II

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Para cuando llegamos a mi casa Vainstein ya se había dormido, lo cual me complicaba las cosas porque ahora tenía que cargar a un peso muerto.

Me bajé del carró y agarré a Manuel por las piernas y la espalda, pasando sus manos por mi cuello. Cerré la puerta del carro y me dirigí a la puerta, mientras la abría Manuel se acomodó en mis brazos, apoyó su cabeza en el hueco de mi cuello y su aliento golpeando contra este me puso nervioso, costándome incluso abrir la puerta.

Después de abrir la puerta lo llevé al sofá pero como, de nuevo, no quería soltarse de mí tuve que llevarlo hasta mi cama. Me acosté en esta con él prácticamente encima de mí, ya que seguía sin querer soltarse, y yo estaba lo suficientemente cansado como para que no me importara. Pasé la colcha por encima de los dos y estaba decidido a dormirme.

-Valentín. -Al estar tan cerca sus labios rozaron mi cuello, y la piel se me erizó.

-¿Qué pasa? -dije con toda la tranquilidad que pude conseguir.

-¿Por qué me dejaste de hablar? Pensé que éramos amigos. -Las frases largas no eran buena idea, porque cada vez que movía la boca sus labios rozaban mi piel.

-Hagamos algo. Hablo yo mientras vos intentás dormirte.

-Pero yo no quiero dormir. -Manuel alzó la cabeza para mirarme, y pude ver el puchero que había puesto, haciéndome reír.

-Si no lo intentás no hay trato. Lo tomás o lo dejás.

Manuel intentó convencerme, pero al final terminó cediendo. Volvió a apoyar su cabeza en mi hombro, y yo empecé a hablar.

-Bueno, todo empieza hace un par de meses, cuando un pibe con un budín en la cabeza y yo estábamos en una batalla.

》supongo que en esa batalla fue cuando me dí cuenta de que me gustaba un toque, igual lo sabía de antes, pero lo reprimí hasta ese momento. Puede que los abrazos de ese día me hicieron sentir que él sentía lo mismo que yo, no sé qué flashé.

Ese día había planeado acercarme más a él, y en un principio era lo que iba a hacer. Durante el resto de jornadas me acercaba a él lo más que podía, estaba jodiéndolo todo el día. Pero en la fiesta de la última jornada lo vi chamuyarse a un amigo de los pibes, y al final se terminó besando con él.

Supuse que ese era mi momento de alejarme, y como de todas formas ya no iba a estar más en la FMS iba a ser más fácil.

Hasta que el boludo de Mateo tuvo que hacerme ir a por él.

Cuando terminé de contar la historia me giré para ver si seguía despierto, pero no, se había quedado dormido rodeando mi cintura con sus brazos. Como ya no era capaz de dormir me quedé toda la noche mirándolo y acariciando su cabeza.

Cuando empezó a amanecer salí de mi cama y fui a comer algo, para después acostarme en el sofá, y por fin dormír algo.

Después de unas horas el ruido del agua cayendo me hizo despertar y,  cuando logré despertarme del todo, me di cuenta de que el ruido del agua venía de mi baño.

Me levanté a por una botella de agua, una pastilla para el dolor de cabeza y lo fui a dejar en mi habitación, pero juesto cuando me giré para salir él salió por la puerta del baño con tan solo una toalla, y mi cara se volvió automáticamente roja.

Él agachó la cabeza con vergüenza y yo me quedé ahí parado, esperando que dijera algo.

-Gracias por... bueno, por no dejarme morir, supongo.

-No me tenés que dar las gracias, si no iba a por ti Mateo te habría dejado tirado en la entrada del boliche. -Él soltó una risa avergonzada, pero no dijo nada-. En la mesa de ahí te dejé una pastilla para el dolor de cabeza y agua, tomátela, y después venís al comedor, que voy a preparar el desayuno.

-No hace falta, Valentín.

-Te espero para desayunar, ahora vestíte, que hace frío –dije dando un último repaso a su cuerpo.

-Quién llamó a mi mamá que no me di cuenta -dijo en un susurro, aunque de todas formas lo oí.

-Te escuché, Vainstein, pero lo voy a ignorar porque estoy de buen humor.

Pasada la media hora Manuel salió de mi habitación ya vestido, por suerte, y yo puse el desayuno en la mesa, para después sentarnos los dos a comer.

-¿Y se puede saber por qué andás de tan buen humor?

-No, no se puede saber. -Para ser sincero, ni yo mismo lo sabía, simplemente me desperté feliz, algo no muy común en los últimos meses, así que tampoco iba a buscar un porqué.

-Entonces dejame adivinar. Es por una mina.

Yo me reí burlón, más que nada porque para empezar ni siquiera podía ser un ella.

-Está bien, no es una mina. -Manuel se quedó pensativo, hasta que se le iluminaron los ojos-. Volvés a la FMS.

-Manuel, no voy a volver a la FMS y lo sabés. -Su mirada se apagó, y eso me hizo sentir mal.

-Que sé yo, por ahí te pintó volver con nosotros.

-Dejémonos de adivinanzas mejor. Ahora contáme por qué me llamaste ayer a las 2 de la mañana. Borracho y llorando.

Manuel se volvió a poner rojo, y algo dentro de mí se removió, al igual que la noche anterior.

-Qué se yó. –Desvió su mirada al plato intentando ignorar la mía.

-Listo, entonces nos vamos a hacer los boludos -dije alzando una ceja en su dirección.

-No me estoy haciendo el boludo, es la verdad, no sé por qué te llamé, solo lo hice.

-No lo creo.

-Agh. Dejá la intensidad, Valentín. Estaba borracho, te pude a ver llamado a vos así como pude a ver llamado a Dani. Además, si nos vamos a poner a pedir explicaciones por qué me besaste en el cuello.

-No lo hice. -No pierdo nada intentando fingir que no pasó-. Si pensás en mí en tus sueños no es cosa mía.

-No creás pelotudo, que estaba borracho pero no me olvidé. Y tampoco me olvido de que me dejaste de hablar de la nada, por cierto.

-Primero, te besé en el cuello porque quería que te callaras.

-¿Se supone que me lo tengo que creer?

-Me chupa un huevo si te lo creés o no, fue por eso, por nada más.

-Supongamos que me lo creo, ¿qué decís de lo otro?

-¿Qué otro? -dije fingiendo que no sabía de qué hablaba.

-Vos sabés. Llevo esperando 7 meses a que me digás por qué dejaste de hablarme de la nada. Primero éramos re unidos y de un día para el otro dejaste de hablarme.

Me levanté de la mesa para no tener que verlo a la cara y me puse a lavar los platos, porque si le iba a mentir sobre eso no podía mirarlo a los ojos.

-Mambos míos.

-¿Qué pasó?

Sin darme cuenta lo tenía a mi lado, mirándome expectante esperando una respuesta. Al ver que no respondía puso su mano en mi hombro y empezó a acariciarlo, para que me relajara y le dijera la verdad.

-Manuel, no.

Durante la época en la que estuvimos muy juntos no hubo ni una sola vez en que pudiera mentirle, y antes de que pasara ya sabía que esta vez no sería la excepción.

campeón | Wosplik Donde viven las historias. Descúbrelo ahora