Capitulo 1: El destino de la princesa

2.4K 109 9
                                    


En el momento que sus ojos se cruzaron con los de él las ansias se amplificaron hasta hacerla temblar. Los rojos orbes del monstruo frente a ella le causaron una sensación que rayaba en el pavor, estaba ahí pues, tan quieta y sin poderse defender, sin duda una verdadera calamidad.

En medio de un nubarrón oscuro, su cuerpo se hizo tan flexible e inestable, el desvanecimiento estaba en curso y era como si sus sentidos se embotaran mientras más se acercaba el susodicho. Ella, cuan presa, gimió al verse atrapada en la espantosa sensación de incertidumbre e impotencia, pues una vez que el señor demonio estuvo a escasos centímetros de su cuerpo la vista se nubló horridamente. Su cuerpo flotó, literalmente, pues unos fuertes brazos la tomaban desde sus hombros y la alzaban con delicadeza.

Hinata miró una vez más dos ojos rojos en medio de una nube color gris. Estaba tan abstraída que no se cuenta cuándo y cómo estaba totalmente recostada en una superficie blanda y mullida.

—Princesa. – susurró el ser y ella se encogió al escucharlo dentro de su cabeza. —Se mía.

—Yo… - por más que lo intentara no podía articular más de una palabra. No obstante, ante la gallarda voz su cuerpo reaccionó de la forma que menos esperó. Un calor intenso se estableció en su bajo vientre y su corazón aumentó los latidos hasta sofocarla, algo no andaba bien, nada bien. Unos pesados labios atraparon los propios y la aprisionaron hasta que sintió que algo rodaba desde su cavidad hasta su garganta. Un líquido cálido, sabor a menta y miel, que mientras más inundaba su cuerpo más calor le otorgaba. Su respiración también se agitó y la sensibilidad aumentó en cada poro de su piel.

—Shh… - susurró aquel hombre, pues su voz gruesa y transformada por la misma confusión de sus sentidos la dejaba totalmente desarmada y lánguida, sin poder hacer más que la voluntad del victimario. —Déjate llevar, princesa. – los mismo labrios que le habían besado en la boca recorrieron tranquilamente su sedoso cuello, apartando con cuidado algunas hebras de su cabello. —Se mía. – volvió a pedir y ella, no pudo contestar con palabras, pues se sentía sumida sobre un océano de sensaciones vertiginosas. El hombre continuó bajando y descubrió su yukata hasta el nacimiento de sus pechos, ella gimió cuando rozó uno de sus pezones, el cual estaba demasiado sentible y erizado.

Los besos continuaron y una de las manos del sujeto ahueco su cintura, sintiendo sus proporcionadas curvas que el tiempo y la naturaleza le habían otorgado tan generosamente. Ella gimió de nuevo cuando bajó por su cadera y le acarició el muslo derecho. La emoción asaltó al hombre, pues al creerse correspondido en aquel desfile de seducción aventuró su mano por debajo de la abertura de las ropas de la mujer hasta sentir su piel delicada y cremosa. Acarició unos segundos y condujo su vista al rostro de la chica, ella tenía la mirada perdida en un punto del cielo, pero el sonrojo evidente de sus mejillas era una señal más que clara.

La encaró nuevamente y sus ojos rojos se enfrentaron a los aperlados de ella, esta vez la chica enfocó sus ojos en los de él pero sin decir nada. El muchacho volvió a besarla y todo se volvió incierto para ella. Lo único que recordaría de aquel encuentro, además de un inusual y erótico placer, serían aquellos ojos rojos tan parecidos al de una bestia.

Se mía.

Sus palabras resonarían en su cabeza por siempre.

Hinata abrió los ojos repentinamente después de tanto dormir. Parpadeó un par de veces y después se llevó una mano a su cabeza. Desde hacía un mes tenía sueños parecidos a este. Siempre era igual, unos ojos rojos insistentes y la voz de un desconocido que le pedía en susurros que uniera su vida a la de él. El sólo pensar eso le causó un escalofrío desagradable en su espalda. No es que fuera supersticiosa o algo por el estilo pero aquello comenzaba a rayar en lo absurdo y maldito.

DynastyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora