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¿Cómo podía sentirse así? Tan culpable que pensaba que ni siquiera debía de existir.

¿Lo rompió más? Sintió que había arrancado los pétalos de aquella rosa así sin más.

Más lagrimas salían de sus ojos, ¿eso era posible? Estados Unidos se sentía más terrible que de costumbre.

¿Qué debía hacer?

Normalmente, a pesar de su estado, siempre encontraba la manera de actuar, de ganar.

Pero en esos momentos su estado era tan deplorable... Ni siquiera podía pensar con claridad, su querida rosa, su querida estrella estaba con alguien más.

Él sabía cómo terminaría todo, eso era lo que le ponía peor.

Intentaba prepararse mentalmente, pensar que todo era una broma de mal gusto, una pesadilla. Si, él solo quería que todo fuera una pesadilla, despertar y ver que el venezolano estuviera bien.

Lamentablemente, no estaba bien, en absoluto.

Las apariencias engañan, eso el estadounidense lo había aprendido a las malas.

Él era experto en mentir, el venezolano también.

Pero ambos eran incapaces de mentirse el uno al otro. Un arma de doble filo para ambos. Podían verse como eran realmente solo por el hecho de que eran iguales, ambos caían en el mismo abismo sin fin.

Ambos usaban la misma máscara.

Pero la pregunta verdadera era: ¿Qué máscara caería primero?

...

Venezuela se encontraba en la misma plaza, la misma en la que pasaba el tiempo con el norteamericano. Solo que esta vez existía la ausencia de uno.

Se abrazó más así mismo, ¿por qué hacía más frío de lo usual? La soledad le abrumaba, era demasiada.

Últimamente sus hermanos, sus amigos como Perú, Chile y demás, se alejaban de él. ¿Qué había hecho? ¿Por qué todos se alejaban?

Simplemente buscaba una razón para odiarse.

Se abrazó así mismo, buscando alguna especie de calor. Nada llegó.

Así sea por un breve momento, por un simple instante. Quería ver al americano otra vez, escuchar su voz, ver su sonrisa de verdad.

Le hacía falta aquella cálida compañía que él le brindaba.

Sonrió inconscientemente cuando varios recuerdos cruzaron su mente, todos vividos junto al estadounidense.

Cuando le enseñó a hacer pabellón y se le quemaron las caraotas. Una suave risa escapó de su labios al recordarlo.

De una forma fugaz esa risa se volvió de dolor.

— Ya volví, Pequeña Venecia. —El nórdico se sentó a su lado, la sonrisa que traía se borró apenas vio la expresión en el venezolano— ¿Pasa algo?

“Si, mucho”

— No, nada.

Nunca sucedía nada.

A pesar de que Rusia sabía que este hecho era mentira, simplemente lo dejó pasar.

No era como si le importara mucho. No, de hecho, no le importaba en lo absoluto.

Pero el venezolano nunca se daría cuenta de esto, no mientras en su mente siguiera vagando un solo pensamiento, una sola persona.

Simplemente, ¿por qué?

Era incapaz de acercarse a él en cualquier aspecto, se sentía insuficiente para él.

Lástima que no pensaran igual, lastima que tuvieran el mismo pensamiento el uno para el otro.

Simplemente eran insuficientes el uno para el otro.

«¿Por qué?»

Depressive. || UsaVeneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora