11. Negocios

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Alex:

Esa estúpida fiesta me estaba jodiendo bastante. Después de conocer a los chicos de dibujo, me ofrecieron ir con ellos. Era irónico, en mi colegio en Francia los “artísticos” eran los pringados del colegio, pero aquí incluso eran sociables. Y no sabía si eso me gustaba.

Preferiría no haber ido, pero estaban siendo tan amables conmigo que no pude negarme. Probablemente iría una hora y me piraría entre vómito en el suelo y canciones cutres de reguetón.

Además, creía que Anne no iba a ir. Y seguro que con ella sería más interesante. Podríamos simplemente sentarnos a comentar el (seguro) horrible panorama ante el cual nos encontraríamos.

Pensé en ella. Había decidido que no iba a arruinar la amistad que estaba empezando entre nosotros por un poco de tensión sexual. No iba a pasar nada entre nosotros, y ya había conseguido apartar cualquier tipo de pensamiento no-amistoso de mi cabeza. O casi.

Todo iba a estar bien.

Igual si yo se lo proponía, consiguiera que se animara. Era en dos días, tenía bastante tiempo para convencerla.

-Deberías venir a la fiesta del sábado- le susurré en clase de biología.

Ella arrugó la nariz y me paso una notita.

“Ni una oportunidad” decía.

-Venga, no me dejes solo con esos imbéciles- dije poniendo cara de cordero degollado.

Ella se rió y me pasó otra nota.

“¿Qué gano si voy?” preguntaba.

-Mi agradable compañía- musité enseñando mi hoyuelos. Mis hoyuelos nunca fallan.

“Me parece que te vas a quedar solo en la fiesta”. Me guiñó un ojo y se giró hacia la pizarra.

-Está bien. Si vienes, no te secuestraré y mataré entre terrible sufrimiento.

“¿Puedes dejar de dar miedo sólo por un momento?”

-La verdad es que no. Bueno, si vienes, te compraré hamburguesas en el parque- comenté con cara de negocios.

Sus ojos se abrieron un poco y supe que lo iba a conseguir. Igual mis hoyuelos no son infalibles con ella, pero la comida sí.

Con un brillo en la mirada, me deslizó otra notita disimuladamente.

“¿De cuántas hamburguesas estamos hablando?” ponía.

-Eso depende de las horas que aguantes en la fiesta. Si aguantas tres, serán tres. Y de esa manera.

Inclinó un poco la cabeza y negó suavemente mientras sonreía.

“Quiero dos por cada hora. Si no, no hay trato”

Lo medité unos segundos. Una hamburguesa eran 6 euros, me iba a quedar pobre.

Pero tenía tantas ganas de que viniera que acepté.

“Un placer hacer negocios con usted”, me dijo en su última nota antes de abrir un cuaderno de cuero y empezar a anotar frases.

*********
Anne:
Estaba salivando. Pensaba quedarme en esa puta fiesta hasta las siete de la mañana si hacía falta. Alex había sido bastante idiota.

Subestimar mi devoción por la comida era un error, pero mejor para mí. Aunque tenía que admitir que me gustaba que se interesara por que yo fuera. 

No por que me interesara él, sino porque estaba bien sentirse importante para alguien. Yo sabía que tenía a gente que me quería, pero me había acostumbrado a ello y a veces se me olvidaba.

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