Capítulo 10

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El amanecer fue prudente. El ruido de armaduras proveniente del castillo era de lo poco que se escuchaba. Ramsay se vistió para la batalla en silencio mientras que yo me colocaba uno de mis vestidos. Antes de irse me dedicó una caricia. No intercambiamos más palabras. Ya nos habíamos dicho todo la noche anterior.

Vi a los soldados del ejército partir. No me gustaban las batallas por el amargo sabor de boca que siempre dejaban, pero tal vez esta fuera la última que tuviésemos que librar. Ya lo había escuchado decir a parte de los plebeyos que creían que sus susurros no resonaban entre los muros: era la batalla de los bastardos; la batalla definitiva.

Si Ramsay les hubiese escuchado darle ese nombre a la guerra, posiblemente los hubiese desollado vivos. Sin embargo, yo no era él. El castillo estaba lo suficientemente vacío como para que nadie me prestase atención, así que entré en la perrera sin miramientos. Estaban vacías, pues Ramsay había preparado a sus perras por si las necesitaba. Tan solo una jaula estaba llena.

- Theon. Levántate.

El susodicho se despertó alarmado. Tal vez siempre se despertase en ese estado; quizás nunca pudiese descansar bien. En cuanto me vio de pie al otro lado de la jaula, se incorporó.

- ¿Qué ocurre?

- Todos los soldados están en la batalla.

- Lo sé. – asintió. – ¿Debo hacer algo?

- Sí. Escapar.

Mis palabras le bloquearon, como si de repente no entendiese mi idioma y no comprendiera a lo que me refería. Saqué la llave del bolsillo de mi vestido y abrí la jaula, permitiéndole salir si así lo deseaba.

- Tenemos que bajar a las mazmorras. Allí hay una salida trasera. – le expliqué. – La batalla se llevará a cabo a no demasiada distancia del frente del castillo, por lo que ni un alma vagará por la parte trasera. Allí te espera mi caballo, es dócil, te llevará a donde lo guíes.

- ¿Escapar? ¿Hoy?

Los temblores regresaron a su cuerpo y comenzó a negar repetidas veces.

- No puedo. No. No. No es posible. – murmuró. – No puedo abandonar el castillo. Me encontrará y esta vez no soportaré su castigo.

Avancé hasta coger su rostro entre mis manos, como cada vez que hacía en un intento por que despareciera Hediondo y regresara Theon.

- Casi lo conseguiste una vez. Te estoy dando la ventaja que necesitas. – le recordé. – También voy a darte unas monedas. Podrás refugiarte en una posada o comprar una plaza en un barco para que te lleve a donde quieras. Vuelve a las Islas del Hierro. O no. Puedes hacer lo que desees, Theon, vas a ser libre.

El chico tragó grueso, pero un débil sentimiento de decisión parecía crecer en su mirada. Pocos segundos después, asintió.

Andábamos rápido pero con calma por si nos cruzábamos con alguna doncella o algún sirviente. Ninguno se extrañaría si me veían con Hediondo siguiendo mis pasos, posiblemente creyesen que Ramsay le había ordenado protegerme o vigilarme.

No nos costó más de diez minutos llegar a la salida trasera de la que hablaba. Solté las riendas de mi caballo y le ayudé a montarse. Sin embargo, me agarró por el brazo antes de que le soltara.

- Ven conmigo. Por favor. – suplicó. – Es mi oportunidad, pero también la tuya. Puede que sea la única ocasión que tengas de escapar de él.

Lentamente, me liberé de su mano.

- No quiero escapar de él, Theon. – susurré, casi temiendo reconocerlo en voz alta.

- Es un monstruo.

Una obsesión letal | Ramsay BoltonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora