13: Sweet sacrifice

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Dadas las tres de la mañana en el pequeño pueblo de Greendale, Alice observaba con suma preocupación y un poco de paranoia, el callado y oscuro vecindario por la ventana, aún esperando a que su hija y su extraña clase de yerno-hijastro aparecieran sanos y salvos frente a esa puerta.

Pues los dos ya se habían tardado mucho en regresar y supuestamente solo habían ido a la tienda para comprar algo que faltaba. FP le decía que seguramente y habían tomado un tiempo a solas para ellos, pero la mujer aún tenía una extraña sensación que yacía desde el fondo de su pecho y se extendía por todo su cuerpo.

Ella sentía que algo andaba mal.

— Ven a acostarte, Ally. —FP pidió desde la cama con un bajo gruñido, su voz adormilada y ronca, tendiéndole un brazo para que fuera junto con él. — Me hace falta tu calor para dormir bien.

— En un momento voy. —la mujer de cabello ahora negro suspiró, incapaz de despegar la vista del cristal de la ventana y con aquel feo sentimiento en ella que no la dejaba estar tranquila, ni dormir, siquiera le permitía pensar con claridad. — Es que ya pasaron muchas horas y me preocupa que algo malo les haya pasado, FP.

— Créeme. Jughead y Betty tienen sangre nuestra. —le recordó sin más, acomodándose para poder girarse y mirarla a los ojos. — Se saben cuidar muy bien, Alice.

— ¿Cómo voy a estar segura con eso? Yo no crié a Betty, ni siquiera la vi crecer o la entrené para cuando estuviera en situaciones riesgosas. —se lamentó, luchando por ocultar su culpa de haberla dejado. — Ella y yo solo íbamos a comer helado tras una simple práctica de ballet.

— Tienes razón. —FP suspiró, levantándose de la cama y yendo hacia ella. — Tú no críaste a Betty. No le enseñaste cómo tomar una pistola, navaja o cómo defenderse. Cómo abrir cerraduras y escapar, o cómo sobrevivir cuando hay peligro. Pero yo sí. Y créeme cuando te digo que Betty está bien.

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Mientras tanto, en el territorio de los Ghoulies, en cuanto Betty se soltó, Jughead tal como prometió al instante la atrapó en sus brazos, cayendo al suelo con ella y raspándose un poco el cuerpo ante el impacto de la caída. Pero no había tiempo para quejarse, o detenerse para ver las heridas. Solo tenían que correr y escapar de ahí.

— Ugh, mierda. —Jughead se quejó por unos segundos, levantándose del suelo rápidamente. Y tendiéndole la mano a Betty para levantarla. — ¿Estás bien?

— Lo estoy. —asintió, incorporándose lo más rápido que pudo con una leve mueca. — Ahora vámonos de aquí.

— Apoyo tu plan. —concordó el castaño, jalándola del brazo con algo de fuerza, pero sin lastimarla, y así ambos comenzaron a correr hacia la reja que cubría aquel escondite Ghoulie.

El lugar era espantoso, tétrico y viejo como si de un escenario de terror se tratará. Habían autos viejos por todas partes, cenizas y humo, un penetrante olor a gasolina por todo el lugar y más cochambre y basura afuera del bar de los Ghoulies. Pero, por suerte, solo tenían que saltar una reja y estarían salvados.

— ¡Se están escapando, imbéciles! —gritó Malachai a toda su misóginia de pandilla, mientras sacaba una pistola de su chaqueta. — ¡No los dejen irse!

— Hey. —el chico que anteriormente había torturado a Betty, paró a todos los demás. — La rubia es mía. —informó, sacando así también un arma y todos corrieron tras de ellos.

𝗦𝗘𝗥𝗣𝗘𝗡𝗧 𝗕𝗟𝗢𝗢𝗗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora