Capítulo 17 - Trasero

240 29 6
                                    

Llevé ambas manos a mis oídos, inútilmente, para intentar ensordecer el fuerte sonido de ruedas raspando unas increíblemente oxidadas vías.

Todo estuvo oscuro por unos segundos.

Mi pelo chocaba contra mi rostro, y seguía su camino hacia atrás, durante la eterna bajada.

Sentía la necesidad de gritar. No me acostumbraba. Y no creo en algún momento termine realmente acostumbrándome.

Intenté abrir mis ojos, aunque sentía como se cerraban por el exceso de aire.

¿Si quiera era domingo?

Visualicé una leve luz y me aferré a lo que sea que tenía de bajo de mi.

Y un pequeño sonido se escapó de mi garganta, raspándola.

Esa idea de no gritar... No podría haber salido mejor.

Sentía como el túnel se iba abriendo cada segundo.

Todo se abrió de repente, obligándome a cerrar los ojos de nuevo.

El carro seguía bajando, cada vez más rápido. Más empinado. Más fuerte.

Y, justo cuando abrí los ojos, vi el final de la carrera aproximándose. Y logré relajarme por un segundo.

Pero la velocidad del carro era demasiada. Chocaría.

Y se me cortó la respiración por un segundo.

¿Qué hacer? ¿Qué hacer? Estaba a escasos metros del fin del camino.

Me acurruqué lo más posible al vagón o lo que sea que me esté llevando cuesta abajo y me preparé para lo peor.

Me impulsé con los codos sobre el colchón, con las mejillas húmedas, el cuerpo temblando, la garganta ardiendo y los ojos abiertos cuanto más posible.

Me quedé así por un buen rato, con la respiración entrecortada, aun alterada por la pesadilla.

Pesadilla. Ya había dejado de pensar en la palabra. Ya eran cada vez más fuertes, más molestas.

Casi tanto como...

-¡Cual quiere comerme! ¡Ayuda! -Se escuchó el grito de Zed por el pasillo.

Exactamente.

-No otra vez -Susurré, tirándome nuevamente sobre mi cama, estirando la colcha por sobre mi cabeza.

-¡Disney Brooke! -Oí a mi madre gritar desde solo Dios sabe donde -¡¿Has visto mi teléfono?!

Gran forma de empezar el día.

Desde la oscuridad de mi original cueva, escuché la puerta abrirse bruscamente y unos segundos después, sentí un peso sobre mí.

Estúpido Zed.

Asomé mi cabeza lentamente, para encontrarme con la húmeda nariz de Cual en mi cara. Volví a meterme rápidamente bajo mis sabanas, pero él empezó a moverse.

Sobre mi.

Pateé las colchas -y creo que al perro- y me paré de golpe

-¡Miren, par de idiotas! -Grité haciéndo que Cuál dejara de dar vueltas y que Zed me mirara -Si siguen dentro de mi cuarto en los próximos diez segundos, le diré a mamá que Cual enterró su celular en el patio trasero y creánme que no le gustará. -Puse mis manos en mis caderas.

Mi hermano rió.

-Dijiste trasero -Susurró, con otra risa tonta.

-Si, ¿Y qué?

Once Upon A DreamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora