16. Otoño

41 4 0
                                    

Alex:

Era jodidamente difícil resistirse a ella.

Con su forma de andar, sus expresiones y su boca llena de hamburguesa mientras contaba alguna anécdota.

Su pelo estaba, evidentemente, recogido en una trenza, y su cuerpo oculto bajo una sudadera ancha que le cubría casi hasta los muslos.

-Anne, antes te he oído discutir con esos chicos de clase. ¿Qué ha pasado?

Ella frunció el ceño recordándolo, visiblemente molesta.

-Son unos imbéciles que no dejaban a Blanca en paz por lo que pasó en la fiesta. Además, se creen que tienen el poder de clasificar a quién les dé la gana y no es así.

Esa última parte la había oído. La llamaron "bollera".

La verdad es que no sabía porqué lo decían. Que cada uno sea lo que les apetezca, pero utilizar eso como si fuera algo malo sólo dejaba claro lo neandertales que a veces los adolescentes podían ser.

-Tienes razón, la gente da asco.

-La vida da asco- añadió ella mientras empezaba la segunda hamburguesa.

Su tipo de humor era bastante peculiar, pero se parecía al mío.

-¿Qué tal están mis hamburguesas? Seguro que disfrutas comiéndote mi dinero mientras yo me muero de hambre.

-Oye, no haber apostado. Pero, como me das pena, te haré algún donativo.

Agarró una patata frita y me la puso delante de la boca.

Y yo, que a veces se me va, no se me ocurrió cogerla con la mano y comérmela.

Mientras la miraba fijamente a los ojos, acerqué mis labios a la comida y, lentamente, la mordí.

Anne no se movió, sólo me observaba mientras actuaba como un idiota. Vi cómo sus pupilas se dilataban e inconscientemente se acercó un poco a mi.

Su mirada desprendía llamas, y yo tragué sonoramente.

Pero de repente, se echó hacia atrás con la silla haciendo un ruido estruendoso y volvió a ponerse la coraza que siempre llevaba.

-Si sólo me das una patata seguiré muriéndome de hambre igualmente- bromeé, pero ella no se rió.

Sólo miraba hacia otro lado y cruzaba las piernas con fuerza.

¿Acaso...?

No, que cojones, no.

Éramos amigos y eso era lo más importante. Todos los pensamientos sexuales debían desaparecer de mi cabeza.

Pero me la imaginé encima de mí, mientras se movía adelante y atrás y...

NO, ALEX, NO.

Esto no estaba bien. Nada bien.

-Toma, ya no quiero más.

Me pasó la mitad de la hamburguesa y el resto de patatas fritas.

-¿Que no quieres más?- respondí incrédulo.

-No, ya estoy bien. Debería irme.

No te vayas así. No como la última vez, no lo hagas, pensé.

-¡Espera!

Anne se giró, y el sol se reflejó en su pálida piel. Sus ojos grises me retaron y yo me acerqué a ella.

-Vamos a dar un paseo, que aún es pronto- le dije sonriendo mientras mostraba mis hoyuelos.

hilosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora