al alba, el trote de los caballos logró que me incorporara con brusquedad. En cuanto me giré a ver a Ramsay vi que ya estaba despierto, pero sereno.

- ¿Son ellos?

- Posiblemente. – asintió. – Irán a hablar con Jon y luego entrarán aquí. Los hombres del hierro no son de muchas palabras.

Una obsesión letal | Ramsay BoltonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora