V

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Me desperté en mi casa junto a Manu, pues una vez que acabó la joda él estaba lo suficientemente mal como para que necesitara que alguien caminara por él, así que lo traje a mi casa y nos quedamos dormidos en dos segundos.

Él estaba apoyado justo en el lado de mi corazón, y este palpitaba tan rápido al sentirlo a él tan cerca de mí que me daba miedo despertarlo.

Me quedé unos minutos así, con él pegado a mí y yo acariciando su  brazo, hasta que se despertó y, para mi sorpresa, en vez de alejarse intentó pegarse más a mí, cosa que me hizo reír.

–Manu, creo que no podemos estar más cerca –dije divertido.

–Sí podemos. –En ese momento se giró y todo su cuerpo quedó encima mío–. Ahora estamos más cerca –dijo, para después dejar un pico en mi boca y apoyar su cabeza en mi hombro.

–Creo que me puedo acostumbrar a esto –Puse mis mamos alrededor de su cintura y dejé un beso en su cuello, cosa que hizo que su piel se erizara–. Qué sensible que sos.

–¿Seguro? –Asentí con la cabeza, para que después él dejara un beso en mi cuello y automáticamente mi piel se erizara–. Pues parece que no soy el único sensible.

–¿Querés jugar? –dije alzando una ceja divertido. Él me miró con diversión en sus ojos e interpreté eso como un desafio.

Empecé a hacerle cosquillas haciendo que se retorciera de la risa, y aproveché el momento de debilidad para girarme y quedar encima de él.

–Mirá que te avisé.

–¿Qué vas a hacer, Valentín?

–Vamos a jugar –dije con una sonrisa de medio lado.

Él me miró curioso cuando yo me levanté de la cama y cogí una camiseta mía. Volví a ponerme encima de él, y le enrollé la camiseta en los ojos, para que mo viera.

–¿Este es el momento en el que debo huir? –Manuel intentaba bromear, pero se notaba en su voz que estaba nervioso.

–Créeme, vas a querer de todo menos huir.

Me acerqué primero a su frente, y dejé ennesta un beso, para después bajar hasta su nariz y hacer lo mismo que en la frente. Después fui hacia sus dos mejillas para dejar un  beso húmedo en ambas y sentí como Manuel soltaba suspiros de vez en cuando.

El siguiente lugar en su cara era su boca, pero lo quería hacer esperar un poco. Me acerqué a esta, y el pareció notarlo porque entreabrió sus labios, sin embargo lo único que hice fue pasar mi lengua por estos, para después alejarme y ver como él los buscaba con ansias.

Bajé mis labios a su cuello, en donde dibujé una linea con mi lengua desde este hacia el lóbulo de su oreja.

–¿Todavía pensás en huir? –dije susurrando.

–No –dijo casi como un suspiro.

–Eso pensé. –Dejé un beso en su mejilla y estaba a dos centímetros de por fin besarlo en los labios, pero justo sonó el celular de él y se alejó.

Qué manera de bajarla.

–Tengo que responder.

–Andá –dije levantándome de encima de él para tirarme en ma cama con el pulso a mil.

Manuel se levantó de la cama, cogió el celular y empezó a hablar con alguien. Cuando terminó la llamada se acercó otra vez a mí, ya que mientras hablaba se alejó.

–Me tengo que ir. –Su cara reflejaba desgana, y la mía probablemente reflejaría tristeza.

–¿Querés que te lleve?

–No hace falta, está cerca el lugar a donde tengo que ir. –Pensé que se iba a despedir como siempre, pero me sorprendió que se acercara para darme un pico–. Chao.

–Chao. –Cuando estaba yendo a la puerta me di cuenta de que segúa con mi camiseta enrollada en el cuello, algo que por lo visto él no notó–. Manu, vení.

Él se acercó y yo hice que se girara para poder quitarle el nudo a la camiseta. Cuando deshice el nudo el cogió la cemiseta y se giró a verme.

–¿Me la puedo quedar?

–Claro, no me importa, pero, ¿para qué la querés? Ni siquiera es tu talla.

–Bueno, pero me gusta porque huele a vos, y olés muy bien.

–Hace una noche te daba miedo dar el primer paso y ahora me decís que querés mi camiseta porque huele a mí, mirá vos.

–No me jodás, Valentín, que me está costando abrirme. –Manuel hizo un puchero inconsciente y me dio tanta ternura que no pude soportar la tentación de besarle el puchero, haciendo que se pusiera rojo.

–Andáte que vas a llegar tarde, y te podés llevar las camisetas que quieras, no tenés que preguntarme.

Manuel salió y yo me quedé como un pelotudo pensando en todo lo que había pasado, y en el miedo que me daba que todo acabara tan rápido como había empezado.

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