Capitulo 16

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- Ya hemos llegado- susurró Eric, distraiéndola de sus oscuros augurios. Ella miró hacia delante, y vio que se habían detenido frente a una gruesa puerta de seguridad echa de acero y recubierta con pintura metalizada. Parecía inexpugnable, y seguramente lo era.

- Sujétate bien- le ordenó Eric. Ella, muy obediente, deslizó uno de sus brazos por encima de los anchos hombros, y se aferró a él.

Junto a la puerta de seguridad, incrustado en la pared, pudo ver un panel electrónico con un teclado y la silueta de una mano claramente dibujada. Era una mano muy, muy grande. Eric, sin más preámbulos, y haciendo equilibrios para seguir aguantando el peso de Sookie, adelantó su brazo derecho hacia el panel, introdujo varias cifras en el teclado, y después apoyó su propia mano en la silueta. Al cabo de un segundo, oyeron un pitido y se encendió una pequeña luz verde. La puerta se abrió.

Por supuesto, se necesitaba un código secreto para entrar en la guarida, y, probablemente, también para salir. ¡Estaba atrapada!

Sookie tragó saliva mientras ambos entraron en el refugio.

Bueno, no deberías asustarte. No hay marcha atrás desde el momento en que le dijiste que serías suya. Esto es exactamente lo que querías, ¿o no?- dijo su voz interior. Y tenía razón. Aunque todo aquello le resultaba inquietante, ella solita se había metido de cabeza en la boca del lobo, así que era un poco tarde para quejarse.

Eric la bajó al suelo, accionó un interruptor para iluminar la guarida, y después, volvió a salir al pasillo para apagar las luces exteriores y cerrar la puerta.

Sookie echó una ojeada a su alrededor con curiosidad. Aquel era el rincón íntimo de Eric, y sospechaba que a muy pocas personas les había permitido entrar en éste sitio. Tal vez a ninguna...

Al menos, allí dentro se estaba caliente, lo cual ya era una mejoría muy agradable. Ésta cripta era muchísimo más grande y espaciosa que la que Eric había hecho construir en su casa. En realidad, a Sookie le pareció casi un pequeño apartamento.

A simple vista, pudo ver que el habitáculo estaba dividido en tres habitaciones: un salón que hacía las veces de biblioteca y despacho, un dormitorio y un cuarto de baño.

La estancia principal, que era la más amplia y en la que se encontraba ahora mismo, era una especie de sala repleta de comodidades. Había un enorme sofá de tres plazas y una esquinera, un diván forrado de terciopelo rojo, una butaca de lectura y una mesa de escritorio que debía pesar una tonelada y que parecía estar tallada con madera de roble.

¿Cómo demonios la habrá bajado hasta aquí?- pensó Sookie- No pudo haberla traído por el pasadizo- ese pensamiento inconscientemente, aligeró un poco su preocupación. Evidentemente, debía haber una segunda salida en alguna parte.

Vio que sobre la mesa, Eric tenía otro ordenador personal y un montón de aparatos electrónicos. El resto de la habitación lo ocupaban un Televisor, un vídeo y un equipo de música, y, por supuesto libros y libros por todas partes...Estanterías llenas de libros que abarrotaban cada centímetro de pared desde el suelo hasta el techo. Al parecer, Eric era un lector voraz...menuda sorpresa.

Incluso tenía una nevera en un rincón, y sobre ella, un aparato de microondas, que Sookie supuso sería para calentar sangre.
No le falta detalle- pensó mientras giraba sobre sí misma para fisgarbien todo lo que tenía alrededor.
Después se fijó en el suelo, que estaba cubierto por una inmensa alfombra tejida con un estilo oriental formando intrincados dibujos, y que a ella le pareció persa.

(En realidad, Sookie no era ninguna experta en alfombras, y mucho menos en cultura persa, pero había visto una parecida una vea en una revista de decoración, y se quedó con el nombre porque le recordó a Las Mil y una Noches.)

En ese mismo momento, tuvo que poner fin a su exploración, ya que Eric se le echó encima sin más dilación, mirando lascivamente su cuerpo desnudo. La sujetó por la cintura y la apretó muy fuerte contra él obligándola a restregarse contra su abultada entrepierna. A Sookie, aquel gesto le pareció obscento, pero también muy excitante. No tardó en contagiarse de la lujuria del Vampiro, sobre todo cuando él cogió una de sus manos y la colocó directamente sobre su erección.

De manera automática Sookie olvidó sus temores y sus dudas, dejándose llevar por el entusiasmo de él, y apretó su polla con la mano mientras Eric buscaba su boca abriéndola con la lengua. Los colmillos volvían a estar extendidos.

Sookie respondió a su pasión devolviéndole el beso, y se puso a acariciarle con soltura por encima de la tela del pantalón; pero en lugar de luchar contra su cinturón, intentó ser más práctica, y se limitó a bajarle la cremallera y a meter la mano dentro de su bragueta aferrando el pene duro de Eric con sus pequeños deditos. Entonces apretó con firmeza alrededor del miembro y empezó a mover la mano arriba y abajo, muy despacio, sacudiéndole la polla mientras el Vampiro suspiraba.

- Ummmm- ronroneó Eric. Sus labios abandonaron la boca de Sookie y descendieron golosos por la garganta de la chica hasta llegar a sus pechos. Eric tuvo que agacharse para capturar los pezones entre los labios y mordisquearlos suavemente, primero uno, y después el otro. Sookie gimió al sentir los afiladísimos colmillos pinchando la piel sensible, pero deslizó su mano libre tras la nuca de Eric para acercarlo más a ella. En ese momento, no le importaba que el Vampiro le hiciera un poco de daño. ¡Maldita sea! Quería que se lo hiciera.

Él percibió ese cambio en el estado de ánimo de Sookie y se regocijó. Su plan iba a funcionar muy bien, porque tenía la sensación de que ella tenía oculta una vena masoquista deliciosa. Eso haría que todo fuera mucho más fácil.

El Vampiro gruñó encantado mientras le apretaba y le chupaba los pechos, con una voracidad cada vez mayor, e intentó al mismo tiempo soltarse la hebilla del cinturón para darle a Sookie más libertad de movimientos.

Finalmente lo consiguió y su polla quedó libre. Por fin.

El verdadero peligro / True BloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora