La condición de Arthur era de lo más enigmática para cualquier doctor que se atreviera a tratarlo. Además de Ruth, Markus intentó hablar con él, así como también, dos doctores más. Sin éxito. El Joker no tenía intención de hablar con nadie más que con la doctora Quinzel.
Aquello era extraño, incluso para Harley, porque a pesar de la corta conversación que habían tenido, no encontraba respuesta a la petición de Arthur. ¿Por qué con ella? Aun así, que Arthur solo quisiera hablar con ella, la ponía muy feliz.
Caminaba por el pasillo donde al fondo, a la derecha, estaba la última habitación. Antes de llegar, se detuvo bruscamente y se preguntó a sí misma si aquello sería buena idea. Esa era la habitación donde estaba Arthur, y Harley tenía planeado entrar, sin que ningún guardia estuviera custodiando. Pensó en esperar a que todos llegaran, era temprano. Pero no quería hablar con él delante de nadie. Arthur no hablaría si sabía que había alguien escuchando.
Sacó la llave del bolsillo de su túnica y la introdujo en la cerradura, con sumo cuidado, como si temiese romperla. Lentamente abrió la puerta y allí estaba, sentando en la cama. Estaba envuelto en uno de esos chalecos de fuerza y sus pies estaban levemente sujetos por correas. La miró con perplejidad, como si fuera un fantasma. Y ella se quedó en el marco, esperando la aprobación de Arthur para poder entrar.
— ¡Hola, Arthur!—le dijo en tono amigable— ¿puedo pasar?
— ¡Vaya!—exclamó él con una sonrisa— así que ha venido, finalmente, pase, pase, doctora.
Harley entró, dejando la puerta apenas abierta.
— ¿Cómo te sientes?
— ¡De maravilla! Ahora que la veo. Me siento feliz.
—Eso es bueno— en una esquina de la habitación había una silla, Harley la arrimó y se sentó.
— ¿Qué hace aquí, doctora?— preguntó Arthur con genuina curiosidad.
—Vine a verte, pensé que a lo mejor podríamos hablar.
— ¿Sostener una pequeña charla?— Arthur la miró con desconfianza.
—No me mires así— dijo ella, amablemente— estoy aquí para ayudarte.
—Empiece, pues, por quitarme esto—dijo señalando con la cabeza el chaleco que llevaba.
—Temo que puedas hacerte daño, Arthur.
— ¡Por favor, doctora! No sabe lo molesto que es. Por favor, quítemelo. ¿O tiene miedo que le haga algo?
—No. No tengo miedo de ti.
— ¡Entonces quíteme esta porquería!— exclamó inclinándose hacia adelante— hágalo, y le mostraré un truco de magia.
— ¿Sabes hacer magia?
— ¡Claro que sí! Yo soy un comediante, pero también me sé algunos trucos. ¡Quíteme el chaleco y se lo mostraré!
—Si realmente sabes hacer magia—dijo Harley — quítatelo tú solo.
— ¡Ah!—los ojos del Joker brillaban de picardía— ¡Que astuta! Quítemelo, por favor. No he podido dormir cómodamente con esto puesto.
— ¿No dormiste en toda la noche?
—Ya no duermo, desde hace tiempo.
— ¿Qué te mantiene despierto?
—Recuerdos—una risa—como si fuera una vida pasada.
— ¿Qué clase de recuerdos?
— ¡Cosas!—se rió—No sé. Son como imágenes, borrosas, se desvanecen. Se me escapan. Las he olvidado pero ahí están. Como flashes.
— ¿Qué ves en esas imágenes?
— ¿Qué quiere saber, doctora? ¿Mi pasado?— la miró inexpresivo— ¿Qué importa eso? La verdad es que no recuerdo. ¡No recuerdo nada! Pero puedo hablarle del presente, lo que sí recuerdo. ¿Qué quiere saber? ¿Por qué maté a Murray o a los idiotas del tren?
Harley sintió que su corazón se detenía. Tenía tanta curiosidad por saber lo que ocurrió la noche que murió Guy, y ahí estaba, frente al único hombre que le podía dar todas las repuestas. Sin embargo, no sabía si confiar en todo lo que Arthur le podía llegar a decir. Se mostraba mucho más burlón que la última vez que habló con él. Recordó el informe que había presentado a Markus y en lo equivocada que estaba su conclusión. «Es perfectamente capaz de enfrentar un juicio» pensó.
— ¿Ese fue tu primer crimen? ¿Matar a esos hombres?— dijo con los ojos fijos en los de Arthur.
—Más o menos, sí, digamos que sí— echó la cabeza para atrás y lanzó una carcajada— ¡eran unos idiotas! No se perdió nada con matarlos.
— ¿Por qué los mataste?
—Porque lo merecían.
— ¿Te hicieron algo?
— ¡Sí, me golpearon!—exclamó— ¿y por qué pregunta tanto? ¿No se suponía que me iba a ayudar? Parece que está más preocupada por esos idiotas que por mí.
—No es así— aseguró— de verdad.
Arthur la miró sonriente y se inclinó hacia adelante.
— ¿Nos conocemos?—le dijo de pronto.
—No—dijo, insegura—creo que no.
Arthur dio una rápida mirada a la tarjeta que llevaba Harley prendida en su túnica.
— ¡Qué lindo nombre el suyo!— dijo, volviendo a recostarse— me encanta, Harleen Quinzel, ¡que hermoso!
—Yo lo detesto—murmuró con voz débil.
—No diga eso, es un nombre maravilloso. ¿Cómo me había dicho que podía llamarla? ¿Harley?—ella asintió— Bien, Harley, afloja el chaleco, por favor. Me pica la nariz y no me puedo rascar.
—Dime donde te pica y yo te rasco.
— ¡Muy astuta!— volvió a reírse—pero no lo suficiente.
De pronto, y antes de que Harley pudiera reaccionar, Arthur se abalanzó sobre ella, tomándola del cuello. Resultó, que de alguna forma, había logrado soltarse el chaleco y tras mover sus pies violentamente, logró zafarse de las correas que lo sujetaban a la cama. Ambos cayeron al suelo, y Harley sintió como las manos de Arthur le apretaban el cuello, evitando que ella pudiera gritar, aun así, no sintió miedo y no opuso resistencia, si quería asesinarla, ella no se molestaría en evitarlo. De pronto, las manos de Arthur se aflojaron, confundido, la miró y le preguntó:
— ¿No tienes miedo?
Ella negó con la cabeza.
—Vete—le dijo Harley de pronto—huye o te van a meter en un lugar peor que éste. ¡Vete!
Arthur se puso de pie y observó la puerta que estaba entreabierta. Salió de allí corriendo y Harley se quedó tendida en el suelo riendo como una maniática.
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Arlequín || Joker ||
FanfictionHarleen Quinzel, una psiquiatra hundida en la violencia de una relación enfermiza, pronto se verá envuelta en una obsesión que se irá fundiendo con la locura.