Anne: Las semanas solían ser largas y pesadas. Solían arrastrar de por sí una rutina continua y aburrida que no soportaba. Pero, últimamente, no era exactamente de esa manera.
Ahora que Alex estaba conociéndome, todo era un poco diferente. Es un chico tan poco predecible que nunca sabía lo que podría hacer.
Hace dos días me llamó para un trabajo de literatura, y hablamos de todo menos de la asignatura. Me acabaron riñiendo mis padres por reirme a la 1 de la mañana estruendosamente, por culpa de uno de sus comentarios.
Y lo más extraño de todo, me apetecía ir a clase. A pesar de que física, biología y matemáticas me amargaban la existencia (no sabía qué hacía en un bachillerato de salud, sinceramente), no era un suplicio.
Porque, aunque no lo quería admitir, me hacía ilusión ver a Alex. Era la única novedad que rondaba mi vida, y yo no estaba acostumbrada a las cosas nuevas.
-Anne- me llamó Blanca.
-Dime.
-Marcos me ha vuelto a pedir que practique piano con él.
A continuación se sonrojó y apartó la mirada.
-Sé que en nada seréis una gran pareja, tú por ahora estate calmada y disfruta de tus momentos con él- le dije sonriendo, a lo que ella asintió alegre.
Salimos de clase y nos encontramos con Bea y Cris, que iban a letras. Bajamos las escaleras charlando sobre la fiesta que había este sábado.
-Yo no voy a ir, me da mucha pereza. Prefiero quedarme en casa jugando a algún videojuego- dije con el rostro neutral.
-Niña rata… Tú vas a venir porque quiéntusabes viene también. Le he escuchado hablando de ello antes - contestó Cris guiñandome un ojo.
-No sabía que ahora Alex era Voldemort- comenté rodando los ojos.
Mis amigas no paraban de emparejarme con él. Me ponía un poco nerviosa su insistencia y su manera de reírse de nosotros, haciendo gestos cada vez que estábamos juntos.
La verdad era que Alex había hablado también con otros chicos de clase, pero con quién más estaba cuando podía era conmigo. En la hora de comer, se sentaba con unos chicos que hacían el bachiller artístico, y hablaban de dibujos.
Un día le pregunté porque se metió a salud en vez de a artes si le encantaba dibujar y lo hacía realmente bien, y él me contestó cuestionando porqué estaba en salud si lo que me gustaba era escribir.
Touché, pensé.
Mis amigas siguieron discutiendo sobre cómo íban a hacer para coordinar mentiras que contar a sus madres de dónde dormía cada una para poder hacer empalmada en la fiesta. A mí no me hacía falta.
No iba a ir a esa fiesta, pero aunque lo hiciera, a mi padre le daría igual a qué hora llegara.
Siempre me contaba sus desmadres de cuando era joven y de cómo la liaba cada fin de semana, y me animaba a salir aunque yo no quisiera hacerlo.
Pararon de hablar cuando salimos del colegio y nos inundó la brisa de octubre. Aunque aún no fuese invierno, ya empezaba a hacer frío.
Me revolví en mi sudadera gris y escondí mi cara debajo de ella. Un motor estruendoso me sacó de mis pensamientos.
Nos giramos a la vez que lo hizo la mitad del colegio, que estaba allí fuera. Una moto blanca y roja se encontraba subida en la acera, y un chico oculto por su casco lucía imponente en su ropa negra.
Se quitó el casco y miró hacia nosotras. Era pálido, podría colar por un vampiro de hecho, y su pelo era negro intenso llevado hacia arriba. Era un Taylor Lautner versión blanca.
Algo en su mirada intimidaba, y tenía un aura misteriosa que resultaba interesante. Su cuerpo, que se definía a través de la camiseta (sí, aunque hiciese frío) estaba trabajado y marcado.
Bea murmuró un “cómo le gusta presumir” y avanzó hacia él. Él le tendió otro casco y le sonrió levemente, haciendo desaparecer esa actitud defensiva.
Ella le susurró algo al oído y él soltó una suave carcajada, para que después Bea se montara tras él y le rodeara la cintura.
La moto arrancó con otro fuerte sonido y se perdieron por la carretera en un suspiro. Seguramente ir tan rápido no fuera legal, pero no creo que a Alberto le importara.
Así se llamaba el chico con el que Bea llevaba un tiempo hablando. Su historia era extraña, se conocieron a través de una amiga de ella, que era la prima de Alberto.
Un día se odiaban y al siguiente quedaban para cualquier cosa. Ya ni preguntábamos, nos habíamos acostumbrado. Pero estaba claro que iban a acabar juntos, aunque aún no lo admitieran.
Escuchamos algunos comentarios de otras chicas del curso sobre Bea, algunos no muy acertados. Tendrían envidia de ella. Me giré con el ceño fruncido pero Blanca me puso la mano en el hombro y respiré para calmarme.
-Ya está el chaval este luciéndose- dijo Lucas, que acababa de aparecer para que nos fuéramos a casa. Nunca le cayó muy bien Alberto, ya que tenía un año más y era más interesante que él.
-Traga bien, que igual te atragantas con los celos- le respondí sonriendo.
-Ningunos, la verdad. Bueno, ¿nos vamos ya?
Nos alejamos de mis amigas e iniciamos el recorrido de todos los días. Lucas estaba hablador y alegre, aunque a veces se le perdía la mirada. Supongo que tendría algo que le preocupaba.
-¿Saldrás este sábado? También van mis amigos, aunque seáis todos unos enanos.
-No. Me da mucha pereza y no me apetece ver a las personas borrachas y dando pena.
-Venga, hermanita. Igual te lo pasas bien, deberías venir y desestresarte un poco. Además, el pelo nido de tu novio viene.
Ya le había explicado varias veces que Alex no era mi novio, pero supongo que lo hacía ya para molestarme.
Lo ignoré y subí a mi cuarto para no hacer absolutamente nada durante toda la tarde, a pesar de que en dos semanas tenía los parciales. Sinceramente, no me preocupaba mucho por las notas, pero al final siempre sacaba todo bastante decentemente.
En el cuarto de Lucas, escuché voces. Habría invitado a Marcos o a alguna “amiga” para entretenerse.
Me puse los cascos y, acunada por las notas de 5SOS, me dormí hasta la mañana siguiente.
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hilos
Teen FictionTodo parecía ir normal. Un colegio, una chica, un nuevo. A veces, aunque no desees algo, llega solo. Hay hilos que nos acercan, hilos que nos separan... E hilos que nos atan.