Celos

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Kyungsoo observaba a Baekhyun desde su posición cerca del príncipe JongIn, había algo nuevo en él, su manera de actuar era diferente, no quería formarse juicios antes de tiempo pero, algo le decía que algunas cosas habían cambiado, Baek siempre fue un chico tímido y medido, sus acciones eran torpes e inseguras y por eso él se había dedicado a cuidarlo discretamente, habían sido muchos los contratiempos y discusiones que tuvo que enfrentar, el palacio estaba plagado de gente malvada y Baek desde su llegada llamó la atención para mal, y es que solo había que mirarlo, demasiado ingenuo y vulnerable, era un chico manipulable que con solo un par de palabras fuertes de un mayor se amilanaba y sentía inferior.

El rasgo que más acentuaba su carácter tierno y aniñado era su excesiva curiosidad, sus ojos escaneaban todo, era gracioso caminar a su lado y verlo observar alrededor como si pudiera ver algo que los otros no, era como un niño en el cuerpo de un adulto, Kyungsoo por un momento recordó su propia infancia, habían sido tiempos difíciles para su familia, casi nunca tenían comida, su padre era herrero de profesión pero un accidente que le costó su mano derecha le impidió seguir ejerciendo y su casa nunca más fue la misma, no había comida, su madre se lamentaba cada día porque las noches eran más frías y debían irse a la cama con el estómago vacío, así que su progenitor un día tomó los ahorros de todos sus años de trabajo y lo llevó a lugar pequeño y con poca iluminación donde un hombre alto y serio lo miraba sin expresión, mientras seleccionaba una de las tantas cuchillas afiladas que tenía en exhibición.

No entendía en ese momento lo que estaba a punto de suceder, lo habían despertado temprano y conducido allí sin más explicaciones y por mucho que preguntó no obtuvo respuesta, hasta que le ordenaron desvestirse y el hombre extraño se acercó preguntándole a su progenitor si estaba totalmente seguro de querer castrarlo, entonces comprendió y sin pensar demasiado ni medir sus acciones, comenzó a moverse violentamente gritando y pateando tomando a su padre por sorpresa, quien asombrándose lo soltó dándole sin querer la oportunidad de escapar.

A partir de ahí no supo que más hacer, era solo un niño de seis años recién cumplidos, y aunque su padre siempre lo había educado con rectitud, obligándolo a estudiar cien caracteres por día, disciplinándolo cuando no cumplía sus deberes y castigándolo cuando lloraba, seguía siendo un pequeño indefenso, corrió sorteando puestos de mercaderes  tirando cosas al suelo para evitar que quien lo perseguía le diera alcance, hasta que a lo lejos una casa con enormes puertas llamó su atención, quizá fue el hecho de que su familia era humilde y viviendo en la aldea no tenía oportunidades de ver casas tan lujosas, pero el que las puertas se abrieran justo cuando estaba frente a ellas definitivamente fue una señal, señal que él aprovechó en el acto, colándose por la abertura y perdiéndose en el interior.

Su llegada obviamente no fue bien recibida por la servidumbre, lo encerraron en el almacén de los granos obligándolo a hablar y acusándolo de ladrón, pero cuando creyó que estaba perdido y tendría que volver a enfrentar  su destino, una dama de rasgos amables y hermosos entró al lugar silenciando a los empleados, y luego de tomar su rostro con una de sus manos y estudiarlo a fondo le ordenó a una de las criadas que le dieran algo de comer y lo condujeran a la casa.

Kyungsoo no hizo preguntas ni puso resistencia cuando al cabo de una hora lo llevaron a la estancia principal, después de haber devorado sin compasión todo lo que pudo en la despensa de la cocina bajo la atenta mirada de los sirvientes, la señora llegó tiempo después acompañada de un pequeño niño que aferrándose a sus faldas permanecía escondido detrás de ella, hasta que asomando su cabeza lo miró asustado.

-Pequeño, saluda apropiadamente.

Kyungsoo nunca olvidaría el rostro de aquel niño, sus ojitos negros escaneando su cara y sus ropas antes de inclinarse y presentarse tímidamente, la señora comenzó por preguntarle cómo y por qué había llegado allí, y aunque pensó en no decirlo terminó contándolo todo según su perspectiva, pero lejos de lo que temía esa noche durmió en una cama caliente al lado de aquel niño y bajo el arrullo de la aterciopelada voz de la señora de la casa, se quedó allí por dos días, no hubo más preguntas, solo juegos infantiles y risas, pero la alegría le hizo olvidar que solo estaba de paso y no debía descuidarse saliendo al exterior, y así fue como lo encontró su padre, arrastrándolo sin piedad y haciendo oídos sordos a los ruegos de la dama y los gritos de su pequeño amigo, y Kyung solo miró atrás una vez con sus ojos húmedos por las lágrimas, para no olvidar jamás el rostro de las personas que tan feliz lo hicieron una vez.

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