Harley asistió al funeral con un vestido azul oscuro que le llegaba a las rodillas, «si fuera por mí, vestiría de rojo» y un saco negro, largo, para cubrirse los brazos. Agradeció que sus piernas no estuvieran tan marcadas por los golpes. Se alisó el vestido con ambas manos. «Mira Guy, me puse este asqueroso vestido por ti» pensó con la vista en el cielo. Se lo había regalado en su cumpleaños, hacía siete meses. Harley decidió que esa sería la primera y última vez que lo usaría. La última cortesía hacia su novio muerto.
El cementerio estaba repleto. Incluso había periodistas presentes. Harley dio un rápido vistazo a la familia de Guy. La madre, quién pretendió que ella no era más que una extraña allí, estaba a unos cuantos metros de ella. Lloraba. El padre, en cambio, que si se había acercado antes, en la iglesia, para abrazarla, se limitó a mantener la cabeza baja durante toda la ceremonia. Harley nunca lo vio llorar. Guy tenía un hermano menor. Tal vez de quince o dieciséis años. Era alto para su edad. A diferencia de su hermano mayor, él tenía pelo oscuro. Piel pálida. Tampoco lloró.
Cuando estaban en la iglesia, unas lágrimas resbalaron por las mejillas de Harley. Becca estuvo a su lado todo el tiempo. Sosteniendo su brazo o su mano. Dándole palmaditas en la espalda de vez en cuando. Pero no fue más que aquello. Harley le había dado tantas lágrimas a Guy en su vida, pero no pudo llorarle en la muerte.
Lo enterraron en la parcela familiar. Harley fue la primera en irse. Becca se ofreció a acompañarla, pero se negó. Quería estar sola. Unos reporteros se habían acercado a ella, pero no quiso hablar.
El cementerio estaba alejado del centro de la ciudad, por lo que el aire se sentía más limpio. Caminó sin rumbo, doblando aleatoriamente en algunas esquinas. Habían pasado tres días desde los asesinatos. En los noticieros, los diarios, las radios, no se hablaba de otra cosa. En cada puesto de periódicos que cruzaba, la primera plana con el rostro de un payaso estaba allí. Y es que Harley veía payasos en todas partes, sobre todo, desde que se inició un movimiento en contra de la candidatura de Thomas Wayne.
Markus la había llamado el día anterior para decirle que se tomara unos días antes de empezar a trabajar en Arkham y, a pesar de las insistencias de Harley de comenzar cuanto antes, al final terminó por aceptar. Pero irse a su casa no era opción, al entrar allí solo podía pensar en Guy. Al cerrar los ojos y dormir, solo veía el rostro de un payaso. Había soñado con payasos la noche anterior. Al recordar el sueño, recordó al que había visto días atrás en la tienda de música. «No imagino a aquel hombre asesinando a alguien». Igualmente, la imagen mental de aquel payaso empuñando un arma y disparando a tres hombres era tan absurda como macabra. Aunque la idea más macabra que se le pudo cruzar por la mente fue la de llegar a pensar que, aquel hombre que asesinó a Guy, la había salvado de la muerte en todos los sentidos. «Era cuestión de tiempo antes de que me matara a golpes». Sintió una sensación de calma al saber que ya no le pondría un dedo encima... y a la vez, una punzada de remordimiento le estrujó el pecho.
Finalmente, decidió subirse al tren e irse a su casa. Durante el camino, miraba a todas las personas que subían y bajaban. Al chico que iba de pie al final del vagón y le sonreía de vez en cuando. Al señor que fingía leer un libro en el asiento de enfrente pero en realidad escuchaba la conversación de la señora de al lado. Al hombre que se sentó junto a ella con un puñado de medicamento en una bolsa y de a momentos parecía reírse solo. A cada rostro presente observó. Quizás alguno de ellos era el famoso payaso que la había salvado de Guy.
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Arlequín || Joker ||
FanfictionHarleen Quinzel, una psiquiatra hundida en la violencia de una relación enfermiza, pronto se verá envuelta en una obsesión que se irá fundiendo con la locura.