Capítulo 4 - Mansión

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SANGRE

Cuando Victoria abrió los ojos sabía que el lugar donde se encontraba era desconocido. Había una penumbra que daba la sensación de ser muy temprano en la mañana o casi entrada la noche. No iba a poder descifrar cuál de las dos opciones era la verdadera hasta que se levantara y encontrara una ventana. Pero antes de hacer cualquier movimiento, decidió inspeccionar el ambiente.

Todo era blanco. Incluso las puertas de lo que podía ser un armario insertado en la pared a su derecha, era de madera clara. A su izquierda la pared estaba justo ahí, pegada a todo el costado izquierdo de la cama en la que se encontraba acostada.

La habitación no era muy amplia, apenas unos cuantos centímetros separaban la cama del armario y otros cuantos separaban su cabeza de la pared del fondo en la que estaba la única entrada de luz de la habitación, una ventana de poco menos de un metro de ancho, pero casi dos de largo. La ventana estaba cubierta con cortinas oscuras y de tela pesada. Era esto lo que daba el aspecto de penumbra, pero por la intensidad con la que La Luz intentaba entrar por los bordes de las cortinas, afuera debía ser casi medio día.

Victoria se sentó con esfuerzo en la cama. Su cuerpo estaba entumecido y su cabeza estaba pesada. Necesitaba saber que fecha era, sentía que había dormido por días. Debía encontrar su mochila, encontraría todas las respuestas a sus preguntas en su celular y de paso se podría comunicar con alguien. El GPS la ayudaría a ubicarse y/o en todo caso pedir ayuda.

De la noche anterior casi todo era borroso, tan solo quedaban imágenes que iban y venían. Sin embargo, el miedo que había sentido antes de que perdiera la consciencia se quedó impregnado en su piel. Casi podía olerlo, como el humo sucio de la ciudad que quedaba en su ropa luego de caminar toda la tarde.

La sensación fue suficiente motivación para saltar de la cama y acercarse al armario para buscar sus cosas. Pero estaba vacío. Cerró la puerta, giró sobre sus pies y dio un vistazo a su alrededor. No había mucho que ver antes de concluir que nada de lo que esperaba encontrar estaba ahí.

Lo que sí encontró fue un par de puertas. Al menos una de ellas debía ser la salida. Se dirigió a la del fondo, giró de la manecilla pero esta se resistió. Un escalofrío empezó a subir por su espalda. Nunca se consideró claustrofóbica, pero ese era un lugar desconocido, al cual no sabía cómo había llegado, sus cosas estaban desaparecidas y ahora estaba encerrada en una habitación que con medio metro menos podría pasar por una bodega de escobas.

Antes de perder totalmente la calma, Victoria decidió chequear la otra puerta, la cual cedió cuando intentó abrirla y resultó tener detrás de ella un baño, que para su sorpresa era muy elegante. Toda la loza parecía nueva, con unas curvas que les daban un toque clásico. Los grifos del lavamanos y la bañera brillaban en cromo. No había ventanas, la luz provenía de los ladrillos de luz que remataban la pared del fondo. Tampoco había espejos o muebles de baño. Esto le hizo pensar que quizá tanto la habitación como aquel baño, que era un poco más grande que la mitad del resto de la habitación, habían sido recién construidos.

No habiendo nada más que inspeccionar ahí, se dirigió a la única ventana de la habitación. Su vista tardó en ajustarse cuando la luz del mediodía golpeó sus ojos, pero una vez recuperada vio a través del vidrio una serie de barrotes que se aseguraban de que nadie pudiera salir por ahí. Más allá de ellos encontró lo que parecía un patio trasero cubierto de una grama verde muy bien recortada. A unos diez metros se elevaba una pared que del otro lado estaba bordeada por árboles altos de ciprés.

Por el ángulo desde el cual observaba todo eso, Victoria supuso que se encontraba en un segundo nivel, lo cual seguían sin ser buenas noticias. Después de resolver como poder atravesar esos barrotes debía pensar la manera de saltar desde un segundo piso sin quebrarse una pierna en el intento.

Magia y SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora