CAPÍTULO 19: Un sendero al corazón

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"En un instante, la felicidad se desvaneció, y la oscuridad se abalanzó sobre nosotros, transformando un momento de conexión en una pesadilla inminente."

— Autora

El sonido de mi teléfono rompió el silencio de la tarde, y, al mirarlo, vi el nombre de Joseph brillando en la pantalla. Mi corazón dio un pequeño salto. Desde la fiesta sorpresa de mi cumpleaños, las cosas habían cambiado entre nosotros. Había una nueva ligereza en el aire, y cada mensaje de texto o llamada me hacía sentir un poco más viva. Sin embargo, la ansiedad se mezclaba con la emoción. El recuerdo del tumor y la incertidumbre aún flotaban en mi mente, pero había decidido disfrutar de cada momento.

—Hola, Isabella. ¿Te gustaría hacer algo especial hoy? —preguntó su voz al otro lado de la línea, suave y cálida.

—Claro, ¿qué tienes en mente? —respondí, tratando de esconder la emoción en mi tono, aunque sentía que mis palabras se llenaban de expectativa.

—He estado pensando en que podríamos ir al parque, hacer un picnic y, si te parece bien, después podríamos pasear por el sendero junto al lago. Me gustaría pasar un tiempo contigo, lejos de todo —dijo, y sentí que mi corazón se iluminaba.

A medida que llegaba la tarde, me preparé con una mezcla de nerviosismo y anticipación. Elegí un vestido ligero que siempre me hacía sentir alegre y cómoda, un vestido azul que recordaba el cielo despejado. Al mirarme en el espejo, sonreí. Mis ojos brillaban con un destello de esperanza, algo que no había sentido en mucho tiempo.

Cuando Joseph llegó, el sol comenzaba a ocultarse tras el horizonte, tiñendo el cielo de tonos naranjas y rosas. Su sonrisa era contagiosa, y me sentí afortunada de tenerlo a mi lado.

—¿Listo para una aventura? —dijo, extendiendo su mano hacia mí. Su voz resonaba con la energía de un nuevo comienzo.

—Siempre que sea contigo —respondí, sintiendo un cosquilleo en el estómago al entrelazar mis dedos con los suyos.

El parque era un lugar vibrante, lleno de vida. Los árboles danzaban con la brisa suave, y el sonido de risas y juegos llenaba el aire. Joseph había traído una manta de picnic y una cesta repleta de deliciosas sorpresas: frutas frescas, sándwiches y, por supuesto, agua. Mientras nos sentábamos en la hierba, la sensación de normalidad y alegría me envolvía.

—No puedo creer que hayamos esperado tanto para hacer esto —dijo Joseph, mientras destapaba la cesta y comenzaba a servir.

—Es verdad. Deberíamos hacerlo más a menudo —respondí, mientras tomaba una fresa jugosa y la mordía. El sabor dulce y fresco me llenó de alegría, como si cada bocado me recordara que había cosas buenas en la vida.

Compartimos risas y anécdotas mientras disfrutábamos de la comida. Había algo mágico en ese momento, una conexión que se sentía más fuerte que antes. Al mirar a Joseph, noté cómo su sonrisa iluminaba su rostro, y me di cuenta de que cada momento a su lado era un regalo.

Mientras hablábamos de nuestros intereses, la conversación fluyó con naturalidad. Hablamos de nuestras películas y series favoritas, de cómo cada vez que escuchábamos una canción de amor, pensábamos en la otra persona. Las anécdotas de nuestra infancia también surgieron, lo que nos permitió ver cómo habíamos crecido y cambiado, pero la esencia de quienes éramos seguía intacta.

—Recuerdo cuando era niño y creía que podía volar si saltaba lo suficientemente alto —dijo Joseph, riendo mientras recordaba sus travesuras. Su risa era como una melodía, y yo no podía evitar unirme a ella.

—Yo también creía en cosas imposibles. Una vez pensé que podía ser artista, aunque solo sabía hacer garabatos —bromeé, sintiéndome cómoda en su compañía.

Mundos Oscuros [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora