No sé cuánto tiempo pasó llorando entre los brazos de Dante y el no dice nada, solamente acaricia mi cabello con ternura y empiezo poco a poco a calmarme. Ahora sí me dedico a disfrutar el olor que desprende todo él, es riquísimo y no se porque me da esa tranquilidad y seguridad que generalmente no siento nunca.
— Perdóname — digo con voz ronca.
—¿Porqué? — pregunta en un susurro.
— Para empezar — sentí la vibración de su pecho al reír suavemente — por haber interrumpido tus actividades y segundo por mojarte tu camisa con mis lágrimas, esto es vergonzoso.
No me había separado ni un milímetro de el, pero al ver como se carcajeaba me separé y le vi avergonzada, de seguro tenía un aspecto de lo peor, ya saben, cuando uno llora y eso.
—¿Sabes? Mi camisa es lo que menos me importa en este momento — me dijo y yo lo mire sorprendida — iba de camino a buscarte, pues realmente tu compañía me agrada, pero estaba tan concentrado en mis pensamientos que no me fijé que choque contigo y pues ya sabes lo demás.
Por un ínfimo momento creo ver un poco de vergüenza en su rostro pero cambio el gesto al volver a verme y sonreirme e inmediatamente escondo mi rostro con mi cabello, ¡Dios!, ¡ He de estar horrorosa!. Pero él al percatarse levanta mi rostro y me dice:
— ¿Quiere, señorita Scott, acompañarme está tarde a dar un paseo por la ciudad? — al ver que no respondo, adelanta — Me gustaría conocer de primera mano los mejores lugares acá.
No me pregunta porque lloraba, es casi como tema olvidado apesar que aún tengo lágrimas en mis ojos y estoy asquerosamente moqueando. Vamos que es un verdadero caballero.
— ¿Algo así como una guía turista? — no puedo evitar achinar los ojos, desconfío.
Hace una mueca, pensándolo.
— No claro que no, o bueno sí, es que quería invitarte a cenar pero me imagino que se te hace un poco incómodo, recién me conoces, así que, ¿Porqué mejor no me muestras algún lugar bonito de la ciudad y de paso nos conocemos un poco más?, Puede que mañana te invite a cenar.
— ¿Sabes algo? Contarle eso a una mujer no la hace sentir precisamente segura — arrugó el entrecejo y el sonríe a modo de disculpa — pero curiosamente te entiendo y me parece perfecto el paseo.
— Bueno entonces...— limpia alguna lágrima que quedaba en mi rostro con sus dedos y es su turno de fruncir el entrecejo — ¿ Estás bien?
— Todo bien — sonrió — la nostalgia me ataca a veces.
— Me parece, vamos por ese paseo.
Caminamos uno al lado del otro en silencio por un momento, lo que me pasó hace algunas horas completamente olvidado, ahora solo pienso en un buen lugar que le pueda mostrar a este hermoso hombre.
No hay muchos lugares en la ciudad que sean muy llamativos a excepción de una exhibición de arte, un parque extenso y un teatro, los lagos, parques de juegos y demás lugares entretenidos están fuera de la ciudad. Me decanto al final por los primeros dos en ese orden.
—¿Te gusta el arte? — digo de pronto para saber si es buena elección.
— Depende, me gustan las esculturas y las pinturas, en cambio la música me aburre un poco.
Perfecto.
— Entonces te gustará el lugar al que te llevaré, ven conmigo.
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Es muy curioso como te puedes sentir bien y segura con alguien que no conoces, a mí esto mismo me pasa con Dante, digo, el solo hecho de pensar en él me eleva el lívido a mil, eso no lo duden. Pero pasar más de un par de minutos cerca de él han hecho estragos en mi cordura, es entretenido aunque serio, tiene una opinión para todo.
Aprecia el arte, eso se nota, no deja de ver críticamente cada obra que hay en la exhibición, mientras yo solo voy de una a otra y de pronto me centro en una pintura en especial, le llaman "El Grito" y lo que veo me hace viajar en segundos a miles de kilómetros lejos de allí. Es una forma ( humana, por supuesto) que está gritando como el mismo nombre lo dice, pero no es eso lo que me paraliza, sino la desesperación que me transmite, es como si muy dentro de mi estuviera gritando desde hace mucho tiempo como la persona de la pintura y realmente siento mi garganta seca, con un nudo en ella y esas ganas irrefrenables de llorar vuelven a mí, pero no me permito hacerlo.
Cuando Dante se da cuenta que me ha dejado atrás vuelve sus pasos y se posa a la par mía, pero aún no lo vuelvo a ver, posa su mano cálida en mi hombro y a pesar de hacerme la fuerte una lágrima resbala por mi mejilla.
— Tranquila — me dice — Lo que sea que te afecte, pronto pasará.
Vuelvo a verlo y noto que me mira con preocupación, ¡Dios! Estoy arruinando lo que bien podría ser una posible cita con este espécimen de hombre, das lástima, Melody.
— ¿Quieres que nos vayamos? — limpia mi mejilla mientras intento decir algo — no es necesario que me cuentes pero podemos marcharnos si así lo deseas.
—No te preocupes, sigamos otro rato — tomo la decisión, no voy a irme porque me afecte aún mi pasado, tengo que dar un paso adelante — enserio, ven.
Me cuelgo de su brazo con descaro pero quiero pensar que es por confianza y caminamos hacia las demás obras, media hora después todo queda olvidado y Dante y yo hemos tenido un diálogo fluido sobre lo que pensamos de las pinturas que hemos visto, pasamos comprando algunos dulces al salir de allí y caminamos despacio hablando de cualquier cosa, aún no lo suelto de su brazo pero eso no parece incomodarle y se ve tan bien, tan joven, tan genuino que no quiero separarme ni un centímetro de él.
Llegamos a mi casa y es el momento que menos quiero, me la he pasado tan bien con el que quiero olvidarme de mi realidad de por vida.
— Henos acá — me dice, incómodo,creo.
— Henos acá — repito como retrasada y me obligo a continuar — gracias por la compañía.
— Nooo, gracias a ti por prestarte acompañarme, te debo una — me da una de esas sonrisas moja bragas que carga — y me alegro que hallas pasado una linda tarde y que halla sido conmigo.
— Bueno, entonces supongo que nos vemos luego — sonrió.
— Claro, por allí...
— Sii, feliz noche.
— Igualmente, Melody.
Me doy la vuelta para entrar a casa pues no quiero verlo irse o haré alguna de mis estupideces de siempre.
— ¡Oye!
— ¿No quieres un beso de despedida o si?
Melody, ¿Porque eres así?
Sonríe, al menos sonríe.
— La verdad iba a pedir tu número si no te molesta, pero lo del beso tampoco es que este mal.
¿Donde halló una cuerda para suicidarme?
— Claro que no me molesta — repito, pídeme lo que quieras — te lo daré.
Se acerca a mí y me mira como si me quisiera comer, definitivamente no es una mirada cálida sino más bien, es una mirada ardiente y entonces comprendo.
— Tu teléfono — pido y me mira dudoso — te daré mi número telefónico.
— Oh, si claro.
Guardo mi número en sus contactos y me despido. ¿Me hará ver ese acto desesperada o no? Quizá solo lo pidió por compromiso, se de sobra que tiene excelentes modales. Entro en casa con el corazón a mil ¿Me iba a besar? Dios!!!
— ¿Así que ya andas de regalada con cualquier desconocido de nuevo? Me decepcionas hermanita.
Y así, mi paz se fue....
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Cansada de Tanto Cuento
RomanceÉl, con 33 años, todo un caballero en su máxima expresión. Un hombre maduro, con excelentes cualidades y una vida tranquila. Físicamente, guapísimo, el amante que todas las mujeres desearían, amoroso, detallista con una pasión extraordinaria. Ella...