Capitulo 3

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Sookie atravesó la pista de baile del Fangtasia lo más rápidamente que pudo y se dirigió a la salida. O por lo menos lo intentó, ya que muchos Colmilleros se movían en dirección contraria para ver el espectáculo inesperado que les estaba ofreciendo el jefe de los vampiros, y la arrastraban consigo de vuelta hacia el Trono. Sookie podía escuchar sus pensamientos sucios mientras intentaba alejarse de aquel horrible lugar.

- ¡Ala! Mirar al vampiro. Se la va a tirar delante de todo el mundo.

- Fijaros en sus colmillos. Son enormes. ¡Va a morderla!¡Va a morderla!

-¡Qué guapo es!¿Por qué no me habrá elegido a mí? Menuda zorra. Fíjate como abre la boca.

Sookie se abrió paso a empujones, despojada ya de toda dignidad, y con las lágrimas rodando libremente por sus mejillas. Se sentía dolida, humillada, enojada y también terriblemente vacía. Cómo si alguien le hubiera arrancado el corazón y sólo hubiera dejado un hueco vacío en su lugar.

- ¡Maldito cabrón!¡Maldito seas!¡Y maldito sea el día en que puse los ojos en tí!- murmuraba para sí misma, víctima de la histeria. El comportamiento de Eric la había dejado tan aturdida que en ese momento no tenía absolutamente ningún control sobre sus emociones. No podía pensar con claridad. No podía imaginarse cómo iba a seguir adelante. Cómo iba a poder confiar nunca más en un hombre. Como iba a rehacer su vida. No quería imaginar el regreso a su casa vacía, la casa que todavía le pertenecía a él, por cierto. No podría soportar el silencio, ni la soledad, ni la cripta vacía dónde seguían los libros de Eric y la ropa barata que él había usado durante la amnesia y que ella había lavado y planchado esa misma mañana mientras recordaba los escasos momentos que pasaron juntos.

Sookie emitió un quejido que salía de lo más profundo de su cuerpo mientras docenas de desconocidos la zarandeaban de un lado a otro. Alguno se la quedó mirando mientras pasaba, e incluso una chica pareció preocuparse por ella: Oye, oye, ¿estás bien? - le preguntó. Sookie pudo escuchar su mente con tanta claridad cómo si la muchacha le hablara en voz alta: Pobrecilla, menuda pinta lleva. El maquillaje se le ha corrido y tiene toda la cara manchada. Parece un payaso de circo.

- Gracias. No me pasa nada. Estoy bien - dijo Sookie secándose las lágrimas con la mano. Esbozó una sonrisa tímida a la chica, que la miraba con curiosidad. Ella se la devolvió algo insegura, se encogió de hombros y le dio la espalda para seguir bailando con su novio. Era muy delgada, y como buena Colmillera, iba vestida de negro y llevaba un collar de púas alrededor del cuello. Sookie se fijó en que tenía tatuado un pequeño murciélago en la nuca. - Muy apropiado - pensó, sintiendo el impulso insano de echarse a reír.

Respiró hondo, e intentó controlarse.

Sookie, cálmate. Has venido aquí a hablar con Eric y a arreglar las cosas - se dijo a sí misma - pero ya que él lo tiene tan claro, no hay nada más que decir. Todo ha terminado - Cerró los ojos, y la imagen mental de Eric, en su cama, abrazándola y susurrando al oído cuanto la amaba, se coló en su mente. Inmediatamente su fortaleza volvió a resquebrajarse y se puso a llorar otra vez.

- Le he perdido. Él me quería, y yo he sido tan idiota de humillarle mientras me lo decía. Y ahora le he perdido...para siempre.

Miró a su alrededor y se dirigió a los baños. No estaba en condiciones de conducir, y necesitaba desahogarse a solas. Entró en el baño de mujeres y sintió un olor penetrante a sangre y sexo que le azotó la cara. Alguien había estado allí recientemente, aunque, por fortuna ya habían terminado y el baño estaba vacío. Que asco.

Sookie no tenía tiempo para hacerse la melindrosa, así que se encerró rápidamente en uno de los servicios, pero maldijo en silencio a Ginger por no ser más cuidadosa con la higiene.

Se sentó y dejó libre su dolor. El llanto brotó, profundo y terrible y ella desnudó su alma mientras las lágrimas caían libres e incontrolables bañándole el rostro. No era la primera vez que lloraba por un vampiro, pero sí era uno de los dolores más desgarradores que había sentido nunca. Peor que cuando se enteró de la traición de Bill, y casi tan horrible como el dolor que sintió al encontrar a su abuela muerta. En ambos casos, se había sentido perdida y abandonada, pero ésta vez, en el rincón más profundo de su interior, tenía que reconocer que no sabía si lloraba de tristeza, de frustración o de rabia hacia él y hacia sí misma por ser tan idiota.

Poco a poco, sus lamentos se fueron suavizando, y comenzó a sentirse un poco mejor. Por lo menos más descansada, cómo si se hubiera quitado un peso enorme de encima. A medida que recuperaba la compostura, la tristeza empezó a convertirse en cólera.

Estaba claro que él no iba a follarse a esa puta delante de la gente, y tampoco pretendía morderla en público. Estaba prohibido por la ley. Si Sookie no se hubiera acercado aquella noche al Fangtasia, Eric ni siquiera habría mirado a aquella mujer. Lo hizo solamente para humillarla a ella. Y si no era así...¿Qué importancia tenía ya?

Ahora mismo está sintiendo tu dolor y escuchando tu llanto desde su estúpido Trono, y seguro que está sonriendo, muy orgulloso de sí mismo. Sookie, eres una idiota por sufrir tanto por los hombres - pensó - Mejor te vas a tu casa, y que le den por el culo a ese vikingo estúpido y arrogante.

Con una nueva resolución, se levantó, irguió la cabeza, dio un largo suspiro, apretó los dientes y salió del baño. Se acercó a los lavabos, se limpió las manos, y echó un vistazo a su imagen, reflejada en el espejo.

Tenía la cara roja e hinchada. La nariz parecía el doble de su tamaño, y los ojos miraban si ver, húmedos de las lágrimas y enrojecidos cómo los de un vampiro que llevara demasiadas noches sin alimentarse.

Una nueva oleada de cólera nació en su interior para envolverla completamente. ¿Acaso le iba a dar a Eric la satisfacción de verla tan destrozada por su culpa?¡Pues no señor! Ella era Sookie Stackhouse y tenía su orgullo. No iba a dejar que nadie la humillara por mucho que...Sí, sí, reconócelo. Por mucho que fuera el amor de tu vida, además del mejor amante que jamás tendrás, al que has perdido para siempre por culpa de tu propia estupidez...

Las lágrimas quisieron volver a asomarse, pero ésta vez pudo retenerlas. Se lavó la cara, abrió su pequeño bolsito de mano y retocó su maquillaje lo mejor que pudo. Puso su mejor cara de: No pasa nada. Soy una chica fuerte y nadie puede conmigo... sonrió y abrió la puerta del baño. Por suerte, nadie había entrado durante los 20 o 25 minutos que había permanecido dentro. Raro ¿no?

Salió al pasillo con energía fingida y se dio de bruces contra un pecho masculino fuerte, musculoso y duro cómo un piedra.

- ¿Qué demonios?- preguntó al darse cuenta de que unos brazos muy fuertes la agarraban.

Sookie levantó la vista para ver la cara del hombre que la sujetaba.

E aquí la tercera entrega ;)
Doy aviso que de aquí en adelante el contenido de la historia es sumamente explicito y si eres una persona que no le gustan los detalles, te recomiendo que leas otra historia.
Besotes.

El verdadero peligro / True BloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora