Capítulo 2 - No puede ser muy díficil

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-¡No volveré a ese loquero nunca! ¡Jamás! -Grité, justo antes de cerrar la puerta de la casa de un portazo.

Al parecer, a mi padre, le había gustado la idea de que yo empezara a ir con Zed a ver a Lucifer. Uy, upsi-dupsi, me refiero a Romana. Mi error.

Si...error...

No necesitaba ir al Psicólogo, estaba mentalmente sana.

O, al menos estaba casi segura de estarlo por completo.

Salté los cuatro escalones que daban a la entrada, tambaleándome al final como toda una experta y corrí hacía mi bicicleta.

Si bueno, existen las personas que tienen lujosos autos importados con calentador de asientos y estéreo, y también existe Disney Brooke, con su bicicleta con... con... con... ¿Ruedas?

¡Si! ¡Tomen eso! ¡Ja ja! ¡En sus caras!

Claro, claro, sus autos también tienen ruedas, pero, estoy segura de que las mías son mucho más cool.

Me subí a la bicicleta y me fui lo mas rápido posible de ahí.

¿Yo? ¿Loca? Sí, claro. Solo estaba celoso de mis ruedas de bicicleta cool.

Empecé e pedalear sin rumbo.

De pequeña, cada vez que me enojaba -y podría decirse que pasaba muy a menudo- iba a un lago situado en un pequeño bosque no muy lejos de casa.

No se me ocurría un lugar mejor.

***

Estaba recostada en el pasto, peligrosamente cerca del agua, mirando las nubes.

No entiendo como en las películas las nubes tienen formas geniales. Yo solo las veo con forma de nubes.

Si, lo se, soy muy creativa.

Estaba por quedarme dormida, cuando alguien se sentó a mi lado.

Cualquiera podría pensar, que es algún compañero de la escuela que te había reconocido y decidió acompañarte, pero yo soy tan popular, que al voltearme, me encontré con mi mamá, mirando el cielo.

-Sabía que estarías aquí -Dijo en un suspiro, aún sin mirarme.

-¿En dónde más podría estar? -Yo amaba ese lago, y ella lo sabía.

Soy tan cool como mis ruedas.

Se volteó hacía mí y sonrió dulcemente, dejando que un silencio nos inundara.

Ambas volvimos la vista al cielo, que ya estaba empezando a nublarse en exceso.

-¿Mamá?

-¿Si?

-¿Por qué papá quiere que vaya con Zed a ver a Rigoberta?

Ella lanzó una carcajada que nunca le había escuchado.

-¿Acabas de llamarla Rigoberta? -Preguntó entre risas

-Tal vez...

Volvió a reír fuertemente.

-Hey -Interrumpí -No es para tanto -Mi mama siguió riendo, y yo me crucé de brazos -¡No es mi culpa que su nombre de gracia! ¡Mamá!

Al cabo de 20 minutos, ella se volvió a casa, dejándome sola nuevamente.

Un rato después, me quedé dormida.

Sentí como alguien pateara mi cabeza, no tan sutilmente como me hubiera gustado.

Abrí un ojo para ver que se trataba de un niño de unos 4 años estampando su pequeño, pero fuerte, pie en mi cabeza.

-¿Acaso tengo cara de pelota? -Pregunté bastante molesta

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