5. Hilo rojo

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Anne:                                                                                                                                                                                                                                                               Habían saltado chispas. Verdaderas chispas de algo que no sabía muy bien qué era, pero definitivamente era bueno. Había presenciado aquella mirada como espectadora de una bonita historia de amor que podría comenzar entre Marcos y su mejor amiga. Ojalá se convirtieran en algo más que desconocidos casi conocidos.

Sin darme cuenta me encontré enfrente de mi portal. Me acordé del capullo de mi hermano, que nos había dejado tirados. En ese momento me alegré de que lo hubiera hecho. Si no, no lo habríamos pasado tan bien los tres. Subí las escaleras y abrí la puerta.

He de admitir que me sorprendió. Pensaba que mi padre duraría más con la rubia ceniza, pero parece que no. Al entrar en mi casa, me encontré con una morena impresionante. Estaba de la mano con mi padre y sonreían como idiotas enamorados. Debí poner una cara extraña, porque él se acercó con ella y me presentó.

-Hola Anne. Esta es Natalia, la he conocido hoy en una sesión.

Ella me sonrió y me pareció muy agradable. No, sólo con unos segundos ya me estaba cayendo bien. No puede ser, mierda. No me podía encaprichar de ella. Pero esta vez a mi padre le brillaban los ojos al mirarla, parecía un adolescente con su primer amor.

-Encantada, Anne. Henry me ha hablado mucho de ti.

El aludido sonrió y la abrazó por la espalda susurrándole algo al oído. Rieron suavemente y pasé a un segundo plano.

Me despedí amablemente de ellos y me fui a mi cuarto. Descarté la idea de ir a ver a mi hermano para insultarle, estaba de buen humor. Iba a probar ese nuevo juego del que tanto hablaba la gente, pero no podía. Tenía un sentimiento que me oprimía el pecho, y no sabía por qué.

Finalmente acabé echando un par de partidas, pero no lo hice nada bien. Necesitaba desahogarme de alguna manera, así que decidí ir a la sala múltiple. Se llamaba así porque era la típica habitación que servía para muchas cosas y guardabas ahí lo que no pegaba en ningún otro sitio. Por ejemplo, había una cama de sobra por si venía alguien o un ordenador de sobremesa con al lado muchísimos discos de los noventa. Y lo que yo había ido a buscar.

No tenía mucho polvo, a Lucas le gustaba usarlo de vez en cuando. Y a mí también.

Descargué un fuerte puñetazo sobre el saco de boxeo, que tembló hacia un lado. Uno tras otro, fui desahogando esa presión que tenía dentro, por la vida en general, sobre él.

Mis nudillos rojos se quejaban, pero no podía parar.

En todos los sentidos, nunca supe hacerlo.

*********
Lucas:

No lo conseguía. Llevaba más de dos horas intentando estudiar esa mierda llamada física. Hoy no había sido mi mejor día, definitivamente. En el instituto me había metido con un chico un año menor que yo, para sentirme imponente. Lo necesitaba, necesitaba que me prestaran atención. Más tarde, había hecho rabiar a mi hermana y la había dejado en la calle. Y ahora, no podía memorizar ni una palabra.

Aunque es normal, nunca lo había hecho. O intentado. La verdad es que en estos meses me había planteado cambiar, al menos un poco. Aunque yo no lo admitiera, sabía que sólo era un adolescente imbécil. No sacaba buenas notas, nunca me había comportado bien con las chicas, y a veces despreciaba a el mejor amigo que nunca había tenido. Suponía que Marcos siempre me iba a permitir todo e iba estar a mi lado, pero la verdad es que tenía miedo de perderlo. Puede que fuera mi único amigo de verdad.

Me llevaba bien con casi todo el colegio, pero la mayoría de su grupo estaba conmigo porque era popular. Las chicas ligaban conmigo, pero sólo para poder decir que habían estado con Lucas Goñi. Ni siquiera intentaban conocerme bien, la mayoría de ellas sólo querían llevarme a la cama. Sentí que tantas malas decisiones en el pasado habían acabado. Iba a elegir a la persona correcta, a partir de ahora. No iba a dejarme llevar por un rostro bonito, como había hecho durante toda mi vida.

Sí a partir de ahora las cosas van a cambiar. Empezando por Marcos, al que puede que le deba una disculpa por haber olvidado lo importante que es para mi. Sin él, me sentiría perdido. Y aunque nunca se lo haya dicho, le necesito en su vida. Haría lo que fuera por él, y mañana mismo se lo pensaba decir.

Pero mientras, podía intentar volver a concentrarme en estudiar. Aunque tenía demasiados pensamientos en la cabeza, me iba a ser imposible. A parte que desde mi habitación oía a Anne pegando al saco de boxeo.

Qué suerte tiene mi hermana. Ella saca buenas notas, no se preocupe por el qué dirán, y, sus amigos, aunque sean pocos, son de verdad. No tiene ninguna reputación que mantener y puede ser como es. En cambio, yo era todo lo contrario. Vivía en una burbuja diferente a la de Anne. En una burbuja de fama y alegría que si la explotas no tenía nada dentro. Estaba vacía, como yo al ver lo que en realidad era.

Y lo peor, es que no era capaz de cambiar. Mi orgullo me impide sacar mi verdadero ser, que sólo lo han visto Marcos y mi familia.

Bueno, si se le podía llamar familia. Es cierto que no me gustaba que Henry cada mes trajera una chica diferente, y que ni siquiera intentara no fijarse sólo en el físico, pero no podía decirle nada. Yo era igual que él.

Además, Natalia, la morena espectacular de esta vez, era muy amable. A parte de un cuerpo increíble y un estilo exótico, parecía sincera y comprensiva. Lo más extraño es que él le echaría unos 25 años, y su padre tiene 38.

Para el amor no hay edad...O eso decían.

*********
Alex:

Un repentino grito me despertó, devolviéndome a la realidad. Me había pasado la mitad de la clase en un sueño confuso, y parecía ser que al profesor no le pareció muy bien. Me echó al pasillo durante lo que quedaba de hora y me puso un parte, pero me dio un poco igual. Acababa de empezar el curso y casi no tomaba apuntes, casi el gruñón de inglés le había hecho un favor.

Me senté en el suelo a esperar que los minutos volaran, como los pensamientos en mi cabeza. Aunque me había prometido a mí mismo que no iba a juntarme con gente que no mereciese la pena, me sentía un poco solo. Quería tener amigos de verdad, que me quisieran y comprendieran. Sin saber por qué, Anne me vino a la cabeza. Ella podría ser una buena candidata para ser mi amiga, aunque no sabía si ella parecía estar dispuesta. Me pareció diferente a las demás. Aunque claro, cualquiera tiene cualidades que lo hacen diferente a los demás. Pero con ella no era igual. Por cierto, hoy no la había visto por clase. Estaban ya en la segunda hora y ella no se había presentado. Sonreí sin saber por qué y me miré la muñeca. Se había vuelto costumbre comprobar una y otra vez si seguía en mi brazo. Que no se había caído o cortado, pues entones nada tendría sentido.

Una silueta iba avanzando desde el pasillo hacia mí, y al ver quién era, mis labios se curvaron y me levanté ayudado de mi mano izquierda, dónde un hilo rojo colgaba ahí desde hacía mucho tiempo.

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