Roman POV.
-Espera, espera –masculla.
-¿Me detengo? –le pregunto.
-No. Continua –ordena-. Pero estoy por llegar a un semáforo en rojo.
-No pueden vernos –replico.
Son las diez de la noche, nadie puede ver al interior del Jeep.
Además es suficientemente alto como para que alguien esté a la altura de la ventana.
Así que vuelvo a tomar su erección con mi mano y la meto en mi boca nuevamente.
Alexander jadea, y el Jeep se detiene.
-Roman –masculla con la voz entrecortada.
Lo ignoro y continúo saboreando su glande con mis labios.
Pero me detiene con fuerza, sujetándome del cabello y obligándome a levantarme.
Estoy a punto de quejarme cuando me percato del autobús público que se está deteniendo junto a nosotros.
Solo los autobuses tienen la altura suficiente para poder ver a través de la ventana.
Así que me tengo que obligar a quedarme sentado en mi lugar.
Pero no desperdicio mi tiempo, sino que continúo masajeando su erección con mi mano.
Alexander aprovecha que la luz sigue en rojo para cerrar los ojos y recargar la cabeza en el asiento.
Cuando la luz cambia a verde le doy una palmada en el muslo, y rápidamente se pone en marcha.
Una vez que nos hemos alejado del autobús vuelvo a recostarme para meter su erección en mi boca.
Alexander jadea constantemente, y mientras más se acerca al clímax, mayor es el ritmo de su respiración.
-Voy a terminar –masculla.
Y siento como su glande se ensancha y endurece.
-Termina –le digo.
Masajeo su erección con mi mano, aun teniendo el glande dentro de mi boca.
-Espera –jadea él.
Siento como disminuye la velocidad del Jeep, y por las luces me doy cuenta que hemos llegado a nuestro destino.
Detiene el coche y apaga las luces.
El endurecimiento de su glande está al límite.
Y succiono su erección rítmicamente hasta lograr que termine.
El líquido cálido pasa directamente por mi garganta, mientras Alexander se estremece y con una mano agarra el volante con fuerza, mientras con la otra acaba de golpear la puerta con fuerza por la desesperación.
No me levanto hasta que limpio su miembro completamente con mis labios y mi lengua.
Alexander sabe delicioso.
Limpio mis labios con una toalla desechable y él sube su pantalón, recuperando el aliento.
-Eres increíble –me dice.
Me encojo de hombros y sonrío con orgullo.
Cuando se quita el cinturón sujeta mi rostro y junta nuestros labios.
-Tengo sabor a sexo –mascullo entre besos.
-Sabes delicioso –dice él suavemente-. Ya hasta se me quitó el hambre.

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Schneider
RomanceRoman Schneider está acostumbrado a conseguir siempre lo que quiere. Así que cuando un obstáculo se pone en su camino, intenta quitarlo a toda costa. Pero esta vez se topó con algo mas grande que él. Algo que volverá a pegar sus pies sobre la tierr...