juego peligroso

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Palacio Gyeongbokgung un año después.

Baekhyun se despertó de súbito respirando forzadamente y con una molesta capa de sudor cubriendo su cuerpo, era lo mismo cada maldita  noche, siempre soñaba con aquel camino y sentía la misma aflicción,  revivía una y otra vez los dolorosos acontecimientos del pasado y volvía a llorar frente los turbios ojos sin vida de su madre, suspiró profundamente tratando de ventilar sus pulmones cuando escuchó el sonido de la campana anunciando la hora de paru, eran las cuatro de la mañana, así que salió de la cama lentamente dirigiéndose al recipiente con agua para lavar su rostro y enjuagar su boca, observando su reflejo distorsionado en la pieza redonda de oro que adornaba su dormitorio, sinceramente estaba cansado, y adolorido como si hubiera caminado durante mucho tiempo.

Había pasado un año, trescientos sesenta y cinco largos días en los que no dejó de luchar ni un solo minuto por su existencia, aquella fatídica noche se había quedado grabada a fuego en su mente, y sabía que era así porque él mismo se impedía olvidar, no podía hacerlo, su vida ahora era convulsa y agitada a partes iguales, había sido rigurosamente adiestrado durante tres meses para servir en el harem, aprendió normas y reglas que no debía romper, memorizó pergaminos completos de lo que sería su trabajo una vez terminado su adiestramiento, y por supuesto no había sido fácil, porque él había crecido como un joven maestro heredero de una casa noble, su libre albedrío le permitía ir y venir y estudiar lo que quisiese según sus interéses, pero ahora era un eunuco del palacio, al menos para los demás, y su cabeza pendía de un hilo tan fino que sinceramente nunca supo cuánto le gustaba el lugar que ocupaba ésta sobre sus hombros hasta que llegó a Gyeongbokgung.

Había aprendido rápidamente que si quería sobrevivir en el palacio debía trabajar duro y ganarse el favor de algún príncipe, princesa o concubina favorita, tarea para nada fácil teniendo en cuenta que la vida política allí adentro era tan intensa como en la cámara real donde el Rey discutía sus asuntos de estado, las concubinas peleaban entre sí para obtener el control interno del harem y los eunucos jóvenes lo hacían para conseguir su adorado sueño de elevado estatus social, Baek fue testigo muchas veces de altercados sin aparente sentido, que terminaban convirtiéndose en un fuerte conflicto y finalmente desembocaban en asesinatos y envenenamientos, algo realmente desastroso y escalofriante, pero no había nada que hacer al respecto, aquello era la ley del más hábil.

Baekhyun aún no estaba bajo la tutela o protección de alguien en particular, su trabajo a parte de cumplir órdenes y servir donde hiciera falta, se limitaba al cuidado de las doncellas o concubinas sin marcar, su estadía sin embargo se había hecho más llevadera porque de una forma u otra, terminó siendo el favorito de prácticamente el harem completo, y es que, el mayor problema de los eunucos era su mal olor, porque después de la emasculación, controlar su vejiga era prácticamente imposible, y muchos terminaban haciéndose en sus túnicas sin apenas darse cuenta, claro que no era un problema de todos, solo una cuestión de quién cuidaba su higiene y quién no, obviamente esto no era algo que le afectara a él, básicamente porque su pene seguía estando en el mismo lugar, así que sus ropas siempre estaban limpias y olorosas, además, después de la castración el cuerpo masculino sufría algunos cambios en cuanto a la anatomía se trataba, y se convertían en hombres flacos y desbargados sin gracia, a no ser que la operación se hubiese llevado a cabo antes de pasar por la pubertad, pero Baekhyun era un chico menudo de facciones hermosas y delicadas, que llamaba la atención de hombres y mujeres.

Por eso las concubinas y doncellas de la gran casa lo mimaban y trataban como algo precioso, a veces llegando a ser pertubador si le preguntaban, ya que sus toqueteos constantes lo hacían sentir molesto, pero que definitivamente lo había ayudado a sentirse aceptado y por así decirlo querido, además, el chico poseía una hermosa voz, otro punto a su favor, y cada noche mientras hacía su turno vigilando las primeras horas de sueño de las doncellas debía cantar alguna que otra melodía a petición de las mismas.

El eunucoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora