Capítulo 4 - Ancianos Diabólicos

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Mis ojos se abrieron lenta y pesadamente. Parpadeé unas cuantas veces antes de ver con claridad, que estaba en un cuarto de hospital.

¿Y si era otra pesadilla?

Mi madre entró por la puerta, lo cual me dio la certeza de que era el mundo real y no otro mal sueño. Mi cabeza me dolía y en mi brazo había un yeso.

¿Y esto de dónde salió?

No el brazo, estoy casi segura de que el brazo estuvo siempre ahí. A menos que... ¿En que estaba pensando?

-¿Estas bien? -Preguntó mi madre mientras se sentaba en la silla junto a mi cama -Te diste un golpe muy duro.

Ah, cierto. Una piedra se interpuso en el camino de mi bici-de-ruedas-cool.

Nadie se mete con Disney Brooke.

-¿Cuándo saldré de este manicomio? -Pregunté mientras me acomodaba en la cama.

-Si todo va bien, en una semana -Bufé. Odio los hospitales, me hacen sentir estúpida y débil. Además, los médicos y las enfermeras no paran de hacer preguntas.

¿Podrían callarse y curarme de una vez? Oh, perdón, solo estaba desangrándome.

***

Los días pasaron como tortugas, pero al fin salí del ese lugar. Esperé que alguno de mis padres se digne a buscar a su hija al hospital, pero seguramente estaban el alguno de los actos escolares de Zed. Yo seguía con mi yeso, parada en el estacionamiento, tratando de identificar a algún auto conocido.

Solo por curiosidad -descontando el hecho de que estaba aburridísima y sola- me acerqué a la recepción a preguntar por mi super vehículo.

-¿Hola? -Pregunté al vidrio -¿Hay alguien?

Una cabeza se asomó desde abajo rápidamente. Una señora, a la que no le haría nada mal una dieta, se paró de un salto. Me miró de forma exasperada, como si yo fuese otra estorba.

-¿Qué quieres? -Preguntó de malas.

¿Sabes?, que la amabilidad no sea obligatoria, no significa que no tengas que usarla, muchas gracias.

-Eh, me gustaría saber dónde dejaron mi bicicleta, mi nombre es Dis...

-¿Una rosada con cintas? -Me interrumpió cansada. Asentí avergonzada -En el estacionamiento -Dijo sin mirarme.

-¿Gracias? -Susurré un segundo antes de que volviera a donde estaba antes de que la interrumpiera.

Me dirigí al estacionamiento, y empecé a dar vueltas ya que no la encontraba por ningún lado.

Pasé cerca de los contenedores de basura. Mis ojos se llenaron de pequeñas lágrimas. La bici-de-ruedas-cool ya no existía. Estaba destrozada. Cada parte que la formaba, estaba ahora separada del resto. Era tan joven, tan amable.

-Nunca te olvidaré -Dije, con lágrimas bajando por mis mejillas. Me agaché y tome ambas ruedas de mi ex-bici y empecé a caminar.

Estaba llegando a la puerta, cuando me di cuenta de que no sabía dónde diablos estaba y como llegar a casa.

-¿Cuál era mi dirección? -Pensé en voz alta -Vamos cerebro, yo sé que tú puedes. -Una ancianita pasó junto a mí y me miró extrañada. - ¡Si! ¡Estoy hablando completamente sola! ¡¿Tanto le molesta, señora?! ¡Debería denunciarme por vandalismo! -Le grité agitando el brazo que no estaba enyesado, dejando que las ruedas de bicicleta caigan al piso. La anciana me miró ofendida y me pegó con su bolso una y otra vez.

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