Capítulo 14: Ninguna historia de amor es perfecta

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Unos meses más tarde

Natalia la miraba mientras dormía a su lado.

El edredón le llegaba hasta las caderas y su brazo izquierdo encima de su estómago cubría parte de él.

Dormida parecía estar cohibida de su propio cuerpo. 

Movió el brazo apartándolo de encima de ella para contemplar como su pecho subía y bajaba lentamente con cada profunda respiración.

La había agotado la noche anterior. 

Una cicatriz seguía un camino en su esternón, justo al lado de un pequeño tatuaje con un corazón roto que no se había parado a contemplar hace tiempo.

Sintió un poco de temor en su pecho, porque lo recordó. Aquella cicatriz iba a recordarle el horrible accidente que había sufrido. También habían otras más pequeñas extendidas por todo su cuerpo, pero estás, al contrario que la de su pecho, pasaban desapercibidas a simple vista. Había pasado mucho tiempo desde entonces, pero la morena siempre iba a saber donde encontrar cada una de ellas, igual que las pecas de su cuello que se extendían por su clavícula hasta llegar a sus pechos. 

Tenía un ojo clínico, podía distinguir sin ningún problema todas las pequeñas imperfecciones de su cuerpo. 

- Nat, deja de mirarme tanto - su voz cargada de sueño la hizo sonreír. 

Los ojos de Alba estaban cerrados cuando la miró a la cara. 

- No puedo evitarlo, eres guapísima, ¿te has visto al espejo últimamente?

La rubia abrió los ojos lentamente y se llevó una mano a estos para frotarlos. El otro brazo encima de su pecho expuesto cubriendo la cicatriz. 

O al menos intentándolo. Pero Natalia se dio cuenta de lo que estaba haciendo y le falto tiempo para apartarlo y dejar un largo y prolongado beso justo encima de ella.

Alba la miró fijamente con el pulso desbocado. 

Un latido.

Dos.

Tres.

Cuatro. 

Y luego una sonrisa apareció entre sus labios. 

- Buenos días, Albi - murmuró mientras se arrastraba por su cuerpo desnudo, escondiendo la cabeza entre el hueco de su clavícula y su cuello. 

La rubia suspiró junto a su oreja. 

- Sí que lo es.

Habían estado juntas desde hacía varios meses y las cosas parecían ir bien. 

Alba tenía libres todos los fines de semana y la morena había instaurado el domingo como su nuevo día libre oficial. A veces incluso lograba cogerse libres los sábados. 

La mayor parte de esos 'largos' fines de semana los pasaban juntas ya fuera en una casa o en la otra. 

Aunque en general, Alba estaba mucho más en su casa que al contrario. 

 Al fin y al cabo una vez también fue suya. 

Ese hecho también tenía sus ventajas. Por un lado vivía cerca de la universidad donde trabajaba la rubia. Por otro tenían una zona de parking justo debajo de su casa. Además la rubia se sentía más en casa que nunca cuando estaba allí. 

Quiero que vuelva al cien por cien conmigo. 

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Alba estaba haciendo el desayuno en la cocina mientras la morena la miraba desde la isla justo detrás de ella. 

Entre mis manosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora