Capitulo 5

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Se observaron en silencio durante un largo minuto. Las manos y el rostro de Eric estaban salpicados por manchas de sangre que le daban un aspecto feroz. Su pelo rubio estaba revuelto, y abría y cerraba los puños convulsivamente, como si le costara un tremendo esfuerzo controlarse.

Seguramente así era. Sus labios sensuales, tan finamente perfilados, permanecían muy apretados, conteniendo a duras penas un ronco gruñido de fiera salvaje. También parecía más pálido de lo habitual. Sookie nunca lo había visto tan enfadado. Nunca se le había asemejado tanto a una bestia primitiva e incontrolable, aunque, a pesar de su furia, seguía siendo ridículamente bello. Incluso ahora que tenía las facciones contraídas por la rabia, y no se parecía en nada al hombre tierno y vulnerable que la había amado mientras estuvo bajo los efectos del hechizo, Sookie no pudo dejar de admirar el poder que ejercía sobre ella su sola presencia física. Era tan apuesto como un Dios pagano, y tan terrible en su furia como un Demonio del Averno. La miraba fríamente, como si la odiase, con el ceño fruncido y los ojos azules, gélidos, clavados en ella sin poder ocultar la ira contenida. Pero Sookie también podía sentir sus otras emociones tan claramente como si ella misma las sintiese. Tan fuerte y tan profundo era el lazo que compartían, que Sookie a pesar de no poder leerle la mente como hacía con los seres humanos, fue capaz de percibir en su interior todo el miedo, y el dolor, y la lujuria que pugnaban por salir del cuerpo de Eric para abalanzarse sobre ella y aplastarla bajo su peso. Ella se dio cuenta de que en aquel momento, el vampiro podía perder el control y hacerle daño, o incluso llegar a matarla...pero, en lugar de sentir miedo, notó cómo su amor por él crecía y se hacía más y más fuerte. Nunca lo amó tanto como ahora, cuando permanecía en pie, delante de ella, elevándose sobre su cabeza amenazador, luchando por controlar sus impulsos asesinos mientras el otro vampiro, que había estado a punto de violarla, se debatía en el suelo con su pene arrancado, todavía embutido en la garganta acallando sus lamentos.

Sookie hizo lo más estúpido y temerario que se le ocurrió. Dejó de lado toda precaución, dio un paso al frente y se abrazó a él. Un contacto físico tan directo, con el vampiro en ese estado de ánimo, era peligroso, pero tenía que intentarlo. Si él decidía matarla, pues que asi fuera. Ese sería su destino.

Rodeó su cintura con los brazos, y hundió el rostro en su pecho frío. Como era mucho más pequeña que él, su cabeza ni siquiera le llegaba a la altura del corazón por mucho que se hubiera calzado con tacones, pero no le importó. Se puso de puntillas, y comenzó a cubrir de pequeños besos húmedos hasta el último centímetro de piel que la camisa de él dejaba al descubierto.

Él no se movió. Era como abrazar y besar una estatua inanimada, pero ella no se acobardó por su silencio. Al menos tampoco la estaba rechazando. Sookie sabía que, con su maldita indecisión, le había herido y le había humillado. Ella borraría esa humillación entregándose a él por completo, y, si eso no era suficiente, que Dios la ayudara.

Siguió abrazándose a él, apretándose contra su cuerpo todo lo que le permitía la fuerza de sus pequeños brazos. Los brazos de Eric, sin embargo, permanecían inmóviles en los costados dejándole hacer a ella. Sookie deslizó lentamente las manos por la espalda del vampiro, siguiendo con los dedos el contorno de la columna vertebral y después prosiguió su exploración más abajo, llegando hasta las nalgas y acariciando su trasero maravilloso. Él lanzó una especie de gemido y ella alzó la vista intentando capturar su mirada, intentando que Eric se inclinase para que ella pudiera chupar su garganta.

El cuerpo de él se tensó. Estaba claro que mantenía una lucha interna consigo mismo, mientras Philip parecía haberse desmayado por el dolor, si es que a los vampiros les pasan esas cosas.

Por fin Eric reaccionó y agarrándola bruscamente de los rubios cabellos, tiró de ella y le obligó a echar la cabeza hacia atrás dejando expuesto su cuello dulce. El vampiro gruñó enseñando los colmillos, que estaban completamente extendidos. Su boca se acercó a la garganta y sus dientes rozaron la piel suave y delicada. Sacó la lengua y la lamió. El cuerpo de Sookie tembló, anhelando desesperadamente el contacto. Ella jadeó esperando a que la mordiera, pero Eric, después de unos segundos la soltó y la apartó de él.

Sookie lo miró sorprendida y un poco decepcionada.

- ¿Estás bien? - le preguntó él con voz ronca.

- Sí- respondió ella con un hilo de voz.

- ¿Te ha hecho daño?¿Te ha tocado?

Sookie tardó un momento en responder.

- No, no. No ha llegado a hacerlo, aunque quería...y yo...yo no pensaba dejarlo...

Los dientes de Eric rechinaron y la cólera volvió a adueñarse de su semblante.

- ¡Sí, claro! - le gritó - ¿Y qué habrías podido hacer tú para impedírselo?¡Te habría violado!¡ Y en cuanto hubiera probado tu sangre se habría vuelto loco, y te habría drenado por completo!

Sookie sintió que el rubor le cubría las mejillas y que su propio carácter rebelde se desbocaba. Saltó como si la hubieran golpeado con un látigo.

- ¡Por supuesto!¡Me habría bebido enterita! ¡Se habría tragado hasta la última gota de mi sangre de mierda! ¿Y dónde coño estabas tú mientras tanto? ¡Follando con aquella puta! ¡Dijiste que me amabas y a los dos días ya te encuentro con otra, y encima me lo restriegas por la cara!¡Eres un cerdo!

En un segundo lo tuvo delante, su rostro pegado al suyo mostrándoles los colmillos con un aspecto aterrador. La señaló con un dedo índice enorme, haciéndolo oscilar delante de su cara a modo de advertencia.

- ¿Cómo te atreves a hablarme así? ¡Fuiste tú la que se negó a ser mía!¡Fuiste tú la que me dejó para correr detrás de Bill Compton!¡Prometiste qué me seguirías queriendo! ¡Qué seguiríamos juntos cuando recuperara la memoria!¡Pero me mentiste! ¡Te faltó tiempo para darme la patada y volver con ese cretino!

Sookie no se amilanó. Estaba tan enfadada como él, y despueés de todos los cambios de humor que había experimentado en unas pocas horas, se sentía exhausta y poco le importaba ya lo que pudiera pasarle. En un ataque de locura le dio un empujón intentando alejarlo de ella.

- ¿Cuándo te he dado yo la patada? ¡Estaba confusa! Bill me había dado su sangre y sólo necesitaba tiempo para tomar una decisión. ¿Y para qué crees que he venido arrastrándome hasta aquí, maldito imbécil? ¿Acaso no lo sabes?

Eric, a quién el empujón de Sookie no le había afectado lo más mínimo, cruzó los brazos sobre el pecho y arqueó sus cejas rubias al tiempo que hacía una mueca de exasperación-

- Pues no, no lo sé. Eres tan variable, que resulta muy difícil adivinar tus intenciones...incluso para mí, que llevo mil años vagando por el mundo.

¡Se estaba burlando de ella! Nadie se burlaba de Sookie Stackhouse. Por mucho que lo amara...por mucho que su cuerpo se muriera de ganas de tumbarse en el suelo y dejar que la poseyera allí mismo, en el fondo seguía siendo el mismo engreído, pomposo, idiota rubio vikingo. ¡Maldita sea!

- ¿Pues sabes que más?¡Qué por mí te puedes pasar otros 1000 años vagando por dónde te de la gana! ¡Yo me voy a mi casa!

Sookie dio media vuelta dispuesta a salir por la puerta del almacén sin mirar atrás, pero antes de dar un solo paso, él ya la había atrapado.

- Es "MI" casa, por si no te acuerdas- le susurró dulcemente al oído - Y tú no te vas a ninguna parte.

El verdadero peligro / True BloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora