―Sube.
Mi madre me empujaba contra el auto, papá corría de acá hacia allá sin prestarnos atención, y Taemin me miraba un par de metros más allá, confundido, angustiado; yo podía verlo en sus ojos, en su rostro, en todo su cuerpo que parecía hacerse pequeñito bajo la mirada inquisitiva de mi madre. Yo estaba paralizado, sentía que sabía todo y a la vez nada, y tenía la certeza de que si entraba en el auto, si abría esa puerta y aceptaba lo que se venía, ya no habría vuelta atrás.
En ese momento todo era caos, una masa pesada y densa de puro caos, confusión, incertidumbre y preguntas. Los ojos de mi madre me sabían a reproche, a venganza, a medidas desesperadas, y dentro de mi pecho, sentía el momento como un bloque de plomo amenazando con hacer estallar mi corazón, porque yo podía leerlo, podía ver en ella un futuro incierto que no me deparaba nada bueno; yo veía el rechazo, la violencia de su desprecio, y mi entendimiento comenzó a cavilar más rápido que mi esperanza, aumentando la angustia por cada pensamiento que me llevaba a la misma conclusión: ella quería llevarme lejos.
Volteé a ver a Taemin y le prometí llamarle cuando todo estuviese claro, cuando supiera dónde íbamos y cuándo volveríamos, aunque a decir verdad, no sabía tampoco si volvería. Mamá acabó abriendo la puerta del auto por mí, empujándome dentro y cerrando antes de que Taemin acabara de despedirse. Yo me volteé a verlo a través del vidrio trasero, armándome de ganas para sonreírle antes de que mis padres subieran al auto y nos alejáramos de ahí. A medida que avanzábamos, Taemin se hacía cada vez más pequeño calle abajo, una hormiga, apenas un punto de cabello castaño mirándome con sus ojos grandes y asustados; yo quería gritar, llorar, lanzarme del auto y correr de vuelta hacia él cuando la certeza se hizo hecho, y supe que algo no andaba bien.
―¿Van a decirme que pasa?―exigí, a punto de estallar.
―Me transfirieron a Japón―dijo mi padre, mirándome a través del espejo retrovisor―. Siento que todo esto sea tan repentino, pero me avisaron esta mañana, y tuve que arreglar todo muy rápido...
Yo dejé de escuchar. Mi mente se bloqueó y me quedé en blanco. Veía a mi padre hablar despreocupado, como si no se tratara de nada, y a mi madre con la vista fija en la ventana, callando, masticando la rabia.
―¿Qué--? ¿Japón...?
―Hubo un desajuste en la empresa, quedó un cargo importante vacante y bueno, me ascendieron como gerente con la condición de trabajar presencialmente allá. Lamento que no hayas podido despedirte de tus amigos, Jongin, te lo compensaré.
―Pero-- ¿y el instituto? ¿y el equipo? Todo lo que quiero está aquí, mis amigos...
―La vida sigue, Jongin. El trabajo de tu papá no puede depender de tus caprichos―musitó mi madre, con un tono tan frío que hasta mi padre volteó a verla.
―Necesito-- necesito hablar con Taemin...―yo no podía respirar, sentía que la garganta se me cerraba y que el oxígeno no existía dentro del auto.
Busqué el teléfono en mis bolsillos, y al encontrarlo apenas pude desbloquearlo cuando mi madre volteó y me lo arrebató en un solo movimiento.
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La ventana de al lado (en edición)
FanfictionJongin se marchó una tarde de otoño sin despedirse ni mediar explicación, y desde aquel día, los ojos de Taemin se perdían en la oscuridad de su vacía habitación, su cuerpo deslizándose entre el eco de bailes que aminoraban su desencanto. El cuarto...