(Narrador Tercera persona)
Adeline había crecido y, de ser una bebé dulce y tierna, paso a ser una niña que a su corta edad, poseía un carácter más grande que su persona; claro está, La madurez no se define de la edad, sino las experiencias vividas. Cualquiera podría preguntarse, ¿Que experiencia podría adquirir una niña de tan solo seis años? Por obvia lógica, ninguno. Pero también el aprendizaje se obtiene observando, escuchando; ¿Y como no? Isabella se había encargado de enseñarle de gran sobremanera a su hija, con el miedo y a su vez, la certeza de que que su pequeña Adeline, no viviría las mismas circunstancias que marcaron su vida.
En el transcurso de aquellos últimos seis años, hubieron momentos que dejaron huella en la vida de Isabella y de su familia, momento que para una madre, hija, novia y mujer; marcaría como un sello de sangre.
Momento como la vez que su pequeña Adeline, a punto de cumplir su primer año pronuncio sus primeras palabra y la sensación de escucharla decir...
<Un fin de semana como cualquier otro, donde familia y amigos se reunían a conversar, jugar y compartir. Habían tomado está costumbre desde el momento en que Adeline había llegado a sus vidas y conquistado sus corazones.
Las mujeres sentadas a la mesa conversando de temas triviales, una buena opción de manicure o quizás la mejor sala de belleza de la zona; era notorio el cambio que había tomado sus vidas desde que una nueva personita se había integrado a su pequeña pero selectiva familia.
Los hombres se encargaron esa vez de preparar la comida mientras hablaban de deportes, unos hablaban de su equipo favorito de fútbol, otros de baloncesto y así la tarde se iba yendo entre risas y buena compañía.
Isabella tenia a la pequeña Adeline en su regazo jugando con su muñeca favorita, regalo de su abuelo; todas estaba concentradas en la conversación hasta el momento en que, entre balbuceos, Adeline pronuncia sus primeras palabras.
— Ma... Má– toda la mesa queda en silencio y el asombro toma a Isabella. No podía creer que su pequeña había comenzado a hablar, o el inicio de ello.
— ¿Que dijiste? – Isabella llena de emoción a punto de que sus ojos cristalizados se desbordaran. — ¿Puedes repetir lo que dijiste, mi amor?
— Mamá. – una sonrisa inocente se dibuja en el rostro de la pequeña, y como es lógico, era tan grande su inocencia, que continúa jugando con su muñeca.
Todas las presentes, testigas del memorial momento, chillan de emoción y una Isabella inundada de amor, abraza a su hija con lágrimas en sus ojos.>
Y así fueron pasando los años; día tras día, familia y amigos se unían y su relación se fortalecía; dicen que el amor es la fuerza más poderosa, y de ella le sigue la amistad; el ser humano no es capaz de sobrevivir solo, y quién diga lo contrario sería catalogado como mentiroso; Isabella lo entendió, se había empeñado la mayor parte de su vida en levantar muros que la distanciaran del mundo real, que la ocultaran de la realidad que la rodeaba, que la protegieran de la hipocresía, falsedad y odio del cual estaba lleno el mundo; pero no vio que sus muros se vendrían abajo con su llegada.
Ambos necesitaban esa luz que iluminara sus mundos llenos de oscuridad, esa persona que les enseñara a amar, creer... Ambos necesitaban esa persona que les mostrara como confiar de nuevo.
Ambos se necesitaban.
Los dos lo entendieron y se arriesgaron, hasta el punto en que llegó el dia de dar el siguiente paso.
<Hacia una hermosa noche, noche de un perfecto viernes; Isabella caminaba de la mano de Joseph por una de la tantas plazas de la ciudad. La había llevado casi a rastras, alegando que se merecía un respiro y salir a tomar aire fresco.
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Mundos Oscuros [Editando]
Teen FictionIsabella Fernández ha construido muros altos y gruesos alrededor de su corazón, levantados por la traición de su padre y la pérdida de su madre. Aunque vive en la vibrante ciudad de Los Ángeles y asiste a una prestigiosa universidad, se siente atrap...