Epílogo

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Magia y Sangre

—¡YA LLEGÓ POR QUIEN LLORABAS!

Iván estaba seguro que había revisado las nuevas runas de guardia antes de ir a dormir. Después de todo, el encantamiento general para evitar la entrada de vampiros había tenido que rehacerse para dejar a Victoria entrar a la tienda. Cuándo el cerebro del mago comenzó a despertarse recordó que Idril practicamente había inventado las abjuraciones desvanecedoras y no había sello arcano que no hubiera roto antes.

«Solo espero que no haya desvanecido el circuito entero» pensó Iván dando vuelta en la cama.

A su lado, Victoria contemplaba el techo de la habitación. El mago pensó que sin duda había estado despierta toda la noche. Acostumbrarse a estar con alguien que nunca dormía de noche probaría ser otro de los obstáculos a superar.

—¿Tienes una invitada? —se limitó a preguntar Victoria, el hielo en su voz le provocó un mini infarto.

—Ya vuelvo —Se apresuró a decir mientras se levantaba en dirección al patio central.

A Victoria no le pareció en nada que Iván no se tomara la molestia en siquiera colocarse una camisa. La vampiresa comenzó a maldecir de nuevo su condición de inmortal y como, mientras algunas emociones parecían menguar, otras como esta resultaban diez veces más molestas que cuando estaba viva. Victoria tampoco se molestó en vestirse y salió de la habitación sin remordimiento de ser vista en paños menores. Sentada frente a Iván en la mesa donde ellos solían comer, estaba una modelo con un físico que cualquier mujer desearía tener. «No», se corrigió la muchacha, las modelos desearían verse como ella. El avatar de belleza y feminidad frente a ella vestía un traje de una pieza amarillo pastel, unos lentes oscuros y un sombrero de playa. La mujer bien pudo vestir harapos, y se vería como una náufrago sexy.

La persona frente a Iván volteó el rostro en su dirección y sus miradas se cruzaron. Las emociones de Victoria aún estaban hechas un torbellino con los sucesos de la noche anterior y ella no se explicó como la rabia acumulada de lo que había ocurrido en tan pocos instantes de repente se convirtió en una mezcla de sorpresa, ansiedad y pena. Sin pedirlo, su mente se transportó al artículo de una revista que había leído años atrás sobre que todas las mujeres se sentían atraídas por otras mujeres, solo que algunas lo negaban. En su momento, Vita y ella rieron ante tal aclaración, pero ahora sospechaba que tenía algo de verdad. ¿Qué estaba pensando? Su cabeza seguía siendo un caos.

—Idril, te presento al tercer amor de mi vida —bromeó Iván, aunque no estaba en una posición para hacerlo.

—Un gusto, querida —dijo la otra persona dando dos sonoros besos en ambas mejillas de la muchacha antes que Victoria tuviera oportunidad de hablar—. No sabes el alivio que me da saber que no eres una alucinación de este hombre. Ay, que hermosa sortija —la invitada de Iván bajó sus lentes oscuros revelando unas esferas de verde profundo rodeadas de pestañas imposibles mientras tomaba su mano en la que portaba el anillo de sol—. Encanto, no me habías dicho que le habías propuesto matrimonio.

«¿Encanto?» pensó Victoria con asombro.

Victoria nunca había sido alguien que se considerara celosa. Pensaba que ese era un sentimiento para gente insegura, pero esto empezaba a poner a prueba sus límites.

—Interesante —comentó la mujer—, e ilegal.

—En efecto —sentenció Iván—. Deberíamos revisar la signatura del artífice detrás de la sortija. Quizás puedas reconocer la firma.

La intrusa giró el anillo hacia un lado para revelar una marca que provocó un cambio de actitud de 180º grados. Fue entonces cuando Victoria notó que la mujer debía tener la misma altura de Iván, pero sus stilletos la hacían lucir más alta todavía.

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