Capítulo 21 - Baobab

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Magia

Tras dos horas de negociación, ambas partes quedaron insatisfechas pero no al punto de arrepentirse. Las condiciones que Iván había impuesto eran demasiado vagas para el gusto de Idril. Por otro lado, la deuda de hueso sería pactada desde un inicio y no a la conclusión de la tarea. Idril hizo su mejor esfuerzo para fingir frustración por los requisitos impuestos por su ahora deudor pero cada cuánto Iván podía observar como Idril sonreía al palpar la pequeña bolsa de arpillera oculta en su escote.

Iván abrió la puerta al estudio para Idril, no sin antes guardar su grimorio en otro demiplano más pequeño. Una sonrisa furtiva hizo acto de presencia en el rostro de Idril. Era fácil para ambos arcanistas asumir que el grimorio del evocador era de poco interés para alguien que ha vivido desde antes de la invención del calendario. Aún así, las costumbre de guardar celosamente su legado era difícil de evitar. La situación le hizo recordar algo que dijo Santiago cuando cerraba el estudio.

«Confía siempre en Dios, pero cierra bien las puertas.»

—No es mi taller pero funcionará —comenzó Idril observando el estudio—. ¿Ya pensaste qué vas a necesitar que haga por ti, encanto?

—Acá entre nos —preguntó Iván mientras organizaba las probetas del estudio— ¿Cuantas infusiones transmutativas puedes combinar?

—Todas las que quieras.

—Sin matarme al tomarlas.

—Oh, hmmm... cinco. Quizás más si tienes una abjuración estabilizadora, aunque puede reducir el efecto de las infusiones. ¿Qué tienes en mente?

Iván conjuró una hoja de papel y un lápiz. Escribió una lista de siete efectos y se la pasó a Idril. Sus pupilas verdes saltaron de nombre en nombre hasta completar la lista y volvieron al comienzo para repasarla nuevamente.

—Si, creo que puedo mezclar todo —afirmó Idril con una pizca de disgusto al pensar en el esfuerzo que implicaba.

—¡Perfecto! —dijo Iván golpeando la mesa del estudio— porque necesito tres frascos lo antes posible.

—¡Tiempo, tiempo, tiempo! —reaccionó Idril alzando ambas manos hacia Iván— Disculpa que te lo diga, encanto, pero con lo que tienes acá me tomará al menos dos semanas hacer un frasco, no digamos tres. Me caes bien, pero no se si pueda pasar contigo tanto tiempo.

El evocador consideró sus opciones en función del tiempo. Leyendo entre líneas, Iván sabía que tenía que hacer algo pronto antes que más vampiros se presentaran en busca de Victoria.

—Está bien —decidió Iván con un suspiro—, hagamos uno. También voy a necesitar que hagas una copia de esto.

El evocador tomó el brazalete que Victoria le había regalado hace casi un año atrás y lo colocó con cuidado sobre la mesa. Idril arqueó una ceja instintivamente y alternó su mirada entre la pulsera e Iván varias veces.

—Sin ofender, encanto —comenzó Idril, con visible confusión en su rostro—, yo lo puedo hacer. Me tomará un segundo. ¿Pero no sería más fácil si conjuras una copia?

—Perdón, no —aclaró Iván—. No una copia conjurada. Necesito que transformes algo en una copia de esta pulsera. Una copia que no llame la atención.

Idril esbozó una sonrisa presionando sus gruesos labios. Apoyó su brazo sobre la mesa y reposó su cabeza sobre su mano. Idril observó al evocador con picardía.

—Todo esto que estamos haciendo —dijo Idril entrecerrando sus párpados—, pareciera que sabes dónde está Victoria.

—Tengo mis sospechas —sentenció Iván.

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