─Al igual que el aceite en el agua, la corrupción asoma a la superficie. Tras estos pilares, los cañones revelan una antigua blasfemia ─cuenta Ariel, señalando con su dedo índice hacia el oeste─. La deshonrada víctima fragua en silencio su venganza.
La dirección que me muestra conduce hacia el descanso de los Sarafan.
¿Quién sería tan insolente de erigir su gobierno allí mismo?
De Rahab no lo creo. Nunca ha expresado entusiasmo por el mausoleo de la Némesis de nuestra raza, desvalorizando sus proezas y deshumanizando a los Ángeles de la Luz, considerados los primeros santos de Nosgoth. Sus palabras, cargadas de un profundo odio, se oían personales...
Turel siempre ha tenido un nudo de desazón en la garganta respecto a esa parte del cementerio, por motivos que ni él mismo conoce y prefiere mantenerse alejado.
¿Dumah? Es muy probable, con su actitud arrogante y egocéntrica. Nunca mostró respeto por nada ni por nadie. Ni siquiera por Kain, de quien ha blasfemado a sus espaldas y a quien ha reverenciado cual sumisa hacia su amo. Incluso ha obedecido sus órdenes como un perro domesticado.
El único modo para llegar allá es por otro portón del Santuario de los Clanes, la que encara a la entrada de la sala del trono y caminar por un pasillo lateral. Una vez fuera, el recorrido será hacia el sur y desviarse al suroeste, allí mismo se encuentra un pequeño monumento dedicado a estos sacerdotes guerreros. Desgraciadamente esa entrada fue bloqueada hace tiempo. Sin embargo, recuerdo una ruta más corta que solamente Kain podía usar, y esta conduce hacia uno de los balcones.
Me dirijo hacia una de las deterioradas paredes que sostienen esta área del Santuario. Si el don de los Zephonim, por ende, también el de mi hermano, era escalar las paredes como arañas, yo debería de poder hacer lo mismo. Para eso, mis garras deben soportar mi peso y el golpe sin temor a que puedan quebrarse o padecer una incómoda molestia... otra vez.
Vacilo un momento.
Las tres garras de la mano derecha perforan la piedra con la facilidad de una estaca al pecho de un vampiro. Prosigo con las de la izquierda, un poco más arriba que las anteriores. Impulso mi cuerpo, ayudándome con los pies... Nada. Ya no experimento dolor alguno. Mis garras cumplen perfectamente su cometido y consigo llegar hasta la cima de la segunda planta. Además, ahora soy ligero como una pluma, detalle que me resulta bastante cómico considerando que las aguas del Lago de los Muertos me han arrebatado gran parte de mi figura. Desde el principio tuve que haberme sentido de esa manera y no como una roca.
«Al final, Zephon, me has sido útil muerto.»
No tengo mucho que aportan respecto a la desolada vista que admiro entristecido con mis blancos ojos. Mis descripciones pecarán en la monotonía. Nosgoth es un país desértico y perfumado con la esencia de la muerte. Vaya donde vaya, me toparé con el mismo escenario.
El mausoleo se encuentra entre las deshabitadas Ziegsturhl y Nachtholm. Durante el viaje sólo escucho el bajo y breve graznido de los cuervos en el cielo oscuro, aleteando sin destino. Ni una sola estrella alcanzo a divisar entre las espesas cortinas de humo, fabricadas por la Chimenea. Oh, ¡añoro esas noches serenas, acostado en el césped y hechizado por las lejanas doncellas de la luna, escondiéndose traviesas detrás de las nubes que el viento empuja!
Ni vampiros ni cazadores custodian el área.
El trayecto es tan aburrido que enseguida me percato de mi llegada a la antigua tumba Sarafan. En su día sellada, ahora profanada a causa de las convulsiones de Nosgoth, revela sus misterios.
En los tiempos de Vorador, siglos antes de la creación de los sacerdotes guerreros Sarafan, iniciaron una guerra santa contra las tribus de vampiros de Nosgoth. Creyendo llevar la razón, cometieron indecibles e indiscriminados actos de violencia. ¡Aniquilaron tanto a novatos como a veteranos! Eliminando estirpes completas en meras décadas. Ahora, sus restos descansan aquí. Asesinos venerados.
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Legacy of Kain: Soul Reaver
FanfictionLIBRO DOS Kain forja su imperio del terror y conquista todo Nosgoth junto a sus hijos. Mil años más tarde, su primogénito y fiel lugarteniente incumple una de las reglas de su amo, desatando así su envidia e ira y condenarlo a ser bañado por las agu...