Capitulo 2

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Cuando al fin llegó su turno, Sookie se plantó delante del vampiro y sonrió entregándole su carnet de identidad, aunque no fue tan estúpida cómo para mirarle directamente a los ojos. El sí que la miró, de arriba a abajo. Durante casi un minuto la examinó con descaro, detenidamente. Desde los rizos dorados que enmarcaban su rostro de flor hasta las puntas de los dedos de los pies. Su mirada se detuvo especialmente en los pechos grandes y firmes, apenas cubiertos por el escote del vestido, y en los muslos contorneados y después de mirarla, suspiró contemplando su piel morena, tostada por el sol. Después esbozó una sonrisa insolente y le devolvió el carnet.

- Sookie Stackhouse. 26 años. - murmuró.Era muy atractivo, cómo casi todos los de su especie. Con el pelo negro azulado, la nariz recta y los ojos verdes cómo esmeraldas. Podría haber servido de modelo para cualquier estatua griega del mundo antiguo, y parecía que su cuerpo estaba tan bien cincelado cómo su rostro. Aparentaba tener unos 35 años, aunque era imposible adivinar si se trataba de un vampiro viejo o joven.

Clavó su vista de gato en los ojos de Sookie, pero ella desvió rápidamente la mirada. Era obvio que el vampiro intentaba intimidarla, o tal vez hipnotizarla. Despertar la curiosidad de un vampiro desconocido, era lo último que Sookie deseaba en ese momento.

- ¿Has venido hasta aquí a divertirte?- preguntó con un ronroneo en la voz. Tenía un acento profundo, francés, o tal vez, centro europeo. Sookie no sabría distinguirlo. Había conocido a muy pocos extranjeros en su vida, ya que, apenas había salido de Bon Temps.

- Vengo a ver a Eric Northman - dijo ella en voz alta. Sus palabras fueron seguidas de un murmullo burlón entre los Colmilleros que esperaban detrás suyo. Alguien incluso se rió cortando el aire cálido de la noche con una carcajada impertinente. Sintió cómo la invadía la rabia.

El vampiro que tenía delante la miró con ojos divertidos. Estaba claro que se lo estaba pasando muy bien.

- Vaya con el Jefe - dijo - Otra mujer que quiere unirse a su Club de Fans. - Echó la cabeza hacia atrás y él también se rió, enseñando unos dientes muy grandes y muy blancos. Sookie notó, muy a su pesar, que el rubor le cubría las mejillas y sintió que la dominaba el deseo (estúpido por otra parte) de cruzarle la cara con una bofetada. ¡Se estaba riendo de ella!

- Pasa, dulzura - le dijo él apartándose de repente para dejarla pasar - Y espero que tengas suerte. Sookie pasó rápidamente junto a él y entró en el Fangtasia, procurando apartarse lo máximo posible de su cuerpo. No quería tocarlo. Pero no fue lo bastante rápida, ya que el vampiro la cogió del brazo y acercó su hermoso rostro al suyo - Aunque te advierto que el Jefe está muy, muy ocupado, así que, si él no tiene tiempo para complacerte, no dudes en buscarme... Mi nombre es Philip.

Después la soltó y volvió a su lugar junto a la entrada. Sookie estaba furiosa e indignada. ¿Cómo se atrevía? ¿Acaso la había confundido con una Colmillera patética y desesperada? ¡Por supuesto que Eric la recibiría! Él la amaba. Y ella no era una cualquiera. Era su...era su...¿su qué?

El pequeño roce con el vampiro Philip, la había dejado molesta e incómoda. Ya estaba lo suficientemente nerviosa y confusa cómo para que otro maldito vampiro la fastidiara.

No ha reconocido tu nombre - dijo su irritante vocecita interna - No ha pensado: Vaya Sookie Stackhouse, la novia de Eric. Es un honor conocerla señora...Eric no ha hablado de tí a sus subordinados. No les ha dicho que eres suya...

Su cerebro cada vez se asemejaba más a una cazuela de barro en la que hervían un sinfín de pensamientos contradictorios y negativos. Sookie respiró profundamente e intentó calmarse mientras se deslizaba entre la multitud que abarrotaba el bar. De nada servía mostrarse insegura a éstas alturas. Todo lo contrario, sería peligroso. Tenía que hablar con Eric y tenía que hacerlo en ese momento y sin mostrarse débil, ¡Maldición!
El Fangtasia no había cambiado desde que estuvo allí la última vez. Música estridente que podía dejar sordo a cualquiera. Hombres y mujeres contorneándose semi desnudos intentando parecer deseables y seductores. Jóvenes vestidos de negro, ataviados con capas y colmillos postizos, y de vez en cuando, vampiros auténticos, aquí o allá, escondidos entre la gente normal, como si fueran joyas preciosas e inmutables, iluminando a los patéticos Colmilleros con su suave resplandor.

Tal vez todos los vampiros tuvieran su propio brillo interno, pero ninguno era tan brillante cómo su amado Eric. De eso estaba segura.

A Sookie le deprimió el ambiente decadente del Fangtasia. Nunca le había gustado ver a todo aquel montón de humanos suplicantes, mirando a los vampiros cómo si fueran Dioses e intentando desesperadamente llamar su atención. Aunque, en ese mismo instante, ella se sintiera exactamente igual que ellos, y esa idea le parecía más deprimente que cualquier otra cosa que nunca se le hubiera ocurrido. Pero ¿qué ganaba intentando engañarse a sí misma?. Su mente, su cuerpo y su espíritu llamaban a Eric con todas sus fuerzas.

¡Todo era tan frustrante! Había tanta gente aquella noche, que ni siquiera alcanzaba a ver su Trono. ¿Dónde estaba él?¿Dónde estaba su amante rubio?

Se abrió paso a codazos cómo pudo, sintiendo la presencia de Eric rodeándola, igual que sus brazos la habían rodeado cuando compartieron sus secretos de alcoba, y siendo plenamente consciente de que Eric, también tenía que sentir la presencia de ella. ¿Dónde se escondía? ¿Por qué no había salido a su encuentro todavía? El ritmo de sus latidos se hizo atronador a medida que se acercaba al fondo del bar empujando a los que le interrumpían el paso. Gotas de sudor se deslizaron por su frente mientras buscaba a Eric con la mirada.

- ¡Oye tú! - le gritó una Colmillera. Llevaba tan poca ropa que apenas dejaba nada para la imaginación - No me empujes ¡Joder!.

- Lo siento - musitó Sookie a modo de disculpa. La Colmillera le sacó la lengua, mostrando un montón de pearcings y unos dientes amarillos limados artificialmente para que parecieran puntiagudos. Sookie se estremeció y siguió avanzando, cada vez más consumida por la ansiedad.

Ahora estaba casi delante del Trono y por fin pudo ver a Eric. Su corazón le saltó en el pecho.

Estaba tan guapo cómo siempre, o quizás más de lo que lo recordaba. Su belleza parecía casi etérea comparándola con la decrepitud de las personas que pululaban por el bar. Llevaba unos pantalones de cuero negro, botas negras y una camisa color burdeos abierta por delante, mostrando buena parte de su pecho musculoso. El colgante Vikingo que siempre llevaba puesto, cómo un talismán, descansaba sobre su torso, y las manos, grandes y hermosas, caían lánguidamente a ambos lados del trono. El pelo rubio, del mismo tono que el de Sookie, estaba peinado hacia atrás dejando la frente despejada. Su rostro era impenetrable, y sus ojos nórdicos, de color azul pálido, eran más gélidos que los Vientos del Norte de su tierra natal. Pero, por supuesto, la había visto llegar, Eric la miró, y Sookie se apresuró a acercarse a él.

- Eric...- le dijo suavemente.

Él no sonrió. No abrió sus fuertes brazos para que ella se refugiara en ellos. Ni siquiera hizo un sólo gesto de que la reconociera. Se limitó a observarla con una frialdad y una dureza que la dejaron clavada en el sitio.

- Eric...- volvió a llamar, tan bajito que era apenas un susurro.

Entonces, Eric se movió de repente. Fue un movimiento inesperado y veloz. Muy sutil y muy vampírico y la hizo sobresaltarse. Pero, para su sorpresa y decepción, él no se movió para acercarse a ella, ni para tocarla, sino que agarró a una de las mujeres que se agrupaban en el suelo cerca de él, restregándose contra su Trono cómo gatas en celo, y la sentó sobre sus rodillas. La mujer lanzó un maullido de sorpresa y de gozo, y sus amigas idiotas se rieron encantadas, aunque algunas protestaron por no ser ellas las afortunadas.

Sookie se quedó de piedra y sintió que se le cortaba la respiración. No podía dejar de mirar a Eric, quién, lentamente, y sin apartar la vista de Sookie, empezó a acariciar a la mujer mientras la muy zorra gemía. Incluso le bajó un tirante del escueto vestido dejando libre uno de sus pechos y le apretó el pezón, que se endureció al instante.

La mujer gimió más fuerte, mientras Eric apretaba el pezón con dureza y desnudaba el otro pecho. Sus ojos azules seguían clavados en Sookie, y había tanta ira, tanta tristeza y tanto desprecio en aquellas gemas heladas que eran sus ojos, que ella sintió cómo su corazón se le partía en el pecho.

- Ahora ya sabes lo que se siente - le dijo Eric en voz baja. Después la ignoró y empezó a besar y chupar el cuello de la mujer mientras una de sus manos se deslizaba debajo del vestido buscando la miel que había entre sus piernas.

Sookie no necesitaba ver nada más. Dio media vuelta, y se fue de allí antes de romper a llorar cómo una niña pequeña delante de él. Los gruñidos de placer de aquella desconocida, la perseguían como fantasmas que poblarían sus pesadillas las semanas siguientes.

Aquí les dejo el segundo cap de esta obra, los dejo invitados a votar y comentar.

Besooos.

El verdadero peligro / True BloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora