CAPITULO 21: Donde se encuentra la verdad

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"En la desesperación, la verdad puede ser más aterradora que la mentira."

Robert Louis Stevenson


La luz del hospital era deslumbrante, y cada parpadeo me costaba un esfuerzo. Intenté recordar cómo había llegado aquí, pero solo tenía un vago recuerdo del coche que nos abordó a Isabella y a mí. Su rostro, lleno de miedo, se desvanecía con cada segundo que pasaba.

De repente, el sonido de unos pasos rápidos me sacó de mis pensamientos. Miré hacia la puerta y vi a un médico entrar. Su expresión era seria, y un nudo de ansiedad se formó en mi estómago.

—Te hemos estado buscando, Joseph —comenzó, su voz firme—. Tienes algunas contusiones, pero estás a salvo.

—¿Dónde está Isabella? —pregunté de inmediato, la preocupación llenando mis palabras.

—Lo siento, no tenemos información sobre ella —dijo el médico, evitando mis ojos. Su evasión solo aumentó mi ansiedad.

—No podemos quedarnos aquí. Necesito saber dónde está —insistí, intentando ponerme de pie. Pero el dolor punzante en mi cuerpo me obligó a caer de nuevo sobre la cama. La imagen de Isabella asustada no se desvanecía.

Minutos más tarde, el padre de Isabella, el señor John, entró en la habitación junto a Audrey. Su rostro estaba marcado por la preocupación y la frustración.

—¡Joseph! —exclamó, acercándose a mí—. ¡Qué alivio verte despierto! Pero no tengo buenas noticias.

—¿Qué ha pasado? —pregunté, sintiendo que el corazón me latía con fuerza.

—Isabella no está. La policía dice que no podemos declarar su desaparición oficial hasta que pasen setenta y dos horas desde que no la vemos —dijo, su voz llena de impotencia.

—¿Qué? ¡No podemos esperar tanto tiempo! Necesitamos encontrarla ya —grité, sintiendo que la rabia me invadía. La idea de que Isabella estuviera en problemas era insoportable.

—Lo sé, lo sé —dijo el señor John, pasando una mano por su cabello desordenado—. Pero no podemos quedarnos aquí. Necesitamos actuar.

Con un dolor punzante en el cuerpo, me levanté de la cama.

—Dime qué hacer. Estoy listo —dije, decidido.

—Vamos a casa. Allí podemos pensar con más claridad. Si hay alguien que sabe algo, lo encontraremos —sugirió el señor John, y asentí, deseando que el tiempo pasara más rápido.

Cuando llegamos a la casa, la tensión era palpable. El señor John se sentó en el sofá, su mirada perdida en la nada.

—No puedo creer que esto esté sucediendo —murmuró, su voz temblando.

—No vamos a rendirnos. Debemos buscar a Isabella —dijo Audrey con firmeza, tratando de calmar la tormenta de emociones que llenaba la habitación. La imagen del rostro asustado de Isabella seguía atormentándome, y sabía que no podía dejar que eso me detuviera.

Mientras pensábamos en dónde empezar, un amigo de la familia llegó, un conocido que había trabajado para el señor John en el pasado.

—He escuchado lo que ha pasado. Quiero ayudar. Quizás pueda hacer algunas llamadas —ofreció.

—Gracias. Necesitamos cualquier pista que podamos conseguir —respondió John, y en su rostro  se vio pasar un ligero rayo de esperanza.

—Hay un lugar... un bar en un barrio que a veces frecuentan personas peligrosas. Tal vez hay alguien allí haya visto a Isabella —sugirió el amigo, su rostro serio, remarcando con su voz la última oración.

Mundos Oscuros [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora