A LA DE TRES...

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Mientras Wendy duerme, reviso mi móvil, está lleno de notificaciones. Empiezo por el Whatsapp. Primero un mensaje en el grupo de las Vengadoras; de Latoya, preguntándose dónde estamos Wen y yo. Le mando un mensaje corto diciéndola que suba en cuanto pueda a la habitación, que suba su portátil y que se lo contaremos ahora. Silvia, diciéndome que me suplirá porque ve que no llego, y que además Sylvio la está ayudando.
Algunos mensajes de compañerxs de curso, repartidos entre los mensajes tipo: “No me creo nada de lo que dicen los rumores” y los “Te hace que nos lo hagamos”.
En el grupo de Whatsapp del Comité me dicen que me han estado buscando y un montón de mensajes de apoyo. Isaiah incluso se ofrece como apoyo. Y el Whatsapp de los Whatsapps uno de mi madre. Recordándome un montón de cosas, pero sobretodo mi visita. Ese día. ¿De verdad piensa que podría olvidarme de algo como eso? ¿Olvidarme del aniversario de la muerte de mi hermana? Prefiero no responder de momento ya que tengo dos mensajes privados más; Isaiah y mi amiga Marta. Marta es una chica que conocí por un foro de internet, escribe además y tiene un blog donde dejó su contacto. Resultó que teníamos un montón de cosas en común, y es una de las pocas (si no la única) personas que entiende de verdad por lo que paso ya que ella ha pasado por lo mismo. El mensaje de Isaiah en cambio es un simple “¿Qué tal estás?”
Vaya
En Instagram las cosas son totalmente distintas. Mi móvil casi se paraliza por la cantidad de etiquetas, comentarios y mensajes directos. Gente que conozco y no conozco, gente que dice tonterías, gente que me defiende y gente que me condena. Decido que lo más sano para mí ahora mismo es no decir nada de momento.
Latoya llega en el momento en el que decido ir al super a por los brownies y las patatas que tanto le gustan a Wendy. En susurros rápidos le digo a Latoya que voy a dar una vuelta y que se quede con Wen.  Necesito estar sola, pero sobretodo necesito respirar y alejarme. Fuera, anochece, y la noche parece ventosa y fría. El aire frío me da en las mejillas y me despeja la mente. La tengo llena de un montón de cosas sin orden y sin sentido.
Ahora entiendo su comportamiento extraño, siento muchísima rabia, y sé que no me puedo quedar de brazos cruzados. Ya no tengo tiempo para lamentarme ni para hacer nada que no sea ayudar a mi amiga, ni para pensar en lo ocurrido con Coral (porque si lo hago la rabia irá en aumento), ¿por qué tuvo que pasar por eso? ¿Por qué narices unos capullos se creen con el derecho a hacerle eso?
Llego al súper, he tenido que coger de los ahorros secretos que tengo, pero hoy me da igual usarlo, ya lo repondré.
Elijo el pack de mini brownies que tanto le gustan, esos que sólo con uno sientes en tu estómago todo el chocolate de Willy Wonka.
Busco también su zumo tropical favorito, y unos cuantos botes de Pringles, he cogido también, tres botes extra grande de yogur, limón y nueces de macadamia. Están de oferta y tengo los brazos bastante ocupados y temo que se me caigan las bolsas.
-¿Necesitas ayuda? – dice una voz a mis espaldas.
Según me giro veo que es Isaiah, tiene una expresión relajada y me sorprende verle sin el uniforme. No es un chico muy popular y por lo que sé suele estar bastante en su cuarto y estudiando, la mayoría piensa que es un rarito. Aparte de diálogos sobre el Comité nunca hemos hablado demasiado. Lleva un jersey que le va algo grande y le da un aire aniñado con unos pantalones de chándal a juego. Es mestizo, lo sé por sus rasgos,  latino quizá o un negro de piel clara. Su pelo es rizado y de color negro, corona su cabeza, todo en él es suave, salvo tal vez la fuerte línea de su mandíbula. Sus ojos son acuosos, y no sabría decir si son marrones, verdes o las dos cosas.
-Ah, hola. Bueno…pues…sí, gracias.
Coge un par de botes de Pringles, la bolsa de Doritos y los brownies y me deja cargar con los helados.
-He venido a por café de ese preparado, no es lo mismo que el recién hecho pero para el caso me sirve.
Sonríe sin mostrar los dientes, parece un dibujo animado. Está tan serio siempre y pasa tan desapercibido que hasta ahora no me había fijado del todo en él.
-Yo he venido a por unas cuantas chucherías…
-Te tomaba por una deportista baja en azúcares. Casi siempre coges ensalada en la comida.
¿De verdad se ha fijado en eso? Bueno, supongo que en un colegio donde nos conocemos todxs, las costumbres acaban siendo observadas.
-Bueno sí, eso no significa que mida las calorías que me meto o que no pueda comer chocolate.
-Hoy no has venido a la reunión. Tú nunca faltas. – entonces sé que tiene ganas de saber sobre el chisme sobre Coral.
Genial.
Estamos pagando nuestras compras y la cajera, una chica con cara de pocos amigos parece estar harta de la vida y me mira de arriba abajo.
-Ya sé que se ha propagado… - empiezo. Pero Isaiah me corta con una voz calmada.
-Da igual, no me interesa, Black. Sé que es mentira.
Esta afirmación tan rotunda me deja noqueada un instante. Sobre todo por el hecho de que Isaiah y yo no somos amigxs, apenas me conoce realmente, al mismo tiempo, una sensación de alivio me inunda por dentro y tengo ganas de sonreír.
-Gracias, supongo.
-No hay de qué.
Caminamos de vuelta al internado y su presencia  me produce una gran tranquilidad, me siento aliviada y me transmite confianza. Es agradable caminar a su lado ya que no siento la necesidad de hablar para rellenar el silencio.
-Ningunx del Comité te juzga, Black. – suelta de repente. Sigue con su sonrisa de dibujo animado. – pero anda con cuidado con Keri, quizá te tire los trastos, creo que siempre le has gustado. – arquea una ceja y me guiña el ojo.
Me hace reír.
-Puedes llamarme Lee.
-No sueles dejar que nadie te llame Lee.
-Sólo la gente que me cae bien. – y le guiño el ojo.
· · ·
Isaiah me acompaña hasta el cuarto de Wendy.
-Oye…¿quieres que hablemos por Whatsapp?
Me recuerda a la proposición de Sylvio, sólo que esta sí que me la pienso. Debo de poner “cara de circunstancia” como la llama Latoya porque añade rápidamente:
-Para hablar digo, eres menos estricta de lo que pensaba. Es agradable estar contigo.
-Claro. Cuando quieras.
-Pues ya hablaremos
Se aleja hacia el pasillo de los chicos y yo abro la puerta de Wendy. Rebecca aún no está y no creo que haga acto de presencia aún. La habitación está en penumbra y la luz del portátil es uno de los focos de luz  aparte de la lámpara al lado de la cama. Deben estar viendo una película. Wen me mira según abro la puerta, tiene un aspecto horrible, con los ojos abiertos rojos como si no hubiera dormido en un mes, pero me mira como si fuera Papá Noel cuando ve las bolsas que traigo.
-¿Helado de yogur? – dice sonriendo
-Con bombas de brownie.
Nos acomodamos las tres en la cama de Wendy, nunca sé como conseguimos caber todas sin caernos por los bordes.
-¿Estáis viendo Civil War, sin mí? – digo indignada.
Eso es casi un sacrilegio en nuestro grupo.
-Es que no sabíamos cuando ibas a llegar. – dice Latoya con aire culpable.
Hago un mohín fingiendo estar enfadada pero me alegro de que Wendy parezca más tranquila. Ojalá y todo esto no le lleve hasta donde he llegado yo.
-Bueno ahora a callar, van a repartir leches como tortas. – dice Wendy mirando ansiosa la pantalla.
Al mismo tiempo noto que mi móvil vibra y veo la notificación de Whatsapp. Es Isaiah
<<Cuéntame…¿cómo es la Presidenta Leesha cuando no está en reuniones? Aparte de comprar chuches>>

Escondida En La MiradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora