Capítulo 25 - Sello

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Magia y Sangre

Nunca duele al principio. Cuando un vampiro regenera una parte las terminaciones nerviosas son de las últimas en activarse, pero al hacerlo, hay un choque repentino de sensaciones que dura tan solo un instante. Un instante infinito de dolor. El impacto puede ser tan grande que solo podría compararse con volver a la vida al ser partido por un rayo eléctrico. Mientras más grande es la parte, más doloroso resulta, y el haber perdido todas sus extremidades y su cabeza era más de lo que Melissa había perdido en toda su existencia.

Demoró unos cuantos segundos tendida en el suelo recuperando el control de sus sentidos. Involuntariamente, la ansiedad del brusco despertar la aceleró su respiración aunque sus pulmones no necesitaban ni un gramo de oxígeno. Una vez se logró calmar, la vampiresa notó un cuerpo desnudo cuyo peso no había experimentado en algún tiempo. Nate estaba inconsciente sobre ella como un peso muerto y sin ni una sola prenda con excepción del mango rúnico de un cuchillo de plata y una sortija.

La vampiresa empujó el cuerpo inerte de Nate sin cuidado alguno hasta liberarse. Acto seguido, trató de tomar el cuchillo por el mango pero una descarga de energía la hizo alejar la mano involuntariamente. Melissa reunió cuanta fortaleza mental pudo para tomar el cuchillo de nuevo, pero tan pronto su piel hacía contacto con la superficie metálica sus manos cobraban vida y se alejaban.

«¡Melissa!»

La voz en su cabeza sonaba agitada, pero también comenzando a recuperar la compostura. Anne estaba tratando de comunicarse con ella y finalmente pudo encontrarla. Por la claridad con la que estaban hablando no podía estar muy lejos.

«¡El mago!» dijo Melissa por el vínculo recobrando su memoria antes de caer «¡El bebé! ¿Qué pasó?»

«Yo la tengo.» respondió Anne, su voz mental llevando rastros de la emoción por haber realizado la meta de su existencia.

«Victoria...»

«Lo mismo que todas. No importa. Pero el mago no tardará en venir detrás de nosotras a vengarse. Vamos a la clínica y sigamos con el plan.»

«No puedo, Nathaniel está tumbado a mi lado. Un cuchillo de plata lo tiene inconsciente. Tiene alguna especie de hechizo que no me deja quitarlo.»

«Déjalo» La voz mental de Anne sonó con una frialdad más dura de lo habitual.

«Pero...» intentó implorar Melissa pero Anne solo replicó con una imagen mental del mago, la clínica, la bebé y la necesidad de irse.

El vínculo se rompió por la distancia y Melissa infirió que Anne se había marchado. La vampiresa buscó la antesala por cualquier objeto que pudiera sacar el cuchillo hasta toparse con la gladius. El contacto del acero con la plata fue prevenido por una fuerza invisible parecida a la de un imán de igual polaridad, que mantenía ambos metales sin poder tocarse. Melissa sabía que era cuestión de tiempo para que el mago saliera de donde sea que estuviera y la encontrara nuevamente de pie. No sabía qué había sido esa luz pero había tenido el mismo efecto que el del sol.

Melissa intentó nuevamente, esta vez cortando la carne alrededor de la herida del cuchillo hasta que finalmente logró liberarlo. Nate no reaccionó. Cualquier que viera la escena pensaría que el hombre rubio y desnudo era nada más que un cadáver en la mesa de una morgue. La vampiresa no podía quedarse a ver si lo había logrado o no, así que dejó a Nathaniel a su suerte. Victoria había muerto. La Dhampir había nacido. Ya no había más razón para quedarse.

Melissa se inclinó hasta llegar a la mejilla expuesta de Nathaniel y la besó por tres segundos antes de incorporarse rápidamente y dirigirse a la salida.

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