EZEL

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Día 267 sin leucemia. O eso dicen.

No puedo dormir, procuro no hacerlo. Quién sabe lo que harían estas malditas células mías si lo hiciera. La doctora Jones me dijo que debería intentar dormir más. Qué fácil es dar consejos a otros cuando no sabes por lo que pasan.

Leesha en cambio siempre dice que la gente siempre trata de ayudar, aunque no tenga ni p...idea de hacerlo.

Cierro el cuaderno. Ni siquiera sé por qué sigo intentando escribir. No se me da bien. Me gusta leer en cambio. No puedo ni consolarme con un cigarrillo. Que mi cuerpo sea propenso a degenerarse por sí sólo porque tengo una mierda de sangre no es lo mejor, como para añadir un cáncer de pulmón. Son las siete y cincuenta de la mañana. No he dormido, como de costumbre. Cuando probablemente mueras sin esperarlo, el tiempo para dormir es un lujo.

Es mi día de visita con Leesha. Esa chica...tiene algo. Cuando la conocí en el hospital me pareció bastante idiota la verdad. No puedo mentir. ¿Quién monta semejante espectáculo? Fue muy brusca con su amigo. Estuvo varias horas con ella y aún así ella, quería huir. ¿De qué? Me lo pregunto siempre. ¿qué hay de sí misma que tanto la aterroriza? Yo Ezel Bodevan huérfana desde los tres años y con leucemia desde los dieciséis, con tres casi muertes. Yo, estaba consolando a una cría de dieciséis. ¿por qué? No lo sé. El caso es que hay algo en ella que me fascina. Me suscita mucha curiosidad.

Me ducho y me pongo lo primero que veo; o sea se un par de jeans viejos y un jersey al menos tres tallas más grande. Cuando termino con todo, cojo el móvil y la llamo. Sé que estará allí, pero es más bien por costumbre. No coge. Esto es raro. Marco de nuevo, consiguiendo el mismo resultado. Leesha siempre coge, siempre. No importa lo que haga. Miro sus redes sociales. No se ha conectado desde ayer por la tarde y eso ya debería haberme extrañado. No respondió a mi último mensaje cuando hablábamos sobre sus amigas.

Sólo me da tiempo a coger las llaves antes de salir disparada hacia la puerta.

Algo va mal. Algo anda muy mal. Y dado que ni Latoya ni Wendy saben acerca de su problema, dudo que sospechen lo que yo, que Leesha ha tenido una crisis. Cuando llego al colegio, el guarda de turno me pide la identificación pero luego me reconoce y tras una sonrisa brusca me deja pasar. Conozco este colegio más o menos, por la hora que es sus amigas deben estar desayunando. Voy directa al comedor, rezando internamente por no equivocarme y encontrarlas.

Suspiro de alivio al verlas desayunando muy animadas. Ni siquiera les saludo por cortesía.

-¿Habeis hablado con Leesha, desde ayer?

Wendy pone cara de confusión.

-No ¿ha ocurrido algo? – Latoya ya se está poniendo de pie.

-Espero que no.

Corremos hacia su habitación. Sólo se oyen nuestras pisadas en el suelo, como pequeñas notas de una canción que desafina.

Wendy toca suavemente la puerta, que para mi sorpresa no está bloqueada. Cuando se abre, lo que veo me deja clavada en el sitio.

Sólo hay desorden. La ventana está rota y hay trozos de cristal en el suelo al igual que un montón de papeles rajados y lo que parece...sangre. La cama está completamente deshecha y Leesha está tumbada en el suelo, medio desnuda, sólo cubierta con una camiseta rasgada por varios lugares. Si no fuera por mi mezcla de enfado y tristeza, podría haberme quedado mirando el suave dibujo de sus clavículas, o la forma en la que su cuello dibujaba una curva perfecta. ¿Por qué estoy enfadada? Bueno, cuando tienes una enfermedad que supone que literalmente toda tu sangre sea una jodida basura, ver a otra persona desperdiciando la suya no es demasiado agradable.

Pero no tengo tiempo para eso ahora. Tanto Latoya como Wendy están clavadas en su sitio, pero tengo que tomar el control de la situación.

Les susurro para no asustar a Leesha, que se lo explicaré más tarde. Ella no quería que sus amigas se enterasen aún, pero al parecer todo le ha explotado en la cara. Me acerco a Leesha, tiene los ojos clavados en la pared con una mirada extrañamente tranquila que me pone los pelos de punta. Les indico a Latoya y Wendy que recojan la habitación mientras cojo en volandas a Lee. Ella se deja y sigue callada. Pesa un poco más de lo que esperaba y por lo que puedo ver sólo tiene cortes en las manos, probablemente de los cristales que hay en el suelo. Los cortes de sus brazos pese a seguir irritados no se han vuelto a tocar. Lo cual me hace pensar que tuvo una crisis, pero aun así se resistió. La desnudo con delicadeza, pero sigue muda. Es como manejar un cadáver. Ella no parece inmutarse mientras la ducho. No tardo ni diez minutos, y vuelvo a cargarla para que se seque y se vista. Latoya y Wendy ya han quitado la mayoría de cosas de en medio. Le pido a Wendy que busque algo para vestirla y mientras, salgo con Latoya al pasillo de nuevo.

Su cara es una máscara total. Debe de ser realmente duro para ella. Ya que es como una hermana para Lee.

-Quiero saber qué ha ocurrido.

Está cruzada de brazos y sus trenzas recogidas en un moño desigual.

-Desde que murió su hermana, Leesha ha desarrollado ansiedad, dismorfia corporal y lleva desde entonces autolesionándose.

Me mira como si no le sorprendiera, aunque por la expresión de su cara parece que le duele.

-Sospechaba que quizá estuviera deprimida pero no que llevara cuatro años autolesionándose. Y sobre todo sin que yo me diera cuenta. Wendy quizá. Pero ella y yo aprendimos a caminar juntas. – comienza a dar vueltas mirando a la nada. Se apoya contra el marco de la puerta, tiene la mandíbula marcada y tensa. – creo que ya sé la respuesta, pero, ¿cómo sabes tú todo esto?

- Después de lo que ocurrió, su psiquiatra, que es la misma que la mía, quiso saber qué tipo de terapia podía tener y me ofrecí a ser su compañera. Mantengo un ojo sobre ella, la escucho, trato de hacer que todo sea más llevadero...

Miento y lo sé. Cuando digo que la escucho, en realidad quiero decir que la observo. Leesha nunca habla de su problema a no ser que quiera y eso nunca ha ocurrido. Intenté un par de veces preguntarla, pero sólo conseguí miradas que no supe interpretar.

-¿Quién más lo sabe?

-Creo que el chico que la llevó al hospital...no me acuerdo de su nombre.

-¿Isaiah?

-Sí. Ella no quería que ninguno de vosotros lo supiera de momento. Aún no estaba preparada.

Pasamos un par de minutos en silencio. Probablemente esté asimilando todo esto.

-¿Y ahora qué hacemos? – pregunta finalmente.

-Lo mejor que podemos hacer en estos momentos es estar a su lado. Creo que la compañía es la mejor medicina.

Ni siquiera yo misma me lo creo.

Latoya le explica a Wendy de la misma manera que yo se lo he explicado a ella anteriormente. Soy yo la que se queda con Lee mientras ella duerme. Al menos ya no tiene esa mirada ausente que tenía antes. Debo admitir que me da escalofríos.

La raíz del problema reside sin duda en la muerte de su hermana. No creo que no haya asimilado su fallecimiento. Ella nunca me ha habla del accidente y no creo que ni siquiera Latoya y ella hayan hablado mucho al respecto. No puedo evitar preguntarme si Wendy sabe de la existencia de la hermana pequeña de Leesha. Si no lo sabe eso quiere decir que probablemente ella aún no lo ha asimilado o más bien prefiere actuar como si no hubiera ocurrido, de cara al resto del mundo, pero no olvidándolo nunca en su interior.

Leesha se revuelve en sueños. Llora mientras lucha con una fuerza invisible, se encoge sobre sí misma y se muerde los labios.

Le limpio las lágrimas lo más suave que puedo y le acaricio la mejilla.

Es hora de tener una conversación seria con Latoya y Wendy

Escondida En La MiradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora