Capítulo 17: Exceso de felicidad

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Sus manos tenían que estar limpias y secas. 

Siempre se aseguraba de seguir los pasos adecuados cada vez que se preparaba para alguna cirugía. 

Se levaba las manos hasta la muñeca, luego volvía a lavárselas hasta la mitad de su antebrazo, y luego otra vez hasta llegar al codo. 

Tres veces durante aproximadamente un minuto. 

Había una razón para todo esto. 

Debía asegurarse de que el riesgo de infección fuera mínimo. 

Pero también odiaba quitarse los guantes después de la cirugía y ver sus manos llenas de polvo de látex mezclado con su sudor. 

El sudor era algo que no le gustaba en absoluto. 

No en sus manos. 

Era algo inestable, algo que no podía controlar. 

Y a ella le gustaba tenerlo todo bajo control.

Ahora, sentada en el consultorio de un médico, sus manos estaban sudorosas. 

El despacho era agradable, pintado en un tono verde desteñido, los muebles blancos. 

Estéril. 

Le gustaba lo estéril. 

Pero no así. 

Porque, irónicamente, no le gustaban los médicos en absoluto. 

No cuando le afectaba directamente. 

- Natalia, ¿estás bien?

Su voz. 

Era en lo único que podía centrarse ahora mismo. 

Porque Alba estaba con ella, haciendo esto, ambas querían hacerlo. 

- Sí, es que... hace un poco de calor aquí - mintió, y su mujer le dio una sonrisa comprensiva al cogerla de la mano. 

Pero su mano estaba sudada. Una sensación que no le gustaba. 

Así que retrocedió. 

Alba puso los ojos en blanco y se la cogió igualmente, dejándola apoyada sobre su muslo con la palma hacia abajo. 

- Relájate, que no van a hacer nada hoy. 

- Sé que soy médico, pero no puedo evitarlo. 

La rubia se rió y estuvo a punto de contestarle cuando entró una joven. 

- Buenos días, soy la Dra. Aura- entró al despacho y se sentó delante de ambas, sacando una carpeta llena de papeles - He traído algunas opciones para que elijáis. 

Era algo muy vago. Y no le gustaba la vaguedad, pero conocía bastante bien el patrón. 

Durante la mayor parte de aquella conversación estuvo con la mente en blanco, porque el aire de aquel lugar era realmente denso, y odiaba el verde, y el sudor de sus manos.

Al menos la Dra.Aura no lleva ninguna bata de laboratorio, pensó. 

Era muy guapa. Y muy joven. 

Demasiado joven para estar ejerciendo ya. 

Pensó en la ironía detrás de su pensamiento. Al fin y al cabo a ella le sucedió lo mismo. 

- ¿Cuántos años tienes? - preguntó la morena. 

Sonaba como todos los hombre de cuarenta y tantos años que le preguntaban su edad para intentar ligar con ella, y porque no llegaban a fiarse de su trabajo por ser tan joven. 

Entre mis manosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora