LAS MANCHAS DE CAFÉ

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Las manecillas del reloj se pasean caprichosas por la esfera brillante, escribo mentalmente de manera poética.
Estoy sentada en la silla de plástico blanca de la sala de espera, con la luz fosforescente titilando incontrolablemente. ¿Por qué la administración de este colegio es tan desastrosa?
Miro a mi izquierda, el señor Beau, es un hombre entrado en sus cincuenta, de ojos castaños oscuros, mirada profunda y cejas pobladas. Es el secretario del colegio, un tanto indiferente a todo lo que pasa a su alrededor, lo que se conoce como un tipo que probablemente siga viviendo con su madre porque no llegó a estudiar lo que quería. Teclea siempre sin cesar en un ordenador portátil encorvado y ceñudo. Tras unos instantes, alza la vista y dice:
-Black, puedes pasar.
Tengo una sensación extraña en la nuca que no me gusta nada. Así que me paro a respirar profundamente antes de entrar en el despacho del director.
El despacho, tiene las paredes pintadas de color verde oliva, y están repletas de retratos, diplomas y certificados. Siempre que entro aquí me siento abrumada por ver tantas fotos de eventos en los que yo aparezco.
-Siéntate Leesha. – dice el director.
Me siento en la butaca de cuerpo negro frente al  gran escritorio tras el que se sienta el hombre que dirige el cotarro. El director Thorne es un hombre de cuarenta y pocos, con abundante pelo claro y ojos verdes, se caracteriza por su entusiasmo y su habitual sonrisa, que no luce en este momento.
-Te felicito por tu victoria del sábado noche.-dice a modo de introducción. He estado preparándome cerca de un mes para esa competición.
Según el director yo soy algo así como, un modelo a seguir. Me mandaron aquí hace tres años por “conducta temeraria y delictiva”, creo que la sexta vez que mi detuvieron, llevaba cocaína encima, y para el colmo no era mía. Los primeros meses odié este internado a muerte, me peleé unas cuantas veces y faltaba a bastantes clases.
El director me convenció de que utilizase toda mi ira y mi frustración hacia algo más creativo, y aunque al principio me sonó a una soberana estupidez, al final acabé por ceder. Fue entonces cuando encontré mi pasión por el street Workout. Una modalidad normalmente masculina, en la que utilizaban barras, y su propio peso para crear movimientos deportivos acompañados de música. Al no ver hueco para las chicas y con mi espíritu feminista siempre por delante le dije al señor Thorne que deseaba crear un grupo en el colegio. Al principio el grupo fue femenino pero tras varios meses se convirtió en mixto. Desde entonces, empecé a hacer cosas por los demás y a idear cosas para otras que como yo tenían un pasado un tanto oscuro. Llevo siendo portavoz del instituto desde hace dos años, y según lo que él mismo dice soy una alumna excelente.
Por eso, no entiendo muy bien por qué me llama el director.
-Muchas gracias. – digo agradeciendo el cumplido. En el escritorio hay una foto enmarcada de su hija Coral, y sin poder evitarlo, sonrío.
–Sabes que estoy muy contento con tu trabajo. Y que no te pediría nada que no supiera que no puedes hacer.
¿A qué demonios se refiere? ¿Es que quiere algún tipo de favor sexual?
-No entiendo.
El señor Thorne inhala profundamente como si estuviera muy cansado.
-Hay un estudiante nuevo, se incorpora hoy, se llama Sylvio Eden. Tiene...esto...es un poco complicado...bueno, el caso es que quiero...no, te pido que seas su mentora.
Suspiro aliviada, estoy acostumbrada a trabajar con gente, nunca me ha pedido que sea mentora especialmente de algún alumno. Así que le pregunto qué supondrá eso y sobre todo si afectará a mis horarios.
-Bueno, supondrá que te conviertas en algo así como su sombra, tendrás que estar con él y guiarle. ¿Si afectará a tus horarios? Sinceramente no lo sé.
Le miro, esperando algo más pero él sólo añade:
-Mañana se incorporará de lleno en las clases, entonces le conocerás. Eso es todo.
Camino hacia la puerta, tengo un presentimiento, sólo que no sé si es bueno o malo.
Miro el reloj (creerme para alguien como yo el tiempo lo es todo, el cuánto, cuándo, dónde) y veo que la hora de la comida hace tiempo que empezó
El colegio es bastante grande teniendo en cuenta que originalmente era un castillo, con la primera planta ocupada por el sotáno, las clases de primaria, secretaría y administración. La segunda, alberga a los estudiantes de secundaria, la biblioteca, el comedor y la dirección, la última planta contiene las habitaciones de los internos, con el ala derecha ocupada por los chicos y la izquierda por las chicas.
Mientras subo las escaleras no paro de pensar en el entrenamiento de hoy y las técnicas que practicaré, además de que probablemente ayudemos en un asilo de ancianos cerca de aquí que anda algo corto de personal.
El comedor ya está bastante lleno para cuando yo llego y veo a bastantes cabezas mirarme, entre la envidia, la curiosidad y muchas cosas que no me importan.
Miento si digo que no estoy acostumbrada a esto, antes incluso de convertirme en “Leesha la Perfecta” era “Leesha la Delincuente” . Tampoco es que me lleve mal  con la gente, pero la mayoría se aleja. Salvo Wendy y Latoya. Wendy y yo somos amigas desde que entré aquí aunque acabamos a palos un par de veces, y Latoya y yo somos amigas desde la infancia, aunque ella y yo somos una pequeña versión del Señor de los Anillos y todas sus batallas.
-Llegas tarde.-dice Latoya sacudiéndose las trenzas. Ella, al igual que yo es negra pero no suele llevar su pelo al natural, dice que le da mucha pereza. Pero sí que cambia de trenzas muy a menudo. Es alta y delgada y unos labios en forma de corazón, que es lo primero que todo el mundo suele notar en ella.
-El director me ha llamado.
-¿Qué medalla has ganado ahora, miss Perfección?- se burla Wendy. Ella en cambio es mulata con muchas (muchísimas) pecas por toda la cara y los ojos color marrón miel, es bastante robusta y bajita.
-Ninguna. Me ha pedido que sea tutora de un chico nuevo.
Wendy y Latoya se miran y sé que estoy a punto de oír una de sus teorías conspiratorias.
-Te ha colgado el marrón.-dicen al unísono.
-¿Qué?
-Es el típico tío marginado con un trastero lleno de los cadáveres de sus ex novias.-dice Wendy dándole vueltas a la ensalada y abriendo mucho los ojos, como hace siempre que enfatiza algo.
-Sí, un fetichista de pies huele bragas.-añade Latoya, que si hay algo que le guste más que el arroz a la cubana son los chismes disparatados
-Tú sí que eres una fetichista.- digo yendo a por mí bandeja de comida.
La comida no es tan mala, al menos no es del tipo “guiso no identificado”. Escojo un bol de ensalada y un par de filetes de algo que parece pollo empanado. Hay un par de chicas delante de mí, una de ellas va a mi clase de literatura avanzada y cuchichean hasta mi compañera se gira y dice algo azorada:
-Oye Black, ¿cuando son las pruebas para el equipo?
-En realidad no son pruebas…-digo intentando acordarme de su nombre.
-Fischer, Amanda Fischer. – responde ella como una bala.
-Bueno Fischer. No son pruebas como tal, hacemos pruebas de capacitación para ver si has subido de nivel, eso es todo. Pero puedes venir a entrenar siempre que quieras. –le dirijo mi mejor sonrisa y ella se pone roja.
- G-gracias.
Cuando me siento de nuevo en la mesa, Wendy y Latoya están planeando qué hacer el fin de semana y más importante, nuestros cumpleaños. Por casualidades de la vida las tres cumplimos de forma consecutiva, de manera que Wendy cumple el 20 de marzo, yo cumplo el 21 y Latoya el 22. La fiesta depende de  qué humor estamos, las posibilidades económicas y nuestros padres. Aún quedan tres semanas hasta “el día” pero Wendy y Latoya ya tenían algunos planes.
- Podríamos ir el sábado al cine, vuelven a dar una sesión de cine Marvel. – Uno de nuestros pocos puntos comunes, nos chifla el cine Marvel.
-Yo tengo prácticas hasta las cuatro y luego tengo ensayo con el club de debate… - les digo, aunque en realidad me recuerdo a mí misma todo lo que tengo que hacer.
-En resumen, ¿cuando terminas? – dice Latoya poniendo los ojos en blanco.
- Sobre las ocho.
-De acuerdo Miss Ocupada, quedamos a las ocho y media, en el centro. – acuerda Wendy sonriendo.
-Si llego tarde…
-Esperadme que estaré en camino. – terminan Wendy y Latoya entre risas. Qué paciencia tienen estas chicas conmigo.

Escondida En La MiradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora