Pasaron tres meses desde que le dije a Manuel lo que sentía, y todavía no recibí un mensaje o algo por parte de él, pero no quería ser yo el primero en hablar, no por una cuestión de orgullo, sino que me pidió tiempo y yo estaba dispuesto a darle todo el tiempo que necesitara.
Estaba saliendo de mi casa para ir a comprar unas cosas, y un mensaje llegó a mi celular.
No iba a mentir, siempre guardaba la esperanza de que fuera él, aunque nunca acertaba, y esta vez no fue diferente.
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Dani
Valentín, vamos a hacer una joda en mi casa, ¿venís?
15:02
Valen
Dale, ¿a qué hora voy?
15:03
Dani
Vení a la hora de siempre. Te aviso que va a estar Manu, por si no querés verlo o qsy.
15:04
Valen
No, voy igual. Nos vemos.
15:06
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Guardé el celular en el bolsillo y fui a comprar las cosas. Compré lo que me hacía falta y el escabio para llevar a la joda.Cuando llegué a mi casa dejé todo en la mesa y me senté en el sillón, pensando en lo que podía pasar hoy.
Era la primera vez que lo iba a ver desde hace tres meses, y el miedo y los nervios me hacían pensar en todo lo malo que podía pasar, llegando incluso a plantearme no ir, pero al final decidí que no me iba a echar para atrás.
Pasaron las horas, y cuando quedaba una hora para irme empecé a alistarme. Me bañé y me vestí con una camisa granate, unos jeans oscuros y los primeros tenis que vi.
Agarré todo lo que necesitaba y salí de mi casa, yendo el carro. Había conseguido controlar los nervios, hasta que llegué a la casa de Dani y asimilé que lo iba a ver.
Salí del carro con los nervios a flor de piel y me dirigí a la puerta. Toqué el timbre esperando que me abrieran. Escuché unos gritos desde adentro para, seguidamente, ver como la puerta se abría, aunque la persona que la estaba abriendo estaba escondida tras la puerta, como si no quisiera que la viera.
Cuando estuve dentro me giré para ver quién estaba detrás de la puerta, y cuando pude reconocer su rostro el sudor en mis manos aumentó.
Manuel estaba detrás de la puerta mirándome con una sonrisa decaída, fingiendo que no se estaba escondiendo de mí.
–Hola -dije casi en un susurro.
Él respondió igual que yo, en un susurro que me costó oír.
Nos quedamos unos segundos mirándonos a los ojos, hasta que apareció Dani y cerró la puerta bruscamente, haciéndonos desviar la vista.
–Buano, la guerra de miradas terminó, ahora hay que disfrutar de la noche. –Nos agarró a mabos por los hombros y nos llevó hasta la sala, en donde habían por lo menos 20 personas o más–. ¿Pueden quitar esa cara de orto que tienen los dos?
Miré a Manuel de soslayo y vi que intentaba sonreír, pero no estaba cómodo, y eso no me gustaba.
–Dani, soltanos, Manuel está incómodo.
Dani nos soltó y puso las manos arriba, para después irse y dejarnos otra vez solos.
–¿Cómo estás, Valen?
–¿Siendo sincero? –Él asintió con la cabeza–. Estoy en la mierda por vos. –Una mueca apareció en su rostro–. Quiero decir, no por tu culpa, es solo que... No sé, supongo que te extraño, qué sé yo. –Levanté los hombros mostrando indiferencia, pero evité mirarlo, porque me había puesto rojo.
Caminamos hasta la cocina, y nos apoyamos en la isla, aunque seguíamos sin mirarnos.
–Sí, supongo que yo también te extrañé. –Una sonrisa casi imperceptible se posó en mis labios–. Perdóname por no escribirte ni nada.
–No tenés que pedirme perdón, vos querés tiempo y lo entiendo.
–Es que no te escribí porque no quisiera, solo que necesitaba aclarar muchas cosas... Pero todos los dias quería escribirte.
–Sí, supongo que sé lo que se siente. –Giré mi cabeza para poder verlo, y él había hecho lo mismo–. ¿Cómo llevás lo de aclarar las cosas?
–No lo sé. Hay días en que creo que ya lo tengo todo claro, pero hay otros en que no sé ni qué quiero.
–Y cuando pensás que lo tenés todo claro, ¿qué querés?
–A vos. –Por un momento dejé de respirar, pero cuando caí en lo que él acaba de decir una sonrisa que no pude controlar apareció en mi rostro.
–¿Y qué te hace dudar?
–Yo... Creo que tengo miedo. –Agachó la mirada.
Me puse enfrenté de él, para poder mirarlo a los ojos. Al principio el evitó mirarme, pero terminó cediendo, y nuestras miradas se conectaron.
–¿De qué tenés miedo?
–No lo sé, nunca me había planteado estar con un pibe.
–¿Tenés miedo de que te guste? –dije con una mueca inevitable.
–No, no me da miedo que me guste o no. Supongo que me da miedo y en parte vergüenza mi falta de experiencia. Creo que no me atrevo a dar el primer paso para probar.
Si el tema iba por ahí prácticamente me estaba diciendo que diera yo el primer paso, pero él no estaba seguro ni de lo que quería, y no sé si estaba preparado para un rechazo.
–¿Querés que dé yo el primer paso? –En realidad ya lo estaba dando, porque acerqué mi mano a su mejilla y la acaricié con el dorso de esta.
–Yo... no sé ni qué quiero, me confundís.
–¿Necesitás más tiempo? –La idea no me gustaba, pero si eso era lo que él necesitaba lo iba a entender.
Manu puso su mano sobre la mía, y la dejó puesta sobre su mejilla.
–No... –Llevó mi mano hasta sus labios y dejó un beso tímido en esta–. Te necesito más a vos, no quiero pasarla mal otra vez por no estar juntos, pero prométeme que si no funciona seguiremos siendo amigos.
Me acerqué hacia él y dejé un pequeño beso en la mitad de sus labios, para después acercarme a su oído y susurrarle.
–Te lo prometo. Aunque quisiera no podría alejarme de vos.