Capítulo 2 - Encuentro

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SANGRE

Atrapada en ese pequeño espacio, Victoria trataba de recapitular cómo su vida había dado tantos giros en los últimos meses y la colocaba ahora en medio de esa tibia noche, dentro en un juego infantil de parque en el que se combinaba el olor a madera y plástico, huyendo de un desconocido que la persiguió por varias cuadras y del cual esperaba poder escapar ocultándose ahí.

Primer acto —pensaba— conoce al chico y se enamora. Segundo acto, pasa los mejores meses de su vida junto al chico y decide acostarse con él. Tercer acto, el chico desaparece justo antes de descubrir que está embarazada de él, así que decide que es buena idea huir de casa en medio de la noche en una ciudad con alto índice de criminalidad. Bravo campeona.

En retrospectiva, era más inteligente haber huido al día siguiente fingiendo ir al colegio.

Pero Victoria estaba desesperada. A su madre no le hubiera hecho mucha gracia saber que su hija de 17 años ahora esperaba un hijo de un hombre que parecía habérselo tragado la tierra. Un hombre del cual, además, ignoraba que existía en la vida de su hija.

Unos minutos atrás, unas cuadras después de haber salido de casa y justo antes de terminar escondida en el parque infantil, había empezado a arrepentirse. Era una apuesta fuerte contra la suerte salir a las calles del centro de la ciudad a mitad de la noche y no encontrar a alguna pandilla de delincuentes buscando una víctima.

Terminaba de pensar aquello cuando, como si sus pensamientos tuvieran el poder de materializar cosas, justo en la esquina de la cuadra donde caminaba apareció la figura de un hombre que avanzaba directamente hacia ella. Años de experiencia cuidándose las espaldas mientras caminaba por esas calles le advirtieron que la manera de andar de ese hombre no eran buenas noticias, sus intenciones no eran inofensivas.

Tratando de no parecer tan obvia cruzó la calle y empezó a caminar de regreso en dirección a su casa a un ritmo más rápido. Diez pasos después giró para confirmar que su maniobra hubiese funcionado, pero su corazón dio un brinco al ver que seguía detrás de ella y además caminaba más rápido. Ahora solo unos diez metros lo separaban de ella.

No quiso arriesgar más y emprendió una carrera de olimpiada. Agradeció al cielo por las severas clases de educación física que impartían en su colegio. Pensó en tocar alguna puerta para pedir refugio, pero en esa zona la mayoría de casas habían sido transformadas en locales comerciales que ahora estaban cerrados y sin nadie adentro que la amparara. Así que la única opción fue seguir corriendo sin mirar atrás.

Fue cuando recordó el parque que estaba al cruzar una de las esquinas, sería más seguro encontrar un escondite ahí que seguir corriendo por las calles. Al llegar encontró la puerta asegurada con cadena y candado, pero no fue nada difícil para ella subir la cerca y entrar. Dudaba que su persecutor se tomara la molestia de hacer la misma hazaña que ella para entrar al parque a buscarla, pero no correría el riesgo. Fue así como terminó escondida dentro de ese juego infantil.

Ahora en esos minutos de miedo y arrepentimiento esperaba por cualquier señal que la hiciera sentir segura para retomar su camino a casa. Pero un sonido seco la hizo temblar de nuevo. El sonido de pasos sobre el cemento. Sonaban desde la acera de fuera del parque.

Victoria afinó el oído, si el hombre intentaba entrar podría escucharlo y entonces ya tendría que pensar en alguna otra manera de salir ilesa de eso.

Las cadenas que aseguraban la puerta empezaron a sonar. Un frío recorrió su espalda, parecía que el hombre no se quería rendir. Podía sentir el ritmo acelerado de su corazón en su pecho mientras escuchaba la cadena resbalar de la puerta, seguido del chirrido de las bisagras cuando esta se abría. El miedo heló su sangre y faltó poco para que soltara un gemido temeroso, pero intentó con todas sus fuerzas controlar su respiración y no mover un solo músculo. Con suerte el hombre desistiría pronto.

Magia y SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora