4. Revelaciones

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A medida que Jeniffer iba adentrándose en el bosque, sentía como si algo dentro de ella, una parte que nunca había alcanzado a percibir en su totalidad, estuviera abriéndose paso en algún lugar entre su estómago y su pecho. Sentía, en medio del temor a lo desconocido, una extraña sensación de paz, una calidez inexplicable que, de algún modo, le indicaba que estaba en el lugar en el cual se suponía que debía estar.

Mientras continuaba avanzando detrás de las luciérnagas, hubo un momento en el que ellas desaparecieron, dejándola sola entre los árboles. Comenzó a mirar a su alrededor, queriendo distinguir dónde se encontraba, sintiéndose algo perdida.

Pronto, una voz femenina, la misma que había oído cuando estaba a la vera del camino, comenzó a repetir su nombre en voz alta. Ella avanzó en la dirección de la que provenía aquel sonido hasta que se encontró en mitad de un claro. Se detuvo allí y un momento después, tras salir de algún sitio detrás de los árboles, apareció una figura.

Era una mujer esbelta, con cuello delicado y un cuerpo atractivo. Llevaba un vestido de color violeta bastante pegado al cuerpo, de una tela que a simple vista resultaba muy extraña por tratarse de un tono y una textura que nunca había visto antes. Su largo cabello rojizo llegaba hasta su cintura, enmarcando un bello rostro de piel tersa y aspecto juvenil.

La muchacha recorrió con cuidado los rasgos de la mujer frente a ella, mirándola en detalle mientras la desconocida se acercaba. Le resultaba terriblemente familiar, pero no lograba distinguir dónde la había visto antes. Hasta que se aproximó aún más, permitiendo que lograra ver unos hermosos ojos de un color extraño, un azul de tal tonalidad que aparentaba ser turquesa. A simple vista el aspecto de la mujer era bastante mágico, intensificado por ese color tan poco habitual de su iris. Ojos así, con un color tan especial, ella los había visto solo una vez con anterioridad: en su propio reflejo. Aunque nunca se le había cruzado una palabra tan poco usual como aquella para definir su propia mirada, ¿mágica? ¿De dónde había salido esa idea?

Y así fue como, finalmente, recordó que las características de aquella mujer las había visto reiteradas veces en algunas fotografías, mientras crecía lamentando no tener junto a ella a esa persona que tanta falta le hacía. Pero no era posible, ¿cómo podía ella estar de pie en aquel bosque justo en aquel momento?

—Jeniffer… —susurró la mujer, y su voz celestial la rodeó como una nube mágica.

La chica comenzó a negar con la cabeza, mientras retrocedía.

—No, no puede ser. No puedes ser tú…

—Sí, hija. Soy yo. ¿Quién más podría ser?

—Pero… estás muerta —murmuró Jen.

El ceño de Saphira se frunció al escuchar esas palabras.

—Así que eso fue lo que te dijo John. No me extraña, entonces que parezca que has visto a un fantasma. —Se acercó un poco más a la joven, que en aquella oportunidad no retrocedió—. No morí, hija. Solo… tuvimos algunos problemas con tu padre —añadió, hablándole con dulzura.

En una primera reacción, los ojos de Jeniffer se iluminaron. ¡Su mamá estaba viva! Tantos años lamentando su ausencia, y estaba viva. Pero, inmediatamente después, eso mismo la hizo pensar en otras cosas. Si solo había sido un problema con su padre, ¿por qué nunca la buscó, no se contactó con ella? La dejó sola tantos años y jamás se preocupó por lo que hubiera podido sucederle.

—¿Y por qué nunca volviste por mí? —preguntó, dolida—. ¿Por qué me dejaste sola, no volviste?

Saphira la miró con pena.

—Los problemas con tu padre fueron muy grandes, hija. Y… él no estaba muy de acuerdo en que volviera a verte. Pero no hubo un solo día en estos dieciséis años en que no pensara en ti. Por eso, hoy estoy aquí. Tengo… Tengo tantas cosas que contarte.

La melodía del viento (Elemental 0.5- Precuela) #Wattys2015Donde viven las historias. Descúbrelo ahora