Capítulo 15

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Los días pasaban con rapidez y cada día mi mente podía respirar un poco más tranquila. Durante mucho tiempo, mi vida había sido un caos, rodeado de muerte y de Ramsay, cuya locura me había consumido. Sin embargo, en las Islas del Hierro todo era diferente. Theon se había convertido en la única constante de mi vida y tan solo por él me levantaba cada mañana. Le había visto mejorar con notoriedad y me enorgullecía de ello.

El metal de nuestras espadas rechinaba al chocar. Avanzábamos de un lado a otro, girábamos y esquivábamos los golpes. No frenábamos nuestras fuerzas, es más, descargábamos todo lo que llevábamos dentro.

- Ya casi dominas la espada. – le dije, tras esquivar una estocada.

- Cualquier día te ganaré. – se burló. Paré el golpe de su espada con la mía, pero su fuerza era superior y tuve que hacer un tremendo esfuerzo por apartarle de mí. En el proceso, perdí mi espada, que cayó al suelo a un par de metros, y Theon sonrió. – Parece que va a ser hoy.

Giré siguiendo el filo de su espada y desenvainé mi puñal hasta colocarlo rozando su cuello.

- Sigue intentándolo. – rebatí. Theon tragó saliva a sabiendas de que le había ganado y dejó caer su propia espada al suelo, levantando las manos en son de paz.

Sonreí al verle rendirse, pero en cuanto mis ojos pasaron a la daga un escalofrío helado me recorrió de arriba abajo. La sentí hundirse en el corazón de Ramsay y vi su cuerpo quedarse sin vida. Sus labios todavía estaban calientes a pesar de que besaba un cuerpo inerte.

- ¿Te encuentras bien, Vhaera? – cuestionó Theon con el ceño levemente fruncido. Mi rostro parecía reflejo de haber visto un fantasma. Sin embargo, su mano en la parte superior de mi brazo me trajo de vuelta.

- Sí, estoy bien, perdona. – mascullé. Guardé el puñal en la cinturilla de mi pantalón y me afiné la garganta. Cuando volví a mirarle, vi todavía su desconcierto. Se preocupaba por mí y por mi estado mental. Tal vez yo no fuera la única que creía que un vínculo estrecho había nacido entre nosotros.

No había demasiado espacio entre los dos, pero me encargué personalmente de reducirlo al mínimo. Uní mis labios con los suyos durante unos segundos, pero me alejé en cuanto me di cuenta de lo que estaba haciendo.

- Lo siento. – mascullé. Theon parecía atónito ante mis actos. Retrocedí y negué con la cabeza, buscando algún tipo de disculpa.

- ¿Por qué lo has hecho? – cuestionó, lo que logró desconcertarme a mí.

- ¿A qué te refieres?

- No tienes por qué hacer esto para mi rehabilitación. No es necesario. – susurró.

- ¿Por tu rehabilitación? ¿Crees que lo he hecho por eso?

- ¿Por qué si no?

- Porque quería hacerlo. – espeté con claridad. Theon parpadeó confuso, como si mis palabras fueran en otro idioma. – Será mejor que me marche.

- No. – su mano enganchó mi muñeca antes de que retrocediera. – Quédate. Por favor.

Le observé tratando de entender lo que su mente escondía; aquello que con palabras era incapaz de decirme. Levanté las cejas y encontré todo su cuerpo invadido de duda.

- ¿Quieres que vuelva a hacerlo? – le pregunté.

Vi la nuez de su garganta subir y bajar. Casi imperceptiblemente, noté como su cabeza asentía. Con lentitud, acorté la distancia que había vuelto a crecer entre nosotros y subí mis manos hasta su rostro. Sus ojos no se separaban de los míos pero su cuerpo no tenía ni la menor idea de cómo reaccionar. Me puse de puntillas y uní nuestras bocas. Fui yo quien tuvo que guiarle. Supuse que en toda su vida habría besado a cientos de mujeres, pero ahora parecía ser nuevo en esto.

Noté su mano en la parte superior de mi espalda, pegándome más a él, y sus labios despertaron para responderme por fin. Era un beso muy lento pero todo se removía en mi interior. Llevé mi otra mano a su nuca, pero en cuanto rocé su piel Theon se alejó de mi como si le hubiese quemado. Me miró casi con cara de miedo y, sin añadir nada más, se marchó sin mirar atrás.


No tuve más noticias de él en lo que quedaba de día. No entendía el motivo de su extraña reacción, pero supuse que al día siguiente todo se arreglaría; o, por lo menos, podríamos actuar con normalidad.

Después del desayuno, mientras me preparaba para salir a entrenar, como siempre, Yara entró en mi dormitorio sin miramientos.

- ¿Quieres algo? – le pregunté, ajustándome el chaleco.

- Mi hermano me ha pedido que te avise de que hoy no saldrá a entrenar contigo.

- ¿Por qué motivo?

- No lo sé. ¿Se siente indispuesto? – cuestionó. – No me ha dado motivos. Tan solo quería que le excusara.

- Genial. – me burlé. Me coloqué la capa y suspiré.

- Vi lo que ocurrió ayer entre vosotros. – continuó. – No directamente, pero uno de mis hombres me lo contó.

Rodé los ojos. No era un tema que quisiera hablar con esa mujer.

- Solo fue un beso. Nada más.

Su respuesta fue una carcajada.

- ¿Y aún te preguntas por qué no quiere verte?

Me giré hacia ella recientemente interesada por la conversación. Ella mantenía una ceja enarcada mientras que yo me mostraba desconcertada.

- ¿A qué te refieres?

- ¿De verdad no lo sabes? – inquirió, perpleja. – Te casaste con el hombre que lo destrozó. Fuiste su amante. Y ahora le besas. Le habrás recordado a él. Se habrá creído que era uno más de los juegos de Ramsay. ¿No querías ayudarle? Así no lo haces mucho.

Lo cierto era que no había pensado eso. Ni si quiera se me había pasado por la cabeza.

- No quería hacerle daño.

- ¿Entonces por qué le besaste?

- Porque quería hacerlo. Me apetecía.

- Pues deja de hacer lo que te apetezca y piensa un poco más en él. – gruñó. – Estás aquí para ayudarle, no lo estropees.


Había pensado con detenimiento en las palabras de Yara y me había martirizado en el proceso. Tal vez tuviera razón; tal vez hubiera sido un tremendo error y yo una tonta por no entenderlo. Quería arreglar las cosas con él y que todo volviera a ser como antes porque las horas me destrozaban sin tener nada que hacer. No solo por eso; sino también por él. Deseaba que estuviera bien y que no recayese por mi culpa.

Durante la siguiente semana y media, me evitó. Trató de esquivarme con todas sus fuerzas, como si fuese una apestada. Con el tiempo, dejé de intentar cruzármelo por los pasillos pues sabía que no lo conseguiría.

El problema se agravó cuando me llegaron noticias de que iba a partir de las Islas del Hierro. Al parecer, iba a marchar de vuelta a Invernalia. No había obtenido mucha información, salvo que la batalla entre los vivos y los muertos del otro lado del Muro se iba a debatir y necesitaban toda la ayuda posible. Por eso Theon se iba con una docena de hombres. Quería luchar por Jon, para honrar a los Stark y proteger su castillo.

Sin embargo, no parecían existir muchas esperanzas para nadie. La guerra iba a ser la más dura que cualquiera hubiese presenciado. La suerte no bastaría para que regresase con vida, si es que llevaba intención de hacerlo. 

Una obsesión letal | Ramsay BoltonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora