Capitulo 12

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Sookie estaba casi preparada para ceder, él lo notaba. Y se moría de ganas de dejar su marca sobre ella, y ver su lindo trasero tiñéndose de rojo. Sólo por eso, habría merecido la pena la espera de casi dos años por la señorita Stackhouse. Nunca había esperado tanto tiempo por una mujer. (En realidad, nunca había esperado nada por ninguna. Estaba acostumbrado a que se abrieran de piernas para él a un chasquido de sus dedos. Por eso "Su Sookie" era tan especial).

- Venga Sookie, si lo estás deseando- dijo mientras deslizaba la mano hacia abajo, hasta llegar de nuevo a tocar sus pliegues mojados y su clítoris. Lo masajeó cuidadosamente, estimulando todas las terminaciones nerviosas que se escondían en el pequeño botón, y una vez más, se detuvo.

- Vamos cariño- la animó. Empezaba a pensar que quizás el amanecer le encontrara allí sentado, con Sookie todavía resistiéndose tercamente- No te voy a hacer daño.

En realidad, Sookie no sentía temor a que él le hiciera un daño físico. No era eso.

Lo que temía era el acto de completa sumisión y entrega, y sobre todo, la asustaba la posibilidad de disfrutar más de lo debido con aquellos azotes.

Muy a su pesar, sentía como el deseo de ser dominada enteramente por Eric se despertaba en un cuarto oscuro del fondo de su mente, y amenazaba con invadirla poseyendo completamente su voluntad. La fuerza imparable de esa sensación, le daba mucho miedo.

Eric siguió a lo suyo, acariciándole el clítoris, pellizcándolo suavemente y moviendo sus dedos en círculos sobre él para después detenerse. Luego volvía a empezar. Al cabo de unos minutos, Sookie pensó que iba a volverse loca.

- Esta bien. Hazlo- dijo finalmente. Cerró los ojos y esperó.

Eric no necesitó que se lo dijeran dos veces. Acarició su culo una vez más, disfrutando de la suavidad y frescura de su pequeño trasero, y después, abrió completamente la mano y con un movimiento rápido, le dio una palmada en la nalga derecha. Plats.

- Vamos, cuenta- murmuró Eric con energía.

- Uno- musitó Sookie en voz baja.

- Plats- otra palmada en la nalga izquierda. Sookie gritó- Dos- Tal y cómo se esperaba, la picadura no era lo suficiente fuerte para hacerle verdadero daño. Eric estaba aplicando sólo la potencia justa y lo hacía con la única intención de provocarla y de incrementar su lujuria y deseo.

- ¡Plats!¡Plats!¡Plats!- la mano de Eric descendía sobre ella cada vez más rápido, y con cada nuevo golpe, sus nalgas iban adquiriendo una tonalidad más oscura, desde el rosa pálido del principio, hasta teñirse de un brillante color rojo a medida que la sangre se acumulaba bajo la piel. Para Eric, era una de las cosas más eróticas que había visto en la vida. Aunque se estaba esforzando mucho para no hacerle daño, sabía que la silueta de sus dedos se quedaría marcada sin remedio en el culo de Sookie, y esa idea le encantaba.

- ¡Tres!¡Cuatro!¡Cinco!- las picaduras de los azotes estaban consiguiendo su objetivo, que era excitarla más y más. Supuso que si Eric le acariciaba sus partes íntimas en ese momento, con un único roce la haría saltar por encima del borde y alcanzar un super-orgasmo.

A pesar de que toda la educación que había recibido le impelía a sentirse avergonzada por lo que estaban haciendo, si era sincera consigo misma, debía reconocer que en cierta medida estaba disfrutando. Era lo que había temido en lo profundo del corazón: que le gustase ser sometida por Eric, y aunque necesitaría tiempo para admitir conscientemente el placer que estaba sintiendo, su subconsciente le indicaba que se relajase...

Que había una especie de éxtasis en el hecho de ponerse completamente en manos de su amante y dejarse conducir por él...

¡Plats!- ésta vez, el golpe fue más fuerte, y acto seguido, Eric le metió los dedos entre las piernas y le acarició el clítoris. Después, volvió a detenerse para evitar que Sookie se corriera tan pronto.

- Aaaaahh- maulló Sookie completamente descontrolada. A estas alturas era ya incapaz de contar aunque se hubiera acordado de hacerlo. A Eric tampoco parecía preocuparle demasiado el detalle. Estaba demasiado concentrado en el castigo y en las nalgas calientes y rojas que tenía entre sus manos.

¡Plats!¡Plats!¡Plats!¡Plats!- iba alternando paulatinamente varios azotes suaves con picaduras un poco más fuertes y ligeros roces en el clítoris, manteniéndola justo en el borde, dónde quería tenerla. Sookie nunca había experimentado nada parecido, y sintiendo que el placer iba in crescendo, soltó las riendas por completo, y empeazó a gimotear pidiendo más.

¡Plats!¡Plats!- cuando Eric sobrepasó los 20 o 25 azotes, decidió poner fin al castigo antes de perder el control. Por última vez, bajó la mano duramente para darle un golpe mucho más fuete y seco que los demás y que la dejó con el culo ardiendo. Sookie sollozó, aunque no tenía muy clara la frontera entre el placer y el dolor y no sabría decir por qué se lamentaba.

Entonces, él la ayudó a incorporarse sin esfuerzo y le arrancó las bragas que seguían enredadas en sus rodillas. En un segundo, la tuvo sentada a horcajadas sobre sus muslos, con las piernas abiertas restregándose contra sus manos y apretando sus pechos contra su torso frío mientras ella le cubría la cara y el cuello con besos pequeños y húmedos.

La piel helada de Eric sirvió de estimulante al contrastar con el calor furioso que emanaba del cuerpo de la joven. Se besaron con voracidad animal mientras Sookie hundía las manos en los cabellos rubios de él y le clavaba las uñas en la cabeza, intentando acercarlo más y más a ella.

Mientras tanto, Eric parecía estar en todas partes. Mientras su lengua devoraba la boca de Sookie, sus manos pellizcaron delicadamente el culo enrojecido haciéndola saltar y lamentarse, y acto seguido, volvió a colar sus dedos dentro del coño de la chica mientras su pulgar se ocupaba del clítoris. Su otra mano se trasladó hacia la cadera para marcarle el ritmo y Sookie empezó a cabalgar alocadamente sobre la mano del Vampiro, como si se tratara de una amazona salvaje de otros tiempos.

Echó el cuello hacia atrás y se lo ofreció a su amante, que no dudó en aceptar la invitación implícita.

La mano libre de Eric subió lentamente desde la cadera hasta la larga melena de Sookie y se enredó bruscamente en sus cabellos obligándola a girar la cabeza. Ella se aferró a sus hombros mientras él le lamía la garganta, deteniéndose en el punto exacto dónde el cuello hace un ángulo con la clavícula. Entonces la mordió, succionando la dulce sangre de hada mezclada con el sabor exquisito de la liberación que estaba sacudiendo el cuerpo de la chica como un latigazo de electricidad.

El orgasmo nació en el centro de sus piernas, extendiéndose como una ola de oro por la columna vertebral, y de allí a todo su cuerpo: desde el interior más recóndito de su cerebro, hasta las puntas de los dedos de los pies.

Eric la sintió vibrar entre sus brazos y escuchó los latidos de su corazón, mientras ella pronunciaba su nombre con esfuerzo. El sabor de la sangre de Sookie, era lo más delicioso que el Vikingo había probado nunca. Después de un largo, larguísimo instante, ella se derrumbó sobre él. Su frente estaba cubierta de sudor, y los mechones húmedos de su pelo, se entremezclaban con el pelo de Eric.

Él retiró lentamente la mano, sacando los dedos de su interior, y después los chupó con deleite, saboreando los jugos femeninos que los empapaban.

Aquello era tan sabroso como su sangre, así que suspiró de placer mientras sentía moverse su erección palpitante, hinchada y dolorida, todavía encerrada en sus pantalones.

No importaba, Eric no tenía prisa. Todavía quedaba mucha noche por delante y después de aquella, llegaría la noche siguiente, y la otra, y la otra...y todas las demás noches a partir de ésta...

Sookie le pertenecía para siempre. Jamás la dejaría marchar.

El verdadero peligro / True BloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora