CAPÍTULO 20: Laberinto de obsesiones

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"Cuando el amor se convierte en sombra, la libertad se convierte en un espejismo."

— Autora

Despertar fue un proceso lento, como si estuviera envuelta en un denso velo de confusión. Abrí los ojos y vi sombras danzantes en las paredes. El aire era frío y silencioso, y una punzada de miedo se instaló en mi pecho. Recordé la calidez del atardecer y la risa compartida con Joseph, pero ahora todo se sentía lejano, como un sueño del que no lograba despertar.

Las memorias de la noche anterior comenzaron a fluir en mi mente: el bullicio de la fiesta, el eco de las risas y las miradas cómplices entre mis amigos. Me habían sorprendido con una celebración por mi cumpleaños, un momento que debería haber sido alegre. Sin embargo, no podía recordar cómo había terminado en este lugar.

Intenté incorporarme, pero el dolor en la parte posterior de mi cabeza me detuvo. Al tocarme la zona, noté un vendaje que apretaba mi piel. Una ola de pánico me atravesó mientras los recuerdos empezaban a afluir. Damon. Su rostro surgió en mi mente, y con él, la aterradora realidad de mi situación.

Era inevitable. La risa se tornó en silencio y los colores se desvanecieron. La confusión dio paso a un abrumador sentido de vulnerabilidad. Mira a tu alrededor, me dije. Debo entender dónde estoy. La habitación era pequeña, con paredes grises que absorbían la luz. La única iluminación provenía de una bombilla parpadeante en el techo. Mi corazón se aceleró al darme cuenta de que estaba atada a una silla. Las cuerdas me dolían, pero luché contra el miedo que amenazaba con consumir mi razón.

El lugar parecía un espacio abandonado, como si el tiempo se hubiera detenido. A través de una pequeña ventana, apenas podía distinguir el exterior; todo era un borrón de luces difusas y sombras. La noche cubría la ciudad, y sentí una soledad profunda, como si el mundo estuviera muy lejos de mí.

A medida que trataba de concentrarme, la voz de Damon resonó en mi mente. Lo había conocido hace unos meses, un nuevo chico en la universidad que había caído en el círculo de amistades. En un principio, parecía carismático y encantador, pero había algo en él que me hacía dudar. Las advertencias de Joseph y Audrey flotaban en mi memoria, pero decidí ignorarlas. Pensé que estaba siendo paranoica.

Mientras mi mente buscaba claridad, un sonido resonó en la puerta. La oscuridad se separó cuando Damon apareció, iluminado por la tenue luz que se filtraba desde el pasillo. Su sonrisa era inquietante y, a medida que se acercaba, mi corazón latía con más fuerza.

—Isabella, querida —dijo, su tono suave y burlón.

Me estremecí.

—¿Qué me has hecho? —logré balbucear.

—Nada que no puedas soportar —respondió, acercándose lentamente—. Solo quité algunas distracciones para que pudiéramos hablar.

—¿Hablar? —la incredulidad me invadió—. ¿De qué?

—De tu futuro, de lo que podría haber sido si no te hubieras interpuesto en mi camino.

La tensión en el aire era palpable. Quería luchar, pero sabía que mi situación era crítica.

—No tengo nada que hablar contigo —dije, intentando mantener la calma.

—Oh, pero lo tienes. Tienes mucho que decir. Y créeme, estoy aquí para escuchar —dijo, acercándose más, con una sonrisa fría y calculadora.

Intenté recordar cómo había llegado aquí, cada momento que me había llevado a este punto. Había algo en sus ojos que me decía que estaba en una encrucijada, que el destino había girado en un ángulo peligroso.

Mundos Oscuros [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora