Roman POV.
Llego a la cafetería y tomo una de las mesas del exterior.
Me gusta este lugar, porque estamos al aire libre, sobre la acera. Con unas pequeñas sombrillas cubriendo cada mesa.
Hace un bonito clima, y a esta hora de la tarde los coches no pasan muy seguido por la calle.
Así que el ambiente se siente muy tranquilo.
-Buenas tardes señor –me saluda una jovencita sonriente-. ¿Puedo ofrecerle algo de tomar? ¿O le doy un momento para que vea el menú?
-Un café –ordeno-. Negro, sin azúcar. Por favor. Y una rebanada de pay de manzana.
-Perfecto, en un momento le traigo su orden –y se marcha.
Hace frio. Pero es muy soportable.
Estoy acostumbrado a temperaturas mucho más bajas.
Así que soy el único en el lugar vistiendo unos jeans y una playera de manga corta.
Supongo que por eso me miran tanto.
Y además le agregamos la vestidura de tatuajes que tengo en mi cuerpo. Y la barba. Y el cabello largo.
Maldita sea.
Lo bueno es que amo la atención.
Sonrío en dirección a la chica que me estaba mirando "discretamente".
Si, amor, mi cabello es más bonito que el tuyo.
Lo que ordené no fue nada del otro mundo, así que en menos de cinco minutos la chica me trae el café y el pay.
Y agarro mi teléfono celular para matar el tiempo un rato.
Cuando doy el primer sorbo de café es cuando una de las tantas miradas sobre mí me llama la atención.
El hombre, cinco mesas después de la mía.
Está solo también. Bebiendo café, y con un libro en sus manos.
Me mira discretamente, a través de los lentes de sol.
Pero tengo experiencia suficiente para saber que sus ojos se postran en mí.
Agarro mi taza de café, la elevo en el aire y la inclino hacia él. Guiñándole el ojo.
Lo he tomado desprevenido, pues se reacomoda en la silla y baja la mirada.
Es gay. Definitivamente.
Un heterosexual no se incomodaría de esa manera.
Y es apuesto. Muy apuesto.
Él intenta no mirarme durante los siguientes minutos, pero se nota que le está costando.
Sobre todo porque ahora soy yo quien no deja de mirarlo.
Lo veo dar un último sorbo a su café, saca un billete de su cartera, toma su libro y se pone de pie.
Le hago rápidamente una señal a la mesera, quien por suerte se acerca rápidamente.
-Voy a pagar –le digo, sin despegar la mirada del hombre que comienza a caminar por la acera, hacia donde estoy yo.
-En un momento le traigo la nota, señor –me dice amablemente.
Pero no tengo tiempo para eso.
Saco un billete y se lo entrego.
-Quédate con el cambio –le digo.
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Schneider
RomansaRoman Schneider está acostumbrado a conseguir siempre lo que quiere. Así que cuando un obstáculo se pone en su camino, intenta quitarlo a toda costa. Pero esta vez se topó con algo mas grande que él. Algo que volverá a pegar sus pies sobre la tierr...