Los hombres de Moebius no pudieron hacer frente al cáncer que se expandiría y arrasaría con Nosgoth. La misma rebelión que estuvo a un solo bebedor de sangre de extinguir la raza vampírica no fue lo suficientemente poderosa. Tampoco lo serían sus futuras generaciones. Fueron muchos los factores que hicieron realidad esta pesadilla, y Kain supo aprovecharlos para beneficio propio.
Fueron tiempos difíciles, tanto para la humanidad como para el propio Kain. La primera, sería testigo de una nueva época oscura y desesperanza absoluta; muchos verían morir a sus seres amados y sus hogares bañados en una lluvia de sangre y vísceras. Y el segundo experimentaría constantes cambios en su físico y poder, ¡el don vampírico! Por si fuera poco, tendría el descaro de formar una familia que no pararía de crecer con el paso de los años.
El autoproclamado Señor de Nosgoth utilizó el cadáver de los Pilares para edificar el Santuario de los Clanes. «Después de todo, este monumento me pertenece», era el pensamiento que aparecía en su cabeza cuando se detenía a contemplar su magnífica obra. Sus esclavos construyeron un trono de oro aprovechando el estropeado Pilar del Equilibrio, donde dirigiría su decadente imperio, y tallaron en el material varias figuras humanas que simbolizaban la agonía y el lamento de su gente. Kain no interpretó aquello como un mensaje que buscaba su compasión ─como si la merecieran─ o un intento por atormentarlo con la culpa, sino todo lo contrario; en sus labios se dibujaba una sonrisa burlesca y avivaban su ego.
Por supuesto, dicha construcción tardó varios años en ponerse en marcha y en concluirse; el vástago del Equilibrio tuvo que encargarse de asuntos más importantes. Como su ejército. Su mayor orgullo.
Mil quinientos años se cumplieron de la Segunda Masacre del Círculo de los Nueve y de la caída de los Pilares.
Los débiles rayos de sol se filtraban por el gran vitral de la cúpula y alumbraba a la sala del trono. Su calor dejó de ser una amenaza para los vampiros hacía tiempo gracias a la construcción de la Chimenea, capaz de crear espesas y grisáceas nubes que cubran por completo el firmamento. Los Pilares hubieron de sentirse avergonzados por su lamentable aspecto.
Kain recibió a sus lugartenientes en completo silencio y sentado en su trono, indiferente y con el semblante serio. Sus dedos humanos fueron reemplazados por tres gruesas garras; apoyaba la palma de su mano sobre el pomo de su vieja compañera de combate: la Segadora de Almas. La punta de la ondulada hoja reposaba sobre la cerámica, el vampiro no ejercía presión contra ella, o la cuchilla podría quebrarse. Y la guarda, que representaba el cráneo de un vampiro, miraba hacia el frente.
Los cinco vampiros reverenciaron a su Maestro sobre la plataforma de los Pilares, antes de dirigirse cada uno a sus puestos. Dos se encontraban en el lado derecho y los otros tres, en el izquierdo.
Turel era el segundo de sus hijos. Sus negros cabellos estaban recogidos por una cola de caballo. El iris de sus ojos era un extraño verde amarillento, una nariz pronunciada y la alargada punta de las orejas parecían formar una corona. Como a su Maestro, en su hombro derecho portaba una capa de color verde oscuro que cubría el brazo y la mano —el de Kain era un rojo como la sangre—, presumiendo el símbolo el clan Turelim en la tela. Físicamente, lucía y era alguien muy poderoso, capaz de hacer añicos el cuerpo de sus enemigos incluso estando protegidos por una armadura.
Dumah era el tercero. Su complexión física era robusta, con una piel similar a la del rinoceronte, y era el más alto de sus hermanos. Sus ojos se tornaron en unos hermosos escarlatas, como la luna roja. La nariz era puntiaguda y sus orejas largas, no tanto como las de Turel. Al igual que su hermano mayor, recogía sus oscuros cabellos cortos en una alta cola de caballo. Su capa era de color púrpura y su clan era el Dumahim.
Rahab, el cuarto. No era alto, pero tampoco el más bajo de sus hermanos. Había rastros de escamas en su piel azulada que recuerda a los viejos océanos y a los peces que nadaban en sus imperturbables y cristalinas aguas. El iris de sus ojos era un precioso azul brillante como el zafiro. Recogía su sedosa cabellera negra en una corta coleta. También portaba una capa en su hombro derecho, de color azul y con el símbolo del clan Rahabim.
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Legacy of Kain: Soul Reaver
FanfictionLIBRO DOS Kain forja su imperio del terror y conquista todo Nosgoth junto a sus hijos. Mil años más tarde, su primogénito y fiel lugarteniente incumple una de las reglas de su amo, desatando así su envidia e ira y condenarlo a ser bañado por las agu...